Caminando por la décima
4 Febrero 2024

Caminando por la décima

LA NOVELA EN DÉCIMAS

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El viernes pasado, ante una concurrida asistencia, el escritor Juan Gabriel Vásquez tomó posesión de su nombramiento como miembro correspondiente de la Academia Colombiana de la Lengua.

La llegada de Vásquez estuvo precedida el 26 de noviembre por la del historiador y ensayista Juan Esteban Constaín. Forma parte de la corriente renovadora que se ha propuesto impulsar la Academia al cumplir 150 año de fundada, y contempla la vinculación de más hombres y mujeres destacados en las letras y la gramática.

El premiado novelista analizó en su aplaudido discurso de posesión el papel de las ficciones en la sociedad y en el idioma. Le dio la bienvenida en nombre de la institución el periodista y académico Daniel Samper Pizano, en un discurso en honor de los novelistas colombianos.

Como parte de su intervención, y a manera “homenaje cariñoso y risueño al nuevo académico”, el columnista de Los Danieles escribió 42 décimas que contienen, según expresó, una Breve historia extensa de la novela colombiana. En ellas nombra a más de ochenta autores nacionales de ficciones.

Fueron leídas presencialmente por el autor y la actriz Katherine Vélez, que prestó su colaboración en la ceremonia.

 

BREVE HISTORIA EXTENSA DE LA NOVELA COLOMBIANA EN DÉCIMAS

Acápite en homenaje a Silva en séptima consonante y octava real

“Una noche de murmullos”, 
cantaba José Asunción 
en la lírica mansión 
donde vivía con los suyos. 
Mencionaba los cocuyos 
las ranas y la humedad 
del helaje en Bogotá.

Sus nocturnos son gemidos, 
ensoñaciones y ruidos
dignos de fosa o de huesa 
o una exangüe luz del día. 
Nada pesa en su poesía, 
pero otra cosa es su prosa... 
(Parece una enorme losa 
su novela Sobremesa.)

Soledad, mi tía lejana, 
isla en la literatura, 
escritora prematura 
de la historia colombiana. 
Recia dama bogotana, 
combatió hombro con hombre 
hasta forjar un renombre 
para la posteridad. 
Fue así mi tía Soledad: 
un estado, más que un nombre.

En su núbil compromiso 
un ave negra veía 
la enamorada María 
en la hacienda El Paraíso. 
Mas se enfermó de improviso: 
¡pobre Efraín, pobre suegra, 
a quienes ya nada alegra! 
María murió y fue enterrada. 
Y en una tumba, parada, 
se burlaba el ave negra.

Esclavista es, no lo dude, 
la historia del Real Alférez: 
revende negras mujeres 
y a negros hombres sacude. 
A cualquier tópico acude: 
un romance entre tapices 
muy clasista y sin deslices, 
pone Eustaquio de pantalla. 
Y atrás, afirma el canalla, 
los siervos sufren felices.

Más que bueno fue exitoso,
y fue más cursi que fino.
Lo llamaron el Divino
y solo era escandaloso.
Vargas Vila fue vicioso,
vacuo, vejador, vendido,
vinoso, venal, valido,
volteriano, vagaroso
victimista y vanidoso,
cual la V de su apellido.

No es cosa de Disney, no,
pero este caballo hablaba.
Él mismo se preocupaba
por contrarlo, y lo contó.
A Marroquín relató
su vida atado a reatas;
sus cosas tristes y gratas
en la vieja Santafé
y en la sabana, hasta que
el Moro estiró las patas.

Gran figura bogotana, 
don Clímaco Soto Borda 
a menudo armó la gorda 
su chispa audaz y profana. 
Fundó la novela urbana 
con un idilio en malhora 
de un señor y una señora 
que fueron muy infelices 
entre alcohol y meretrices. 
Esa es Diana cazadora.

“¡La selva se los tragó!”, 
finalizó José Eustasio 
La vorágine, y despacio 
en el horror nos sumió. 
Qué debacle nos legó 
aquella historia pasada: 
la cauchería, ya agotada, 
fue el fatum de Arturo Cova; 
la ganadería hoy nos roba 
y la selva está arrasada.

Caballero Calderón 
y Manuel Mejía Vallejo 
fueron el más fiel reflejo 
que dio su generación. 
Y Antonio, culto y guasón, 
el hijo de Caballero, 
que fue frustrado torero, 
empleó el humor como medio 
y relató sin remedio 
la Iliada de Chapinero.

Con tres pares de cojones 
Elisa, Fanny y Helena 
destruyeron la cadena 
que reservaba a varones 
la escritura de ficciones. 
Y diré, aunque haya pelea: 
cualquier wayú se marea 
y sufre terribles daños 
si llega a pasar cuatro años 
a bordo de Zalamea.

Eran las dos muchachitas
casquivanas y preciosas; 
las hermanas Hinojosas 
por la historia están descritas. 
Fueron mozas favoritas 
de próceres inmortales 
y sus juegos maritales 
saltaron a la ficción. 
Ya aconductada su acción, 
prosperaron con Morales
Se anticipó lustros varios
a la que ya se asomara:
una narrativa rara,
con unos nuevos temarios.
Cuentos revolucionarios
distintos a lo común
con enome influencia en un
clan costeño inspirador.
Fue don Pepe Fuenmayor,
genuino abuelo del boom.

