El periodismo hecho por mujeres cuenta su historia
31 Marzo 2024

El periodismo hecho por mujeres cuenta su historia

Sandra Sánchez

'Battles for belonging', de la periodista e investigadora Sandra Sánchez López, acaba de publicarse por Rowman & Littlefield en su colección Social Movement in the Americas. Es un recorrido por la historia de Colombia a través de la prensa femenina.

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Por Ánderson Villalba Rey

Una conjunción de azares hace que 2024 sea un año particularmente importante para la historia de la prensa en Colombia, pero sobre todo para la historia de la prensa editada —y financiada y gestionada y publicitada e impresa— por mujeres. Y es azaroso porque este año se conmemoran dos hechos que, de maneras relativas y diversas, enlazan a la tinta y a la batalla sin fin que llevan dando las mujeres de este país desde el siglo pasado: los 80 años de la aparición de Agitación Femenina, periódico pionero de las publicaciones de mujeres, y los 60 años del otorgamiento del derecho al voto femenino tras los vibrantes debates que dieron en el Congreso Josefina Valencia y Esmeralda Arboleda, lideresas del movimiento sufragista. Pero el azar sigue jugando si se estiran los hechos. En un lapso de menos de 30 años que empieza en 1943 y acaricia los albores de 1970 confluyeron buena parte de las publicaciones de mujeres más audaces e influyentes del siglo XX, responsables en buena medida de algunas de las conquistas clave para la ciudadanía femenina en Colombia y, de paso, de la renovación de una buena porción del periodismo escrito que se editaba en el país por esos años.
Y es el azar, finalmente, el que hace que,80 años después del primer número de Agitación Femenina y 70 desde el derecho al voto femenino, y en marzo, y en medio de una fascinante eclosión de portales y proyectos periodísticos feministas, salga a la luz Battles for Belonging: Women Journalists, Political Culture, and the Paradoxes of Inclusion in Colombia, 1943-1970, escrito por Sandra Sánchez López y publicado por la prestigiosa editorial estadounidense Rowman & Littlefield en su colección Social Movement in the Americas. Es azaroso y es afortunado pues se trata de uno de los acercamientos más juiciosos y elocuentes a la historia colombiana a través del prisma siempre maleable de la prensa, y un recorrido fascinante, crítico y alejado de toda condescendencia por algunos de los proyectos periodísticos femeninos del siglo pasado en Colombia, y las batallas, tensiones, contradicciones y transgresiones que estas tejieron entre rotativas, apuros económicos, indignadísimas miradas de desaprobación masculina y una historia nacional que no dejaba de arder más allá de las paredes de las salas de redacción.

Estas mujeres expandieron la esfera pública del país en tiempos de cerrazón partidista, ampliaron la discusión y la comprensión de la deliberación política, incluyeron otros formatos y géneros que diversificaron los consumos de prensa y, a pesar de las paradojas que menciona Sánchez López, pusieron el foco sobre otras clases sociales históricamente ignoradas.


Sánchez López es profesora del Centro de Estudios en Periodismo de la Universidad de los Andes. También es una activa investigadora de la cultura impresa a través de la lente del género y el poder, así como de las corporalidades y la performatividad, que ha dedicado los últimos diez años de su trabajo a escudriñar entre periódicos, revistas y archivos personales el relato de un país —y sus tensiones de género y clase, sus conquistas malogradas, las desviaciones de su historia— que históricamente se ha reconocido, acercado y replegado a través de las páginas de sus periódicos y revistas. En este libro, Sánchez López propone un recorrido que inicia con la irrupción de Mireya  —fundada en 1943 por Josefina Canal de Reyes— y Agitación Femenina —aparecida en el 1944 bajo la dirección de Ofelia Uribe de Acosta—, avanza por entre los escombros de los años 50 con la llegada de Mundo Femenino (1953), a cargo de Mariaurora Escovar, y Verdad (1955), otro proyecto de Ofelia Uribe de Acosta, y finaliza en los trepidantes años 60, cuando llega a los quioscos la revista Mujer, editada por la novelista Flor Romero de Nohra desde 1961.

Libro

Debajo del examen de esas publicaciones late un subtexto que las contrasta a la luz de los debates y batallas que se daban entonces por la legitimidad política de las mujeres y el lugar que ocuparían en la esfera pública y la estructura social, y que la autora entreteje en cinco capítulos que dan cuenta, sin perder el pulso con el contexto ni abandonar el tamiz de la historia nacional y global en el que se enmarcan, de unas conquistas y unos corajes y unas transgresiones, pero también de unas paradojas y unas contradicciones que atañen a la clase y el género y que amplían la comprensión de sus proyectos y objetivos. En esa tensión habita una de las apuestas más intrépidas de este libro: si bien parte de un respeto y una admiración por las publicaciones y las mujeres que las idearon, también asienta una mirada crítica, desprovista de indulgencias gratuitas, y muy sugerente en su lectura.

Si bien la mirada crítica que dibuja la autora sobre estas publicaciones evade toda candidez, también reitera que se trata de proyectos de prensa verdaderamente novedosos para su tiempo tanto por su intencionalidad pública y su lugar en la esfera escrita, como por sus apuestas gráficas, narrativas y temáticas.


