Nuestra decimera Beatriz Ordóñez se muestra aterrada ante los peligros que hieren el mundo y que ponen en peligro a los niños. Al final, sin embargo, enciende un pequeño fósforo de esperanza.
La democracia agoniza.
En un mundo de locura
pocas veces la cordura
colectiva moviliza.
Nos espera una paliza
si el planeta no endereza
su rumbo y va de cabeza
a una larga tiranía.
No sirve la cobardía,
hay que luchar con grandeza.
Putin, Trump y otros dementes
descuartizan el futuro
desde un presente inseguro,
de amenazas inminentes.
Poderosos indolentes
adorados por millones
de seguidores lambones.
Narcicistas peligrosos
voraces y escandalosos
proliferan por montones.
El peligro es agobiante,
y el dolor tiene secuelas;
los niños en las escuelas
corren peligro constante.
Me da temor el infante
que no sabe que su vida
casi la lleva perdida...
Hay que proteger al niño,
y colmarlo de cariño.
Hay que sanar tanta herida.
Necesitamos más gente
comprometida de veras,
con intenciones sinceras
de una paz inteligente.
Un ejemplo transparente
nos dejó Nelson Mandela
y, aunque su ausencia nos duela,
iluminará un camino
que nos lleve a otro destino,
sin balas y sin candela.
