Daniel Samper Ospina
7 Abril 2024

Daniel Samper Ospina

COSAS QUE VA A INTERVENIR PETRO

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Me producía ansiedad la idea de que el presidente Berto -según firmaba él mismo los comunicados en que denunciaba en diversas lenguas un inminente golpe de estado- se nos convierta en rey (pienso en un Berto I y un Berto IV sucedidos por él mismo, pero bautizados por su director de Planeación, malo para los números como confesó) y que entonces comenzara a dictar decretos para sustituir de una vez al Estado de derecho: no en vano la voluntad popular está encarnada por él, con él y en él, y Berto no es un hombre sino un pueblo (ya no digamos Barichara, pero sí Zapatoca: o alguno, en todo caso, famoso por sus fiestas).

Me producía ansiedad, digo, hasta que me di cuenta de que él mismo podía ser la solución a mis problemas. Soy padre de familia de hijas adolescentes. Debo soportar estruendosas canciones de reguetón de día y de noche, cuadrar el despertador los fines de semana a las dos de la madrugada para recogerlas en fiestas y trabajar de forma ardua para satisfacer sus necesidades y caprichos, el último de los cuales fue asistir al concierto de Karol G: un espectáculo sobrenatural al que morían por ir, cuyas boletas laterales valen lo mismo que una reforma tributaria. Si son de platea, se pagan con los doce billones que, según Berto, se perdieron de la noche a la mañana en el sistema de salud. Y si son para la zona de VIP es necesario lanzar una vaca como la antioqueña, y recibir aportes del Clan del Golfo.

Berto diría —y acá estoy pensando por él— que Karol G es música uribista. Porque no podemos olvidar que en su —nunca mejor bautizada— toma por el Caribe, tuvo una intervención inolvidable en la que dijo que la música de ahora no dice nada (“no dice es nada”, en sus palabras) y la calificó como música uribista: “es música uribista para embrutecerlo a uno”. 

Lo dijo, para rematar, mientras su ministro de Cultura invitaba en una discreta carta pública, para nada melosa, al cantautor Silvio Rodríguez a un concierto “allí donde usted lo considere, quizás en el Caribe por el tema de la altura bogotana”: podría ser en Tolú, donde en plena gira Berto ofreció construir un aeropuerto internacional, o en la Alta Guajira, donde dijo que haría otro. 

Estamos ante un mandatario que une a los colombianos, que promueve el amor; estamos, en fin, ante nuestro próximo premio nobel de paz. Pero no faltan los enemigos del cambio que observan en las declaraciones de Berto un nuevo nivel de promoción de odios y polarización. En esas mismas ansias por dividir esta vez desde la música, Berto dirá que la trova antioqueña embrutece y que la trova cubana vivifica, en especial la de Silvio y la de Pablo, autor de la canción Todavía quedan restos de humedad, compuesta a su empleada como observación a sus labores de limpieza: “Todavía quedan restos de humedad. Le faltó limpiar acá”.

El ministro de Cultura podrá ir adelantando el catálogo de la música que embrutece y la que no, y promover un concierto en la frontera con Venezuela, con canelazo incluido, para personas no brutas en que se presenten Doctor Krápula, Cony Camelo y Concha Baracaldo. Contará con patrocinio oficial y será transmitido por RTVC. 

Mientras tanto, el uribismo, que para Petro es todo aquello que no sea petrismo, realizará una versión semejante a Estéreo Picnic en el parque Simón Bolívar en la que tocará a modo de preámbulo DJ Duke, y posteriormente se escucharán las rancheras de Marbelle y las arias de Abelardo de la Espriella, como estrategia para promover una temporada de lluvias que nos libre del apagón.

Más allá de lo que Berto considere, en ninguno de los dos eventos estaría Karol G porque su nivel excede lo que somos. Esa mujer vale mucho. Y sus boletas, ni hablar. Y acá empato entonces con la idea que me ha permitido sobrevivir al brusco giro del gobierno de Berto: el timonazo autoritario con que reaccionó al hundimiento de su reforma a la salud. 

Los ignorantes afirmarán que la que termina fue la semana en que el presidente se convirtió en Luis XIV, como si Luis XIV alguna vez se hubiera calado la enorme gorra que Berto estrenó esta semana en los actos oficiales. No sé si la vieron. Es gigante. Cabe todo su ego. La forma en que se la cala, además, produce la impresión de que está rapado, lo cual ha dado origen a especulaciones de todo tipo: algunas ligeras, como que se encuentra muy enfermo, y otras verdaderamente graves, como que se implantó folículos pilosos. Lo cual explicaría entonces por qué ordenó la intervención de las EPS: para que cubran ahora ese tipo de tratamientos y no deba pagarlos de su bolsillo: ¡Asamblea Reconstituyente Ya!

El hecho es que esta fue la semana en que Berto nos anunció que el Estado es él, aunque no sepamos casi nunca cuál es su estado. El Emperador Vitalicio de Ciénaga de Oro ha tomado posesión de la salud y lo hará, en adelante, de lo que haga falta. Intervendrá en todas las entidades del país, salvo en los grupos armados, frente a cuya reorganización interna el respetuoso comisionado de la Paz afirmó que bienvenida esa reorganización, que están en su derecho. Pero de eso hablaremos en la próxima columna.

Si la rama legislativa niega sus designios, Berto los impondrá por decreto. Si la rama judicial los declara ilegales, llamará a la gente a las calles. Algunos dirán que le falta pelo para la moña para aceptar los contrapesos de la democracia. En esa medida, ojalá lo de los implantes resulte cierto. Y otros dudarán de su destreza administrativa, pese a que el castigo a su voracidad de poder será hacerse cargo de sus ambiciones: administrar millones de pacientes con el mismo equipo de activistas que no pudo llevar unos carrotanques a La Guajira.

En lugar de oponerme a su grandeza, quiero aprovechar sus ímpetus de patriarca general para pedirle que intervenga mi casa. De una vez. Que nombre cuanto antes un gerente, sea el que sea (vecino o no de su conjunto de Chía, cuota o no del clan de los Torres) para que administre los caprichos de mis hijas adolescentes, y sus necesidades: que les pague la cuota para la chaqueta del último año; que les termine de financiar el tratamiento de ortodoncia. Que les diga, en fin, cuál música deben escuchar y cuál no, y de paso les organice vacaciones. Pueden ser en la costa. Por el tema de la altura de Bogotá. 

Y, naturalmente, que les financie las próximas boletas de Karol G. 

A cambio estoy dispuesto a trabajar en su casa de Santa Ana de Chía en lo que se necesite. Incluso limpiando los restos que queden de humedad.

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