Daniel Samper Ospina
22 Octubre 2023

Daniel Samper Ospina

DE RODILLAS ANTE PETRO

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Termina una de las semanas más dolorosas para el presidente Petro en el sentido literal de la expresión: la selfi de su rodilla, subida en su cuenta de Twitter, con que excusó su ausencia de cinco días, dio la vuelta al mundo e impresionó a media humanidad. No es una imagen apta para personas sensibles. En primer plano se ven las vetas resecas de la zonita afectada en un efecto cromático que permite, si uno concentra la mirada en un punto fijo, ingresar al interior de un planetario, como en los afiches que estuvieron de moda en los años noventa.

Ávidos de sangre —nunca mejor dicho—, los miembros de la oposición no tardaron en atacar al presidente por el gesto de transparencia de exhibir ante el mundo su sangre reseca y especularon con las probables causas de su caída: porque solo le buscan la caída. Y de forma doble: la recaída.  

Insensibles, como suelen ser, afirmaban que por una herida semejante a nadie le firmarían excusa médica; que por aquel raspón no le ofrecerían a ningún estudiante siquiera un agua aromática en la enfermería del colegio, sino que lo devolverían al salón, de inmediato. 

Pero, vista de modo objetivo, la herida amerita una incapacidad tan grande como la que ha mostrado el canciller, y así lo intuyó el presidente mismo, “el intullido”, por llamarlo de ese modo, que, en un ejercicio de transparencia pocas veces visto, compartió con el país la dimensión de su dolor.

Como es natural, la publicación despertó varias preguntas: ¿es ese el golpe blando que el presidente tanto ha denunciado? ¿Era esa la franja de gasa a la que se refería de forma tan desordenada en los más de 99 trinos que ha escrito sobre Medio Oriente? ¿Y cómo se cayó, desde cuál posición, si la herida es arribita de la rodilla? ¿Cómo está la tibia de un líder tan radical? ¿Por qué la herida ya tiene costra si en teoría es tan reciente? ¿Es esa la famosa Costra Nostra del clan de los Torres? ¿Esa es la paz de Petro? ¿El hermano de Petro es mamón?

El presidente no ofreció mayores detalles sobre el impase (apenas dijo que sucedió en Cartagena), porque es hombre de buen gusto y no quiere victimizarse por tan lamentable hecho, pero, como sea, resulta un acto de buena suerte que la caída haya sido de frente, como la de Martuchis, y no de coxis, como la que alguna vez sufrió Claudia López, porque otra sería la fotografía que estaría compartiendo con el mundo.

La escena sucedió el miércoles. Sus asesores temían lo peor: los periódicos habían abierto con la noticia de que un astro mundial se había lesionado la rodilla y confirmaron sus miedos al observar que el primer mandatario llegaba a su despacho renqueando. 

Convocaron entonces al ministro de Salud quien, poco a poco, se ha ido convirtiendo en el médico personal de los funcionarios del Gobierno: esta semana lo observamos asomado sin temor a la boca abierta del ministro Velasco, que de esa manera se ahorró lo del dentista: finalmente estaban en el Capitolio, el lugar ideal para examinar todo estilo de mordidas. El doctor Guillermo Alfonso por poco se remanga para meter mano, pero se contuvo: temía encontrar una muela coca en el preciso momento en que discutían la ley sobre cultivos ilícitos. 

Por fortuna, halló únicamente un pequeño trozo de cilantro atrapado entre los premolares, porque el ritmo de trabajo en el ejecutivo es tan intenso que no deja tiempo para el aseo oral después de apurar el ídem: el ejecutivo. El ministro no carga cepillo de dientes en el maletín. Para echar cepillo tiene su misma labia. Y de todos modos se reconoce a sí mismo como una sedita: así lo dicen en cada bancada. 

Ese trágico miércoles en Palacio decidieron manejar la crisis de forma parecida: el ministro de Salud, entonces, acudió al llamado, cuando observaron que Petro se había logrado levantar de la cama después de permanecer varios días encerrado en la alcoba presidencial por la terrible lesión.

—Lo que no comprendo —dijo la jefe de prensa María Paula Fonseca— es por qué en Europa se enteraron de esta noticia antes que nosotros: alguien está filtrando lo que pasa en Palacio.
—Lo importante —intercedió el ministro de Salud— es filtrar la rodilla, no la noticia.
—Es que hablaban de Neymar —aclaró Hollman, a quien también convocaron para manejar la crisis—: a Neymar le sucedió algo parecido y prácticamente el mismo día. Yo también me confundí.

El ministro de Salud analizó la situación con frialdad:

—¡Echémosle alcohol! —propuso el ministro.
—¿Pero no es muy temprano? —previno Hollman.
—Si es para soportar el dolor, es preferible que muerda un palo —añadió María Paula.
—Entonces llamen a Navarro —ordenó Hollman—, o que mande la prótesis.

Descartaron acudir a la EPS para pedir incapacidad médica porque temían que el servicio resultara óptimo y los hechos contradijeran su discurso.

Fue entonces cuando, sin mayores preámbulos, el presidente se remangó el pantalón y expandió él mismo, con sus propias manos, el virus del merthiolate por las heridas de la rodilla; y, ya puesto en esas, legó a la posteridad el momento con un retrato que sirve ahora como imagen de diagnóstico para las nuevas generaciones de radiólogos. Lo hizo todo con serena grandeza; con un desprendimiento que, esperamos, no suceda también en el ligamento.

Se cumple, pues, el miedo de Gustavo Petro de caerse en la Presidencia. Si se le observa caminar, no se diría que el hombre soporta un inmenso dolor: con razón dicen que las heridas se llevan por dentro. Únicamente una persona valiente por naturaleza, forjado en la más dura inclemencia de su pasado guerrillero, requiere como él de apenas cinco días calendario para recuperarse de tan impresionante ayayay: la llaga humana que soporta en la rodilla con el mismo estoicismo con que Cristo llevaba sus estigmas.

Dirán sus malquerientes que este tipo de cosas no sucederían con líderes más responsables de la izquierda: con un Navarro Wolff, por ejemplo. 

Pero lo dicen por envidia. Allí tienen, pues, al Neymar de la política nacional. Solo resta pedir cadena de oración con el pastor Saade, nuevo gerente de las aguas de la Guajira, para que la herida no gangrene y quede la imagen del primer plano de la rodilla para los libros de texto de historia: acaso para inspirar un fresco que se cuelgue en Palacio y deje a todos con la boca abierta para que, ya entrado en gastos, el ministro Jaramillo les examine los premolares. 
 


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