“La irresponsabilidad de unos pocos logra que la gente mire a todos los periodistas con desconfianza”: Gustavo Castro Caycedo
5 Mayo 2024

“La irresponsabilidad de unos pocos logra que la gente mire a todos los periodistas con desconfianza”: Gustavo Castro Caycedo

Gustavo Castro Caycedo.

‘Desde el amor hasta la guerra’ es una antología de textos periodísticos de Gustavo Castro Caycedo, quien ya cumple 62 años de labores que van desde la reportería pura y dura hasta los análisis, la opinión y también la dirección de medios de comunicación.

Por: Eduardo Arias

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En 62 años de carrera como periodista Gustavo Castro Caycedo ha escrito centenares de crónicas, perfiles, entrevistas, reportajes y columnas de opinión. 62 de ellas se recopilaron en el libro Desde el amor hasta la guerra, de la editorial Sin Fronteras. El ejercicio de Gustavo Castro Caycedo también ha sido como el nombre de quienes lo publican: sin fronteras. Su estilo es claro, desprovisto de adornos, pero con una mirada aguda y reflexiva. Además es un excelente buscador de historias que retratan la experiencia humana en la alegría y la tragedia, en el triunfo y en la derrota.

Gustavo Castro Caycedo nació en Zipaquirá, Cundinamarca, en 1942. Ha trabajado en diversos medios de comunicación como reportero, columnista y también como directivo, ya que fue director de Inravisión, presidente de RCN Radio y del Círculo de Periodistas de Bogotá, agremiación que en 2021 le otorgó el Premio Nacional de Periodismo CPB Guillermo Cano, mérito periodístico a una Vida y Obra. CAMBIO habló con él sobre su libro y también sobre su visión del periodismo.

CAMBIO: ¿Qué material compone este libro?

Gustavo Castro Caycedo: Yo cumplí este año 62 años de periodismo y tengo centenares de crónicas, entrevistas, columnas, investigaciones y la editorial me propuso hacer una selección de 62 de ellas. Fue un trabajo bastante complicado. Logré seleccionar unas 200 y finalmente de ahí salieron las 62 que están en el libro.

CAMBIO: ¿Por qué escogió el título?

G. C. C.: Se llama Desde el amor hasta la guerra porque en él van desde temas de amor hasta temas de guerra, pasando por aventuras, heroísmo y sufrimiento social de la gente. Nosotros los periodistas tenemos el privilegio de ser testigos de cosas que le suceden a la gente y es una cantera de conocimiento y de historias que nos sirven para nutrir nuestro profesor y para informar.

CAMBIO: La mayoría son del siglo XXI. ¿Por qué?

G. C. C.: Hay muchas crónicas que no tuve la precaución de guardarlas y se perdieron. De las que seleccioné solo un 25 por ciento son del siglo XX.

CAMBIO: Hablemos de las crónicas del libro.

G. C. C.: Yo diría que hay cuatro líneas distintas. Hay una en la que yo me he preocupado mucho que es la de investigar y descubrir personajes colombianos que triunfan en grande en el exterior. Eso para mí ha sido una pasión. Así descubrí a Marta Gómez, una médica de Pereira que trabaja en los Estados Unidos y que se convirtió en la mujer más importante en clonación animal. Ella logró preservar varias especies de gatos salvajes africanos. Hay otra mujer que encontré por accidente. Adriana Ocampo Uría. Su padre era de la Fuerza Aérea. Se fue a vivir a Argentina. Ella todas las noches salía a ver las estrellas y quería ser astronauta. Y terminó trabajando en la NASA. Fue la gerente administrativa del viaje de la operación Júpiter y la operación Juno y se convirtió en un personaje de verdad importante de la NASA. Ella está inscrita en la historia de la conquista del espacio. Un señor colombiano que era camarógrafo con Caracol en los años 60 se fue a los Estados Unidos y se inventó un helicóptero al cual le montaba una cámara y tomaba fotografía desde el aire. Lo mejoró, le metió una cámara de televisión y comenzaron a contratarlo las grandes productoras de cine de los Estados Unidos. Eso se llama un dron.

CAMBIO: ¿Qué otras líneas le llaman la atención?

G. C. C.: La otra es la guerra. Desde mis primeros años de periodismo y hasta finales de los años 80, me convertí en corresponsal de guerra. Quizás el capítulo más ambicioso que tuve fue el de la guerra de Nicaragua. Estuve en la guerra de Nicaragua. Yo trabajaba con Punch pero no me quisieron enviar. Entonces me fui por mi cuenta y contraté un camarógrafo. La gran noticia era que la Embajada de Colombia en Managua era la única que seguía abierta porque todos los cónsules huyeron de Managua cuando la guerra llegó a la ciudad. Pero se quedó Oswaldo Rengifo, el embajador colombiano, recibiendo asilados, la mayoría sandinistas. Tuve unas aventuras de guerra en Managua y en la frontera con Costa Rica. En un bombardeo estuve a punto de perder la vida. La guerra en Nicaragua me llevó a entrevistar a Carlos Andrés Pérez, al presidente Carazo y a descubrir algo sobre la verdad del asesinato de Pedro Joaquín Chamorro, el director de La Prensa, que se la achacaban a los cubanos. Busqué al señor acusado de ese asesinato y me dio una entrevista que fue de relevancia mundial en la que demostró que él no había tenido que ver nada con eso.

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CAMBIO: ¿Y cuáles son las otras dos líneas?

