Podcast Somos Comunidad: Servir para vivir
19 Noviembre 2022

Podcast Somos Comunidad: Servir para vivir

Crédito: Fotografía: Juan Acosta

"Allí se reúne dos veces por semana con niños, niñas y adolescentes para realizar unos talleres que son cátedras de amor, humanismo y convivencia. Antes de comenzar, me invita al ritual de armonización", cuenta Eccehomo Cetina sobre el líder Reiber de Jesús en la sexta parte del podcast Somos Comunidad.

Por: Eccehomo Cetina

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El 16 de mayo de 2021 su pueblo tuvo que huir de sus casas, dejar sus enseres, huertas y animales de corral abandonados para salvarse, primero, de las balas de dos grupos narco paramilitares enfrentados y, después, de acuerdo con Reiber de Jesús Mejía, del atropello de la fuerza pública que descendió en helicópteros, con rudeza y desproporción, sobre la comunidad asentada en San Lorenzo, bajo Cauca antioqueño.

El ejército, es triste decirlo, fue el que nos maltrató más. Golpearon nuestras mujeres, no acataron como tal a la guardia indígena, la consideraron como algo de basura. Esos bastones que nosotros cargamos como sinónimo de autoridad y liderazgo, para ellos es simplemente algo fuera de lo común, algo que no tiene sentido”, relata Reiber sobre lo ocurrido.

Aquel día el mundo se acabó para él y buena parte de la comunidad Zenú. Eran 250 personas—incluidos niños, niñas, ancianos y mujeres—que, en medio del ultraje y el pánico, cruzaron el río Cauca sin estar seguros hacia dónde encaminarse, hasta que llegaron al corregimiento de Puerto Bélgica, jurisdicción del municipio de Cáceres.

Para profundizar

Allí se refugiaron y con la ayuda de los pobladores y la alcaldía de Cáceres, que les dio asistencia humanitaria en los primeros días, lograron tomar en arriendo algunas viviendas, bajo cuyos techos las 65 familias desplazadas aún intentan sobrevivir.

Desde entonces, todos, y a su manera, tratan de sobreponerse a la nulidad social que trae el desarraigo, a la amargura larvada de estar vivos sin vivir porque los mayores no se levantan a cultivar la huerta, sino a mirar hacia la nada encerrados en cuatro paredes y las madres se descorazonan viendo hervir las ollas de agua con sal y ramas de cebolla como todo alimento para sus hijos.

Arriba, en la loma de Puerto Bélgica, está Reiber esperándonos, tocado de un sombrero pequeño de caña flecha y luciendo un collar de colibrí que muestra orgulloso.  Habla como un chamán, aunque no lo es, del significado de aquel adorno iridiscente: “me lo regaló un hermano Embera Chami, que me enseñó que los colibríes son libertad y color. Por eso mi mundo está lleno de color”.

No es palabrería, pues basta llegar al salón de tablas y tejas de cinc donde funciona con dignidad y ternura el centro cultural, para comprobar que el mundo que ha construido Reiber de Jesús junto a su comunidad, no solo está lleno de color, sino también de un espíritu de superación como pocos.

Allí se reúne dos veces por semana con niños, niñas y adolescentes para realizar unos talleres que son cátedras de amor, humanismo y convivencia. Antes de comenzar, me invita al ritual de armonización. Es una ablución dentro de un círculo floral y cuatro veladoras cardinales que simbolizan el mundo. Los jóvenes presentes observan atentos, mientras Reiber vierte sobre mi cabeza el agua en que ha diluido cinco esencias que representan los elementos del reino mineral, natural y animal.

Es apenas la introducción del mensaje central de aquel día sobre los principios del buen liderazgo que Reiber enumera como si narrara la leyenda misma de su pueblo y que atrapa el interés de la audiencia.

Fotografía: Juan Acosta.
Fotografía: Juan Acosta.

Habla de la importancia de escuchar a los demás y a los mayores; del valor del silencio cuando no es para callar situaciones injustas, sino para evitar la palabra que daña a los demás; del poder de la observación cuando viene desde el interior de los sentidos y no impuesto desde afuera; de la importancia del tejido cuando se trata de trenzar sueños con los demás porque tal trabajo lleva a la trascendencia y, por último, de la fuerza de la palabra dulce, aquella que se expresa con respeto.

La admiración por sus enseñanzas desata los aplausos al final del taller y encienden un brillo en la mirada de los muchachos que han soportado desde hace catorce meses la privación de su territorio. “Hay que recuperar entre la comunidad el valor de hacer respetar el derecho a la vida. Hay todavía mucho miedo. Los niños oyen un helicóptero y se asustan. Todavía no sabemos si es seguro volver al territorio”, cuenta Reiber de Jesús en una de las pausas del taller.

Aunque él y sus mayores han buscado los medios humanitarios para regresar a su tierra, todavía no cree que sea seguro hacerlo. A través de la alcaldía de Cáceres y demás autoridades intentan agilizar los trámites del retorno, pero aún en la zona quienes imponen las reglas son los grupos armados dueños de los diferentes negocios ilícitos, como el narcotráfico, la comercialización de oro y la extracción ilegal de recursos.

Para profundizar

Mientras tanto, todos los días Reiber de Jesús visita a la comunidad dispersa en diferentes casas del corregimiento de Puerto Bélgica, atento a sus necesidades, pues aún en algunas familias hay hambre. También, muchos adultos mayores requieren de atención médica y varios hombres y mujeres presentan un grado avanzado de alcoholismo o drogodependencia.

Inspirado en la máxima de la madre Teresa de Calcuta quien decía que “el que no sirve para servir no sirve para vivir”, este líder social de veintinueve años defiende a su gente, aferrado a sus principios culturales y a su bastón de mando que su padre, Alcides Antonio Mejía, le enseñó a llevar desde niño con determinación y altivez.

Desde entonces, aprendió la importancia de deberse a su comunidad. Por tal razón, se atreve a parafrasear a la emblemática misionera macedonia cuando dice sonriente: “vinimos a cambiar y transformar para bien. Hay que servir para vivir”.

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