Y es sugerente porque desde su título plantea la idea de la paradoja y la tensión, una de las aristas clave desde las que se puede leer este libro. La llegada de estas publicaciones y estas mujeres a la conversación pública y el tejido impreso en el país fue un auténtico sacudón a varios de los rígidos esquemas de edición y circulación de la prensa que imperaban en la primera mitad del siglo XX, y que fueron prácticamente pensados y legitimados por hombres urbanos que, desde las últimas patadas del XIX, estaban trazando la conversación cotidiana desde las páginas de El Tiempo, El Espectador, La República o El Siglo. Entonces, tras la aparición de Agitación Femenina y Mireya, y más tarde, con Mundo Femenino, Verdad y Mujer, llegó una nueva figura, inédita para las convenciones de la época: la mujer periodista. Que era educada, de clase media, urbana y atenta a las discusiones nacionales e internacionales. Que heredaba una agencia que se remonta a Soledad Acosta de Samper y pasaba obligatoriamente por la silueta de Emilia Pardo Umaña. Que insistía desde sus periódicos y revistas por la justicia social, la visibilidad política, la educación masiva y la igualdad. Que mostraba los pliegues de la convivencia política en el país denunciando la ligereza de pensar todo bajo la pueril distinción masculina entre liberales y conservadores. Que legitimó desde sus proyectos de prensa la idea de que las mujeres profesionales, forjadas ya sea en la oficina, ya sea en la “industria del hogar” o en los consultorios del trabajo social, eran el sustento de la clase media y del progreso de la sociedad colombiana. Y que bajo esa idea, defendida en artículos, columnas, entrevistas, debates y réplicas, validó lo que la autora llama una “verticalidad social”: una forma tácita de exclusión y de invisibilización de otros segmentos en nombre de ese modelo de ciudadana de clase media. Todo esto mientras, como lo sugiere la autora, y a pesar de su interés en desmarcarse de los moldes de la prensa masculina imperante, reproducían algunos de sus paradigmas. Como escribe Sandra Sánchez-López en la introducción del libro: "Hubo tanto avances hacia la inclusión como retrocesos hacia la exclusión. Las mujeres periodistas lucharon por la igualdad de género de manera feroz, aunque a menudo contradictoria, y en ocasiones remodelaron el periodismo y la cultura política existentes, al tiempo que reproducían y legitimaban las normas culturales y la verticalidad social".

La llegada de estas publicaciones y estas mujeres a la conversación pública y el tejido impreso en el país fue un auténtico sacudón a varios de los rígidos esquemas de edición y circulación de la prensa que imperaban en la primera mitad del siglo XX, y que fueron prácticamente pensados y legitimados por hombres urbanos que, desde las últimas patadas del XIX, estaban trazando la conversación cotidiana desde las páginas de 'El Tiempo', 'El Espectador', 'La República' o 'El Siglo'.


El otro gran relato de este libro, junto con el de la paradoja, es el de la transgresión. Si bien la mirada crítica que dibuja la autora sobre estas publicaciones evade toda candidez, también reitera que se trata de proyectos de prensa verdaderamente novedosos para su tiempo tanto por su intencionalidad pública y su lugar en la esfera escrita, como por sus apuestas gráficas, narrativas y temáticas. Estamos hablando de periódicos y revistas que surgieron, sí, de un azar, pero también de una conciencia y una necesidad: la de crear un espacio periodístico para la visibilidad pública y la cultura política de las mujeres. Flor Romero comenta en un apartado que en sus inicios como reportera de El Espectador sólo podía cubrir los temas que se consideraban femeninos para su tiempo —la crianza, la costura, la belleza y el hogar—, aunque estaba formada como periodista y tenía el bagaje y el entusiasmo necesarios para cubrir otras fuentes. Pudo hacerlo, aunque tímidamente, pero tuvo que fundar más tarde su propia revista para darle rienda suelta a esa pulsión sin la mirada de aprobación de un jefe. Su caso es el ejemplo de una batalla por afincarse en la esfera pública a través de periódicos y revistas desde los que se hablara de todos los temas: de política, de cultura, de economía, del mundo, de métodos anticonceptivos, de derechos humanos y, también, de la crianza, la costura, la belleza y el hogar. Fue una batalla accidentada, arriesgada y resuelta que, sin embargo, y como lo demuestra la autora a lo largo del libro, tuvo sus frutos: estas mujeres expandieron la esfera pública del país en tiempos de cerrazón partidista, ampliaron la discusión y la comprensión de la deliberación política, incluyeron otros formatos y géneros que diversificaron los consumos de prensa —como el fotorreportaje y la sátira, a los que la autora les dedica sendos apartados— y, a pesar de las paradojas que menciona Sánchez López, pusieron el foco sobre otras clases sociales históricamente ignoradas.
De todo eso, y de muchas, muchísimas cosas más, habla Battles for belonging, cuya traducción al español esperamos pronto las lectoras. Sánchez López logra una robusta conjunción entre la historia de la prensa, la historia colombiana y las disputas de las mujeres en la conversación pública de un país que, a pesar de sus avances, sigue agitando en su periodismo varios prejuicios, varias taras y varias sombras. Este libro es un intento por conjurarlas.

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