Cepeda ha sido escritor, 
parrandero, periodista, 
de gallo buen mamador 
y cinematografista. 
Como compadre, el mejor: 
mientras su risa se expande 
no hay mal paso que él no ande. 
Qué chispeante su cultura, 
qué ágil su literatura, 
qué grande La casa grande…

La comarca de Macondo, 
el nido de los Buendía, 
en otros tiempos creía 
que el mundo no era redondo. 
Hasta que un mago lirondo 
rodeado de soledad 
explicó a la humanidad 
con su barba y su bastón 
la maravilla que son 
cien años de gabedad.

Le falta espacio al que escribe,
pero le sobran pretextos,
para celebrar los textos 
que nos regala el Caribe. 
Nadie opinar me prohibe 
que fantasear tiene un dueño 
y es el escritor costeño 
(nombré a Macondo de aposta). 
Sin duda ha sido la costa 
la fábrica del ensueño.

Estrambote asonante en séptima

Un estrambote destaca 
a Marco Schwartz, Alba Pérez, 
Jota Mercado, Illián Baca, 
Olaciregui, Junieles, 
(¿a Caputo cité abajo?) 
Eva Muñoz, Mora Vélez 
y otros que nombro a destajo.

Él se inventó el narcocuento, 
vio rezar a los sicarios 
y en relatos perdularios 
eternizó aquel momento. 
Luchó contra el esperpento 
de mal modo, que es su modo; 
atacó con lengua y codo 
y empuñó, gritando ¡basta!
su misión iconoclasta. 
¡Vallejo sacudió todo!

Cantó a la tierra caliente, 
a los mares y a los ríos, 
a los puertos, los navíos, 
la montaña y la pendiente. 
Vivió la vida de frente; 
Maqroll fue voz de su coro 
con una rubia y un moro; 
fue pirata, fue errabundo 
y, una vez creó su mundo, 
hizo Mutis por el foro.

Eremita tropical, 
pocos con él han hablado 
pues se esconde y es callado 
y huidizo en lo habitual. 
Es Tomás, en general,
avaro con su presencia 
y más parece, en esencia, 
ser un fantasma precario. 
Pero su obra es, al contrario, 
de acerada consistencia.

Metódico es el trasunto 
de ganar o de perder. 
Así lo deja saber 
Santiago Gamboa, y al punto 
pasa a escribir de otro asunto. 
Sin embargo se le olvida 
qué método nos convida 
o qué conducta ejercer 
para poder obtener 
un mugre empate en la vida.

Novelista desde niño, 
lo vi sus textos mostrar 
a quien pudiera ayudar 
con un consejo o un guiño. 
A mis recuerdos me ciño 
al evocar las canteras 
de una vocación de veras. 
Escritor de fuerte tranco, 
Jorge dio el golpe más Franco 
con su Rosario Tijeras.

¡Qué ruidajo hacen las cosas
cuando tropiezan y caen, 
y qué eco tan fuerte traen 
por pesadas y ruidosas! 
Terribles y estrepitosas, 
siembran pánico en la gente
y asustan al más valiente 
hasta arrugarle la piel. 
Pero Vásquez Juan Gabriel 
escribe y calla sonriente.

La obsesionan la violencia 
la locura y el amor 
y su prosa es un primor 
por su estilo y su sapiencia. 
Premiada con insistencia, 
orfebre del español 
y orgullosa de su rol, 
para que el mundo la vea 
Laura Restrepo broncea 
sus delirios bajo el sol.

Escribió sobre su padre 
un texto estremecedor 
que condensaba el dolor 
de un atentado cobarde. 
También, sin mayor alarde, 
al amor le hizo un esguince 
como si cumpliera quince 
y no su madura edad. 
Esta fue tu salvedad, 
Héctor Abad Faciolince.

Cocinar una novela 
es como escribir un plato: 
hay que cuidar la olla un rato 
y al lápiz darle candela. 
Cualquiera sigue esta escuela. 
El problema de Quiroz 
es más complejo y atroz 
pues el secreto es que trate 
de que la trama remate 
sin que se queme el arroz.

Si quería William Ospina 
hurgar nuestras entretelas, 
sus históricas novelas 
nos dieron canela fina. 
Veo que Constaín se inclina 
desde la Mezquita Azul 
bajo efectos del Red Bull 
a escribir sobre el pasado. 
Por eso espero sentado 
un novelón de Estambul.

Cuando Antioquia era una olla 
de guerra cruel y violenta 
surgió quien mejor la cuenta: 
el profe Pablo Montoya. 
Su vida se desarrolla 
con vocación de argonauta 
bajo una variada pauta: 
ensayo, cuento, poema … 
Por difícil que sea el tema, 
siempre le suena la flauta.

