Daniel Samper Ospina
29 Octubre 2023

Daniel Samper Ospina

SOLO EN COKOMBIA

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Cada semana en Circombia es una caja de sorpresas y para la prueba los sucesos de la que acaba de pasar, ni más ni menos la previa al día de las elecciones en la que todos debemos definir el voto (asunto que espero resolver al final de esta columna): haciendo gala de una valentía a prueba de balas, de un conmovedor estoicismo, el presidente Petro arrastró la herida de su rodilla por la China donde fundó “Cokombia”, el país que bautizó a las carreras desde su cuenta de Twitter: una nueva nación desde la cual anunció que todavía era posible soterrar el metro bogotano. Sí: por módicos 15 billones de pesos y un tiempo adicional de 10 años (cálculos de la alcaldesa Claudia López), la capital de Cokombia podrá estrenar la primera línea del metro en el 2033, cuando los implantes capilares de Óscar Iván Zuluaga le lleguen a la cintura y el país se prepare para ser sede del Mundial de fútbol, propuesta de Gustavo Bolívar con la cual aspira a ganar la alcaldía de Bogotá:  solo en Cokombia.  En un debate reciente, el candidato nos regaló esa esperanza, ese sueño: el sueño y la esperanza de situarnos en el 2038, tomar el metro soterrado en la estación Laura Sarabia, bajarse en la del Campín y asistir a un partido Israel-Palestina narrado en tiempo real por el expresidente Petro en más de 99 trinos desde la obsoleta red de Twitter, o X: una red que —para entonces— utilizarán únicamente el mandatario de Polombia y el de Cokombia para ventilar sus disputas ideológicas. 

Secuestraron a los papás de Lucho Díaz. Petro propuso un plebiscito para el metro y una reforma para la Constitución. Quemaron la sede de la Registraduría y asesinaron a una funcionaria y el presidente culpó al Consejo Nacional Electoral por haber inhabilitado hace 15 días a un candidato: por poco dice que se lo merecen. Iván Mordisco, jefe de la guerrilla, y Camilo González, comisionado del gobierno, anunciaron en un comunicado que instalarían la jornada electoral en Popayán, para sorpresa del ministro de Defensa y del propio presidente. A sus 90 años, la exgobernadora Cielo Gnecco se acomodó el pañal, empuñó el bastón y apretó el paso para fugarse de la justicia, y las autoridades han sido incapaces de alcanzarla; la secretaria de confianza de Armandito Benedetti acusó a Laura Sarabia de tomar a escondidas su tarjeta de crédito y sacarle humo en los datáfonos de España: imagina uno a Laurita comprando polígrafos y maletas de cremallera en el Corte Inglés sin reparar en el precio, y siente envidia. En debate televisado, Darcy Queen le pidió a Jorge Enrique Robledo que no se durmiera. Un documento de la inteligencia mexicana reveló que los Char pueden tener vínculos con el cartel de Sinaloa para mover más de cien mil millones de pesos en elecciones: dinero suficiente para comprar muchos ramos de flores, as always. Y el Consejo Nacional Electoral dejó en firme la sanción contra el ingeniero Hernández, con lo cual prácticamente sentenció su retiro definitivo de la política. 

Es una lástima. El ingeniero es un arma cargada de futuro. A diferencia de lo que pide Zuluaga a su peluquero, la carrera del doctor Hernández apenas despunta. Es el presidente que el país necesita para recibir a las delegaciones mundialistas en el 2038 y entregar la Cruz de Boyacá a Thiago Messi, capitán de la selección argentina, cuando se hospede en el Vichada y el ingeniero, como presidente, haya averiguado eso qué es: “¿el Vichada? ¿Eso qué es?” 

A menudo me pregunto qué habría sucedido si, en lugar de cumplir su deseo de aparecer en el programa de Jaime Bayly, el ingeniero hubiera remontado los 700 mil voticos que le faltaron para ser presidente y que, en cambio, gestionó el hermano de Petro en la cárcel la Picota, según confesó con orgullo en el programa de Los informantes. Harto de todo, ¿se habría largado ya en una motocicleta Harley Davidson a lugares donde sí lo valoren, como la Argentina de Milei, o el Salvador de Bukele, o Sibaté? ¿O, enamoradizo, como es, perseguiría él también a Cielo Gnecco para vivir un idilio que les permitiera llegar hasta el ídem?

El país sería otro. Acostumbrado a gobernar desde su piscina de Piedecuesta, con el dije de oro bamboleante en las tetillas, al ingeniero le habría dado pereza viajar a la China (“¿A la China? ¿Eso qué es?”); en lugar de redactar trinos maníacos de día y de noche, publicaría coreografías en Tik Tok; en caso de caída, no subiría la foto de un raspón de su rodilla, sino una radiografía de la cabeza del fémur. Y no cerraría su discurso de la ONU con una frase florida, sino con un regaño a todos los representantes:

—Todos ustedes son barrigones que no sirven para nada: ¡póngasen a trabajar!

No tendría obsesiones con el metro de Bogotá: a lo sumo con las basuras de Bucaramanga. Delegaría el gobierno al escritor William Ospina, su ministro en simultánea del Interior, de Minas, de Educación y de Hacienda, y a su mamá, la canciller, y poco se referiría a la guerra de Medio Oriente: acaso prometería llevar a judíos y palestinos a conocer el mar Muerto; armaría fiesta en el mar Arábigo en un yate con mujeres que podrían ser sus hijas; amenazaría al jefe de Hamás con pegarle su tiro, malparido, y afirmaría a las autoridades de Israel, tan dispuestas a aplicar la ley del Talión, que él se “limpia el culo con esa ley”.

Eso sí: mientras tanto, Petro incendiaría las redes sociales con videos en que se preguntaría: “¿qué hace Rodolfo metiéndose en la guerra de Medio Oriente y no en la guerra de Arauca?”, y promovería un largo y doloroso estallido social hasta que su elección presidencial fuera un destino inexorable y estuviéramos como ahora: con el fundador de Cokombia tratando de imponer como presidente el metro que fue incapaz de iniciar como alcalde, mientras ventila la herida de su rodilla en viajes internacionales.

Qué semana. Y todavía faltan las elecciones, el día cumbre del agobio. Exigiré de modo especial a Carlos Fernando Galán que esté a la altura de las expectativas que consiguió despertar porque he decidido ofrecerle la confianza de mi voto con la esperanza de que la primera línea del metro suceda ahora y no cuando comience el Mundial Colombia de 2038. Para ese entonces el metro será un asunto del pasado y en el país florecerán noticias optimistas: el idilio del ingeniero Hernández con doña Cielo; la aparición de Óscar Iván Zuluaga en los comerciales de Tío Nacho tras su salida de prisión. Y el reconocimiento de Polombia y Cokombia como naciones hermanas en un proceso de paz firmado en la obsoleta red social de X con la presencia de Iván Mordisco y de Camilo González.


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