Mi libro Favorito: “Retrato del artista adolescente”

Durante años, mi libro favorito fue el Algebra de Baldor, hasta que llegó a mis manos el Retrato del artista adolescente, de James Joyce. Han pasado cuatro décadas y no olvido la sacudida. Mucho después sabría que Joyce fue un revolucionario de la novela, máster del monólogo interior, esa narración de largos torrentes de pensamientos que fluyen libres en la intimidad del protagonista, sin filtros ni censuras.

Mientras leía este sorprendente libro sentía que poco a poco me identificaba con el protagonista, Dedalus, pese a que se trataba de un joven en Irlanda, muy lejos de Medellín. Igual que yo, Dedalus iba a colegio de curas, sufría las mismas dudas, cometía los mismos pecados y cargaba con las mismas culpas y rabias. También se volvía un ocho cuando veía a esa muchacha soñada que, cosa rara, estaba con los matones del barrio (¡los hps esos que seguramente ni abrían el Álgebra de Baldor!).

La maravilla de la narración de Joyce es que a medida que avanza su relato nos va revelando que no somos bichos raros, que no somos muy diferentes al protagonista, que el mundo está lleno de Dedalus inseguros que tratan de administrar como pueden sus ganas de agarrar a piedra el poder y las instituciones.

Ese Dedalus sobrevivió y surgió al final convertido en artista, como el propio Joyce. Así también nos mostró que en cualquier sociedad cerrada era posible volar y salirse del molde de las tradiciones.

Cuatro décadas después puedo decir, como muchos, que cada época de la vida está marcada por amigos y libros que se van pero se quedan. Pero entre todos, “el Retrato” fue el que le abrió paso a la lectura como salvación para quienes pensamos, como Vargas Llosa, que vivir una sola vida es muy poquito.