En la torva oscuridad 
explora Mario Mendoza 
la caldera bulliciosa 
que hierve en toda ciudad. 
Al tiempo, desde otra edad, 
Pedro Gómez Valderrama 
a un teutón genial proclama 
y aumenta la rayadura 
(esta es metáfora pura) 
de un tigre que ruge y brama.

Realista, Rafa Baena 
pinta este país violento 
y describe con talento 
en dinámicas escenas 
batallas malas y buenas. 
Sonriente, Carlos Castillo 
repite un mismo estribillo: 
“Mi libro es obra acabada: 
las solapas, la portada … 
Solo me falta escribillo"

Extraordinaria poeta, 
dio un salto hacia la novela, 
y, como el más lento vuela, 
se hizo en su tierra profeta. 
Las claves de su receta 
son el amor, la verdad, 
las parejas y la edad. 
Su mirada de mujer 
hace a los hombres querer 
que tenga piedad Piedad.

En sus novelas (no flacas) 
Ricardo Silva ha contado 
historias de hoy, del pasado, 
y de un MAN llamado Cacas. 
Barroca y también berraca, 
su prosa es un tibio abrazo 
que envicia paso por paso, 
como el fútbol o el alcohol. 
A mi juicio, es Autogol 
su más sabroso golazo.

El codiciado Alfaguara 
diéronle a Pilar Quintana, 
que lo ha recibido ufana 
y así otro premio acapara. 
La perra, su obra preclara, 
sin apremios, sin afanes, 
tiene ya miles de fanes; 
y sin afanes ni apremios 
seguirá ladrando premios 
hasta ganar el de canes.

Mientras Albalú trinaba, 
tejía Germán Espinosa
y Evelio, pluma furiosa, 
a Bolívar enterraba; 
Solano a Corea viajaba, 
Juan Sebas volvía a comer, 
Melba, feliz sin saber, 
escribía a García Robayo 
(de quien Antonio es tocayo) 
y Fayad velaba a Esther.

Y agora, con sones gratos 
que cantan hasta los mudos, 
pregonaré unos saludos, 
como hacen los vallenatos. 
Saludo por sus retratos 
sobre la gente sencilla 
a don Tomás Carrasquilla. 
Saludo a Julio Paredes 
y doy mi Pax, ante ustedes, 
al hijo de La Perrilla.

A Azriel saludo: “¡Shalom!”; 
desde su historia judía, 
que viene, yo apostaría, 
del tiempo de Telecom. 
Entre tanto el Uncle Tom 
tiene aquí quien lo rebata, 
porque el negro y la mulata 
han encontrado los sellos 
de un autor que habla por ellos. 
Se llama Manuel Zapata.

Desde Chambú hasta Changó
de Tránsito al Arzobispo, 
vuela un gallinazo pispo 
que una rosa masticó. 
Saludo a Andrés, que murió 
cuando más nos prometía, 
a Efe, Toá, Geno Díaz, 
Moreno Durán, Alape; 
que Triviño no se escape, 
ni Suescún, ni el buen Matías.

Y saludo a Mallarino, 
a Londoño, tan mohino, 
a Andrés Arias y al otro Arias 
(pues tenemos Arias varias). 
A Esteban, un paisa fino; 
saludo a Burgos Cantor; 
a Gossaín, gran señor, 
que cultivó mala yerba. 
Eso a Medina lo enerva 
y a los Alvárez, peor.

A Sánchez Baute saludo 
(ya vamos llegando al fin). 
Él, con Abel y Caín, 
explicar el país pudo. 
A Miguel Torres acudo 
pues en sus libros están 
clamores de sangre y pan: 
las claves de aquel abril 
en que un siniestro 
albañil dio muerte al líder Gaitán.

Serrano recrea la historia; 
Naum Montt monta la pluma; 
Pinzón y Marvel se suman; 
María Ospina anda en la gloria. 
Es siempre la misma noria. 
Nos vamos a detener 
antes de que, por joder, 
vestido de novelista 
se nos incruste en la lista 
el entromiso Samper.

Yo ya no saludo más 
porque la audiencia se aburre 
aunque me parezco al gurre 
por mi paciencia tenaz. 
Y Juan Gabriel es capaz 
de soportarme sin mengua 
pues su entusiasmo no amengua 
y tiene activa la mecha 
al festejar que en la fecha 
le coronaron la lengua.

La nómina está incompleta. 
Faltan muchos novelistas 
que no salen en las listas 
por a, be, ce, equis, ye, zeta. 
Se me agotó la receta. 
A muchos los desconozco, 
no están otros que conozco, 
algunos se me olvidaron 
o simplemente no entraron 
por error. Lo reconozco.

Explico la impertinencia 
de este homenaje sencillo. 
Quien cuenta es un Pepe Grillo,
una voz de la conciencia. 
Mintiendo con transparencia, 
luminosa como un rayo, 
la novela, sin desmayo, 
nos señala al rey desnudo: 
lo que la historia no pudo 
y no consiguió el ensayo.

Estrambote final consonante en séptima

El novelista es un grito, 
un despertador contrito 
que rescata del letargo 
con su terca cantaleta 
a un país dulce y amargo. 
Y ahora sí, no más carreta: 
pido perdón y me largo.

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