G. C. C.: Los personajes nacionales en la opinión pública. Álvaro Gómez Hurtado. Galán, los iconos, tener la posibilidad de entrevistarlos y hacerles preguntas duras. Normalmente las preguntas a los políticos son blandas. Y, por último, las columnas en páginas editoriales. Ha sido un poquito duro, no son muy conocidas, pero he dicho muchas cosas y no me quedo callado. Tal vez por eso estoy vetado en la televisión.

CAMBIO: ¿Y eso por qué?

G. C. C.: Saqué un libro que se titula La televisión nos mató el alma. Y a raíz de eso quede por fuera.

CAMBIO: Usted también había escrito El libro negro de la televisión.

G. C. C.: El libro negro, El libro blanco, El libro rojo, El libro azul y El libro amarillo. Todos son de crítica.

CAMBIO: ¿Cómo comenzó su carrera?

G. C. C.: Fue en 1961. Yo tenía 17 años y en mi pueblo hacían un festival. Como yo ya escribía por ahí, me propusieron que hiciera una revista. Me metí en ese camello, me gané un poco de plata y la revista salió bien. Ahí mi hermano Germán y yo seguimos escribiendo.

CAMBIO: ¿Por qué esa afición tan temprana a la escritura?

G. C. C.: Porque mi madre nos enseñó a leer. Ella decía que cuando uno leía podía escribir desde chiquito. Nos puso a leer y tal vez por eso terminamos escribiendo.

CAMBIO: ¿Usted piensa que el periodismo ha empeorado, ha mejorado o sigue igual?

G. C. C.: En algunas cosas han mejorado y en otras ha empeorado. A través de los mecanismos y la tecnología hay más elementos de corrección, hay mejores posibilidades de investigación sin necesidad de desplazarse tan lejos o de estar en las bibliotecas como se hacía antes. Pero eso mismo también ha hecho que se trabaje con una celeridad muy grande y se se haya perdido algo tan importante como la crónica. Ya no hay tiempo para hacer esas cosas. La presión en los medios a los periodistas es muy grande, hay que producir de hoy para hoy. Entonces eso lógicamente ha desmejorado mucho la calidad del periodismo. Por otro lado, la aparición de las redes sociales, que sin duda es un adelanto tecnológico y un adelanto para informar, no está siendo bien utilizado en muchos casos. Ni siquiera los periodistas están utilizando bien esa herramienta que podría transformar y mejorar a un país. Las fake news son las reinas del periodismo.

CAMBIO: ¿Del periodismo? ¿En qué sentido?

G. C. C.: Digo del periodismo porque la gente considera que lo que sale en las redes sociales es hecho por periodistas o es fruto del periodismo, lo cual no es cierto. Además, la red impone los temas. Muchas veces una temática que ha salido de un chisme se convierte en noticia y mueve las redes. Esto de tener un celular con el cual uno comunica desde donde quiera a un centro de información, muestra imágenes y da noticias que no pudo cubrir la prensa pues lógicamente también es una desventaja para el periodismo.

CAMBIO: ¿Qué opinión le merece la inteligencia artificial aplicada al periodismo?

G. C. C.: Aunque es una ventaja para la información si se hace imparcialmente, me parece que el riesgo es muy grande porque se puede fabricar lo que uno quiera.

CAMBIO: ¿Usted cree que la profesión del periodismo pueda sucumbir ante este despliegue de tecnologías?

G. C. C.: Yo creo que trascenderá el periodismo. Es inevitable, entre otras cosas porque el conocimiento de la información es muy difícil que se pueda olvidar de un momento a otro. La función del periodista es transmitir hechos que le interesen a la sociedad o a la comunidad o al círculo pequeño. El periodismo ciudadano no ha logrado desplazar al periodismo tradicional aunque todos los días los noticieros traigan un reporte de un ama de casa de Buenaventura o de un personaje de Medellín. El grueso de la noticia está en manos del periodismo y a pesar de las redes el periodismo sigue también manejando la información de acuerdo con el criterio periodístico, equivocado en algunos casos o interesado. Creo que a veces es más interesado que equivocado.

CAMBIO: ¿Cómo se sintió usted en ese tipo de trabajos en los que ya no está el periodista, sino una persona que toma decisiones?

G. C. C.: Fui afortunado por una razón. Yo estudié administración de empresas. No hay nada más desorganizado que un periodista. Es mal administrador por naturaleza porque lo suyo es otra cosa. Yo apliqué la administración en el manejo de medios y por eso me fue bien como presidente de RCN, en Inravisión o manejando revistas porque tenía un poco el criterio. No solamente el criterio periodístico sino del negocio de la comunicación. Uno no puede negar que los medios de comunicación son un negocio, que tienen que producir. La diferencia que he tenido yo con algunos administradores de medios es que creo que con los medios uno puede tener una rentabilidad económica pero a la vez una rentabilidad social.

CAMBIO: Eso que se está diciendo me hace pensar una cosa. Que la credibilidad es un valor muy importante, así sea intangible.

G. C. C.: Eso es cierto y y es muy triste ver las encuestas. Uno ve la medición que hay del periodismo y de los medios y es triste que va por debajo del 50 por ciento a nivel de confianza. Que el periodismo, que debía ser inmaculado, tenga unos índices del 40, 50, 60 por ciento de imagen negativa realmente es triste. Es pérdida de credibilidad. Hace 20 años la confianza era el 80 por ciento. Hace 15 años era de 70 y hay una cosa que es necesario aclarar. Es tal el peso de la irresponsabilidad de unos pocos que logran que la gente nos mire a todos los periodistas con desconfianza.

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