Daniel Samper Ospina
3 Marzo 2024

Daniel Samper Ospina

EN EL COCTEL DE ROY

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La noticia no podía resultar más importante: los embajadores Alfonso Prada, Guillermo Rivera y Guillermo Reyes, bajo el liderazgo sin igual del doctor Roy Barreras, convocaron a un elegante coctel en un salón del Club del Comercio para rendir honores a su nuevo jefe, el canciller Murillo, y demostrarle desinteresado afecto, estima auténtica, conmovedora amistad.

No todo el mundo domina el arte de la gratitud con la sutileza con que nuestros embajadores saben hacerlo; en especial el amigo Roy: un diplomático entrenado en el excelso arte de las atenciones bajo la inspiración directa del rey Charles de Inglaterra, en particular, y de la familia Windsor, en general, con quienes los Barreras han trabado bonita amistad. Su estadía en Londres lo ha convertido en un verdadero maestro de la cortesía. Para el ágape contemplaba aplicar al homenajeado la misma etiqueta que la Casa Windsor dispuso para su presentación de credenciales y pensaba mandar a recoger al nuevo canciller en carroza, y obligarlo a vestir con sacoleva y cubilete.

Pero como estamos en Circombia, trópico en el que abundan el ñame, los cubios y la envidia por igual, desde la emisora W Radio se dedicaron a boicotear la elegante recepción y el propio embajador en Inglaterra decidió cancelarla. Se quedaron, pues, las cajas del Casillero del Diablo pagas y el atril instalado para las palabras de exaltación al canciller de cada uno de sus subalternos. Se quedaron también cientos de huevos de codorniz con los palillos ensamblados y la salsa golf tiesa y cuarteada sobre cada recipiente.  

A cambio de coctel en su honor, el mismo canciller tuvo que manejar el ya famoso escándalo de los pasaportes: una trama de traiciones e intrigas en la cual —para resumir— la firma Thomas Greg and Sons ganó un contrato cuyo pliego fue diseñado por Álvaro Leyva and son; Greg and Sons fue único oferente —cosa que permitían los pliegos—, pero al presidente Berto aquel detalle le molestó y desde entonces la directora jurídica de Palacio contradijo a Leyva, Leyva contradijo a la directora jurídica, el secretario de la Cancillería los contradijo a todos, el nuevo canciller Murillo contradijo al secretario de la Cancillería y el ministro Bonillita contradijo al nuevo canciller Murillo, con lo cual  todo volvió a ser como al principio y —en el mejor de los casos— nos quedaremos sin pasaportes, salvo que sean diplomáticos como los de los oferentes del coctel. 

Coctel sin el cual pierde el país y aquellos sectores políticos que ya estaban convocados y que ahora se quedaron sin conocer el catering. Tendrán que conformarse con la Catherine. Juvinao. Pierden las páginas sociales de las revistas que habrían podido refrescarse con el ascenso de una nueva Jet Set, porque ¿cómo podría ser un coctel de izquierdas, con qué gente? ¿Aparecería el registro en el periódico Vida y no en la revista Hola? ¿Existe todavía la revista Hola? ¿Dejarían ingresar a Yo, José Gabriel? ¿Existe aún Yo, José Gabriel?

Lo primero es que no se llamaría coctel sino juntanza. No asistirían las hermanas Lara sino las hermanas Pizarro. No asistiría la Chiqui Echavarría, sino la sobrinas de la Chiqui García. No invitarían a Jean Claude Bessudo sino a Saúl Kattan. Saldría de la cancha María Paulina Espinosa e ingresaría Sandra Ramírez (a quien también llamarían la Pum Pum, pero por su pasado en las trincheras). Saldría Cookie Santo Domingo e ingresaría Imelda Daza. Saldría Felipe López e ingresaría Alexánder López. Saldría Christian Toro e ingresaría Alejandro Toro. Se harían presentes Conny Camelo, el doctor Krápula, Julián Román. Gustavo Bolívar con el esmoquin con que posó, mar adentro, para la portada de Semana. David Racero con el vestido azul eléctrico de tejidos ancestrales que vistió en la posesión. Gloria Gaitán exigiría decir unas palabras. Jaime Dussán pediría que le cambien el canelazo por whisky. Gloria Flórez propondría organizar una olla comunal con los volovanes de pollo y demás pasabocas. Vera Grave se bañaría en la piscina.  Irene Vélez asistiría de traje y tenis y, ya en esas, visitaría la cancha de polvo de ladrillo, donde estaría Ernesto Samper con la raqueta en la mano y Armandito Benedetti repasando una línea de cal. 

