Daniel Samper Ospina
12 Noviembre 2023

Daniel Samper Ospina

LA ADICCIÓN DE PETRO

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Son poco más de las dos de la tarde cuando la discreta avanzada del servicio de escoltas de Presidencia de la República ya ha revisado el salón de Adictos Anónimos en el que en este momento hace su arribo, con un ligero retardo de tres horas, el señor presidente de Cokombia:


—Hoy tenemos una presencia muy especial —dice el guía de la reunión—. Por favor, preséntate.

—Mi nombre es Gustavo Petro… ¡Y quiero ser su presidente! —grita el mandatario con la arenga automatizada en la garganta.

—¿Perdón? —lo corrige el conductor del grupo.

—Disculpen: mi nombre es Gustavo —dice de nuevo—. Y soy adicto. 

Los presentes lo saludan en coro: “¡Hola Gustavo!”.

—Bienvenido, Gustavo. ¿Quieres un café?

El presidente pasa saliva, se relame.

—Sí, sí quiero. Gracias.

—¿Tinto? 

—Mejor perico, gracias. 

—Cuéntanos tu testimonio…

El presidente toma asiento en una de las sillas Rimax dispuestas en círculo que ocupan el salón; suspira para tomar impulso, y dice:

—Abrí mi cuenta de Twitter en el 2010 por recomendación de mi amigo Gustavo Bolívar, que por esa época promovía una colecta para recogerle gasolina al congresista Corzo, nuestro embajador, y todo iba bien al principio: seguía la cuenta de Mockus, que era la que estaba de moda; recomendaba amigos todos los viernes con el numeral FF… Para mí era una red social más, incluso amistosa. 

—A mí me sucedió lo mismo: yo en esa época me inventé el Twinto…—comenta otro que se pone de pie súbitamente.

—Cuéntanos tu nombre.

—Mi nombre es Vladdo… Y soy adicto.

—¡Hola Vladdo!

—Yo intenté el Twinto y la twitanasia…  

—Ah, pero te gustan los juegos de palabras…

—Como a todo Twistar… Vivía pegado a ese Twitter día y noche; hasta les respondía a los de La Bobada Literaria… 

—¿Y qué pasó?

—Que un día me descubrí diciendo “Buenos días, combo madrugador” y ahí supe que debía hacer algo con mi vida… Eliminé la aplicación…  Y luego volví, pero me fui dosificando hasta usar la cuenta apenas para difundir mi trabajo.

—Tu caso es un caso de éxito y nos ayuda a todos a demostrar que sí se puede —anima el conductor—: se lo vamos a mostrar a Matador que está pasando un momento de adicción muy difícil.

—Yo a veces siento que no puedo más —afirma otro mientras se levanta de la silla.

—¿Y tú eres? 

—Me llamo Álvaro y soy adicto.

—¡Hola, Álvaro!

—Digo que a mí me pasaba lo mismo; la misma Lina me decía: “andá a ver cómo están los nietos, montá en la yegua alrededor de Jorgito” … Y yo era dele y dele al Twitter, difame acá, difame allá; le decía a Lina: “dejame pongo dos trinitos más, dos trinitos y me levanto”, y esos dos trinitos eran quince, eran veinte horas, diciendo “Comunidad informa” y escribiendo lo que se me viniera a la cabeza.

—A mí me pasa igual: soy Vicky y soy adicta, y me pasa lo mismo: le digo a mi esposo Jose que voy a poner dos trinos para promover una columna y se me va el día en eso… Me engancho, no puedo parar…

—Pero continúa con tu historia, Álvaro —pide el conductor.

—Me comía las letras para que me cupieran más palabras, porque en mi época de mayor adicción se podían usar máximo 120 caracteres: y yo era dele, que Far Santos dijo esto, que terrorista Far dijo otra cosa… 

—Escribir como si uno dictara un telegrama, sí, a mí me pasa: soy Rudolph y soy adicto, aunque desde hace poco.

—Hasta me suspendieron la cuenta—continúa Álvaro sin escucharlo.

—¿Y cómo te sientes ahora?

—Mejor: desde que se fue del poder Santos traidor, Santos canalla, le he ido bajando. Y hasta abrí Threads.

—Yo ponía cosas sin sentido ni puntuación: una vez escribí: “Jamás desobedezco un semáforo con motos, jamás motos o carros con licuadoras luminosas…”.

