Daniel Samper Ospina
17 Marzo 2024

Daniel Samper Ospina

PETRO SE PARECE A CHÁVEZ

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Esta semana, el presidente Berto dijo que RCN y Caracol embrutecían, aunque no precisó de qué manera: ¿de qué forma lo hacen, exactamente? ¿Consiguen que a uno “le den duro las matemáticas”, como le sucede al nuevo director de Planeación? ¿O se refería el presidente a los informes noticiosos que publican con vehemencia casos de corrupción que han sacudido a su gobierno, como el de los carrotanques de La Guajira, pero omiten deliberadamente noticias como los avances de la construcción del tren moderno, elevado y eléctrico, que ya va por Chigorodó? 

Lo dijo un día después del célebre episodio del reality La casa de los famosos en que el marido de la actriz Nataly Umaña ingresó a la casa-estudio para devolver el anillo de bodas luego de observar en vivo y en directo las infidelidades de su amada con un cantante panameño: un fascinante capítulo de pornomiseria para inhalar en estado puro apenas comparable al de Protagonistas de novela del año 2012 en que Óscar le gritó a Elianis “estúpida tuerta”. 

Seguramente el presidente Berto siguió aquel capítulo como lo hizo media Colombia y, con la autoridad presidencial que le permite sustituir al crítico Ómar Rincón al menos por un ratico, arreció en sus comentarios sobre los dos canales que más visitaba como candidato presidencial, mientras en Win Sports y Canal Uno celebraban la omisión de sus marcas y destapaban champaña.

Cualquiera podía advertir en el gesto de Berto un comentario autoritario semejante a los de Hugo Chávez porque ¿qué busca acaso el presidente? ¿Dictaminar cuáles contenidos embrutecen y cuáles no? ¿Fundar su propio Telesur? ¿Cómo se llamaría? ¿El Petrosur? ¿Con qué tipo de espacios llenaría la programación? ¿El Minuto de Dios con el pastor Saade? ¿El show de Suso El Paspi bajo la animación de su hijo? ¿El Boletín del Consumidor, presentado por Armandito Benedetti? 

Pero eran teorías exageradas: la única manera de afirmar que Petro se parece a Chávez es que convoque a una Asamblea Nacional Constituyente que, de paso, le permita tapar el fracaso general de su gobierno: ¡ese día hay que temer! Mientras eso no suceda, lo demás son meras exageraciones.

Tras el dictamen de Berto, entonces, obedecí sus órdenes y me exilié en Netflix donde salí de una deuda que acumulaba por meses: observar La sociedad de la nieve, la famosa película que cuenta la historia de unos jugadores de rugby cuyo avión cayó en la cordillera de los Andes y, tras días de abandono, se vieron en la obligación de tajar delgadas rebanadas de los cadáveres de sus compañeros para ingerirlos a modo de proteínas. Era eso o la muerte, y vale decir que lo hacían con respeto: no era cosa de que se acercaran a pedir el corte del día o a indagar si quedaba algo diferente a chatas o muchacho: acaso un brazo de reina.  

Alcancé a imaginar lo que habría sucedido si el accidente hubiera pasado en nuestro país: si un avión de Satena transportara a la titular del Unión Magdalena y los jugadores terminaran accidentados en las nieves perpetuas del pico Bolívar, en la Sierra Nevada. El resultado no habría sido una película dramática digna del Óscar, sino El paseo 9: la abuela conoce la nieve.

Pero observar la cinta me estaba condenando a un estado psicótico por culpa del cual, en adelante, no habrá vuelo en que no autorice a mi vecino de puesto que se sirva de mi cuerpo en caso de emergencia, acaso como postre: a modo de cuajada. 

La forma en que se devoraban unos a otros, y en que rajaban y comían del muerto, me recordó de nuevo la realidad política nacional y no tuve más remedio que abandonar la película.

Caí en la tentación de desobedecer el mandato presidencial y regresar de nuevo a los canales nacionales: Caracol, RCN. Pero si el presidente decía que embrutecían, era por algo: a lo mejor siguió todas las entregas de Sin tetas no hay paraíso, de Gustavo Bolívar, y llegó a esa conclusión. Puede ser, incluso, que lo haya nombrado director de Prosperidad Social para impedir que continuara escribiendo narconovelas. En tal caso, habrá valido la pena su gobierno.

Me resguardé entonces en RTVC, pero, tan pronto como lo sintonicé, una periodista se refería a unos colegas llamándolos “malparidos payasos de mierda”; emigré posteriormente al canal del Congreso, donde el desorden en el recinto-estudio era peor que el de la Casa de los Famosos: el senador Jota Pe confundía la Cámara alta con la cámara de su celular y —vulgar y machista— se grababa insultando a María José Pizarro, mientras ella lo llamaba a los alaridos “perro rabioso”, que es el nuevo “estúpida tuerta”; el ministro de Salud respondía con carcajadas al periodista que le preguntaba por qué alquiló un avión que nos costó mil millones de pesos; el ministro Velasco amenazaba con mostrar la muela coca a los senadores que no votaran en favor de la reforma a la salud; y el anillo del senador Name duplicaba en quilates y tamaño la sortija matrimonial de Nataly Umaña (quien en esta nueva fase del gobierno suena como ministra, acaso del Interior, que es la prenda con la que camina por toda la casa-estudio). 

La política embrutece más que la televisión. Antes de que Berto aplique cualquier tipo de censura, sugiero a los dos canales que transmitan de nuevo programas de los años noventa —la década a donde nos quiere regresar el Gobierno con la reforma a la salud—  con los que el presidente se pueda identificar, para que no se queje: Café, al cual es adicto (pero en la versión protagonizada por la Mencha, naturalmente); o The Nanny en una reelaboración criolla protagonizada por Marelbys Meza; o Laura, por favor en honor a su mano derecha.

Incluso Vuelo Secreto, siempre y cuando rinda homenaje al chárter de mil millones del ministro de Salud y no a lo que sucedió al equipo del Unión Magdalena durante la grabación de El Paseo. Eso les pasa por no haber tomado el tren elevado, moderno y eléctrico desde Chigorodó.

***

ADELANTO DE LA PRÓXIMA COLUMNA
Me dispongo a redactar la Constitución de Petro para publicarla en la próxima edición de #LosDanieles. Incluirá normas como estas: 

Artículo 1.
Todo hombre que duerma desnudo, sea adicto al café y/o tenga dos hijos que se llamen Nicolás, podrá ocupar la presidencia de forma indefinida.

Artículo 2. 
Todo aquel que haya nacido en Zipaquirá podrá decir que lo hizo en Ciénaga de Oro.

Artículo 3. 
Se creará la agencia aeroespacial colombiana que tendrá como misión expandir el virus de la vida por las estrellas del universo.

Comparta sus aportes con el numeral #EnLaConstituyenteDePetro antes de que nuestro Estado de derecho quede como el matrimonio de Nataly Umaña.

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