La primera dama ordenaría reemplazar el saxofón de fondo de Kenny G por un bullerengue y, mientras su maquillador Faddy Flórez le hace los retoques de rigor, encabezaría ella misma un trencito al que se sumarían la doctora Mejía (pero no María Emma sino Adriana) y Juan Mesa (de los pocos que conseguirían clasificar, aunque diciendo en la entrada que es primo de Isabel Zuleta, y no de los mismos Mesa de Marelbys).

Vicky Turbay, Mauricio Manzini y otras personalidades protestarían con pancartas desde el Carulla de enfrente por no haber sido convocados. Mauricio Vélez tomaría retratos a los invitados y los vendería con descuentos para familias para dicha de la ministra de Trabajo, que asistiría con su hijo contratista. Juan Fernando Petro tomaría la mejor presa del bufete y, como a toda presa, le exigiría votar por su hermano. Hollman Morris lanzaría un extra informativo del canal RTVC que presentaría él mismo con cara de chusco y la ceja levantada. Nerú llevaría camilla para hacer masajes en la zona neutra. Laurita Sarabia repetiría el vestido de moño con que conoció a los cacaos e inauguraría una placa para cambiar el nombre al salón y llamarlo ahora Salón Comendador Sir Roy Barreras Orden al Mérito. 

Gregorio Oviedo —esposo de la candidata a fiscal Amelia Pérez, el hombre que aspira a reemplazar a doña Walfa— insultaría desde su cuenta de Twitter a los que no clasificaron. El ministro de Defensa explicaría que don Oviedo no influye en doña Amelia y que en realidad lleva durmiendo en la cama de los suegros desde 1967. El detector de metales pitaría al salir Nicolás: lo conducirían al polígrafo -sería el primer coctel con polígrafo- y no le permitirían llevarse los cubiertos de plata escondidos en el gabán porque los necesitan para el coctel del día siguiente, convocado por Juan Martín Ferrer. Revista Semana publicaría una autopauta según la cual el cubrimiento del evento dobló en clics a Taylor Swift. Y el presidente Berto no llegaría nunca, pero mandaría al día siguiente una foto de su rodilla pelada.

*** 

De mi amigo Roy Barreras se ha dicho que es un embajador en casa, porque suele pasar más tiempo en Colombia que en Inglaterra, acaso porque no ha podido acostumbrarse a los buses rojos de Londres que, a diferencia de los de Transmilenio, son de dos pisos. Pero alguna vez expresé mi afecto por él y todavía hoy me declaro roycista, o roya, que es como nos llaman. Por eso contemplo organizar un coctel de desagravio en su honor. Asistirían personalidades a las que el propio Roy ha adulado alguna vez. Sucederá en la Media Torta, para que quepan todos. Confirmarán asistencia Uribe, Santos, Petro, con sus respectivos gabinetes. El rey Charles. Las hermanas Lara. Las hermanas Pizarro. Álvaro Leyva and son, Thomas Greg and Sons, el secretario de la Cancillería. Vicky Turbay, Irene Vélez. Amelia Pérez y su esposo Walfo Oviedo. Y Yo José Gabriel.

A lo mejor me critiquen por adular al adulador. Pero ya tengo la piel dura y cuarteada. Y en eso me parezco a la salsa golf que dejaron servida.

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