—Preséntate antes…

—Ah, verdad: soy Enrique, y soy tuitero en recuperación. Una vez, para desconectarme, me fui al monte y di un paseo y me perdí; y por eso volví a usarlas.

Muchos pacientes levantan la mano para participar; el conductor apenas pide calma y recuerda a todos que hay un invitado especial.

—Continúe, señor presidente: íbamos en que abrió su cuenta como en el 2010.

—Más o menos, sí… ya no recuerdo. No recuerdo cuándo fue que eso me tomó ventaja y comencé a reaccionar a cada noticia, y nunca revisaba lo que escribía… 

—Yo tampoco reviso: una vez compartí una noticia de Actualidad Panamericana… Ah, y soy Pacho. Y soy adicto.

—Comencé a compartir la foto de un actor porno diciendo que era un estudiante de Física Cuántica de Boyacá… Y una cosa me llevaba a otra. Descubrí que mientras más rabia hacía salir, más me seguían, y entonces puse fotos de hospitales venezolanos a punto de caerse y decía que eran colombianos… fotos del metro de Rusia como si fuera mi metro en fase 3… Una vez repliqué fotos de un simulacro con heridos y dije que era una masacre… 

—¿Y qué te hizo venir por acá, lo de decir que Isabel Allende es hija de Salvador Allende?

—No… Lo de Gaza…

—Claro, se quejan de lo de Gaza pero no dicen nada de Ucrania…

—¿Y tú eres?

—Soy @andre46789… Un bot.

Un silencio se tensa en el ambiente. Alguno pide incluso que lo saquen, que lo bloqueen.

—¿Y de qué bodega eres? —trata de mediar el guía.

—¡Una pagada por Rusia! —acusa Enrique.

—¡Cuál Rusia ni qué ocho cuartos! —-responde el presidente. 

—Hagamos silencio, respetemos la dinámica —pide el organizador— y demos la bienvenida a Margarita Rosa que de nuevo regresó: siéntate allá, tranquila… Acá las puertas nunca se cierran…

La dama saluda a los presentes, en especial al presidente, quien prosigue: 

—Con lo de Gaza —continúa— me despiporré, como digo yo:  no dormía, trinaba sin parar… Cincuenta, sesenta veces al día… Daba RT a trinos con insultos a periodistas; retuitaba cuentas parodia sin darme cuenta y me sentía libre: podía poner faltas de ortografía, señalar enemigos, lo que se me diera la gana… Hasta que una madrugada puse el famoso trino… 

—Guarda el celular, Álvaro —pide el organizador.

—Es solo para leer, no para trinar…

—Guárdalo: cuida las comunicaciones, como tú mismo decías —afirma el organizador mientras se lo decomisa—. Continúe, doctor Petro: ¿cuál fue ese trino?

El presidente toma el celular y lo lee con la voz temblorosa-:  “La solicion a la crisis climática, la derecha vuelve q soñar con ahitler y conquiafa la.mayoría de los.pueblos ricos y aeios denoccidente y nuestras oligarquías que no ven otro mundo en donde vivir que el de.los.malls de la.Florida”. Claro que al día siguiente lo borré.

Los presentes quedan abatidos, impresionados. Suenan toses aisladas.

—Twitter me lo dio todo: gracias a Twitter pude conocer a Nicolás Guanumen o Ninco Daza y otros tuiteros a los que terminé nombrando como diplomáticos. Pero me está dejando sin vida. Si dejo de trinar media hora, tiemblo, siento palpitaciones. No me concentro.

El salón de nuevo se sume en un murmullo del que salen cuando el organizador advierte que ya pasó la hora. Los adictos se ponen de pie. Algunos se marchan sin despedirse, otros lo hacen de mano. 

—Si ven a Daniel Samper Ospina, por favor díganle que venga, que es un caso de estudio: está cada vez peor, opina de cualquier tema, tuitea todo el día; bloquea a todo el mundo —dice en voz alta el organizador.

—Claro, se quejan de Daniel Samper pero no dicen nada de JotaPe Hernández —afirma el bot @andre46789.

Son las cuatro de la tarde pasadas cuando el presidente se escurre en el asiento de su camioneta blindada y, contra su propia voluntad, y con la mano temblorosa, saca de nuevo el celular. 


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