Alejandro Villanueva
24 Noviembre 2022

Alejandro Villanueva

El palco de Quintero

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¡Hasta que la dignidad sea costumbre! gritaban los influenciadores, periodistas y políticos del cambio durante el paro nacional mientras hoy terminan “chapetos” con una pareja borracha de poder, Daniel Quintero y Diana Osorio. Estos enamorados, a punta de mentiras siguen intentando vender la imagen de progresistas olvidando sus orígenes, alianzas y cuestionadas acciones. Aun así, no hay suficientes Lalis ni Don Izquierdos para tapar la realidad, aunque el impresentable se vista de alternativo eso no lo hace inofensivo.

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Quintero desde sus inicios fue un experto camaleón (yo me atrevo a decir que nació aprendido), su primer contacto con la política fue la aspiración al Concejo de Medellín por el Partido Conservador, para luego participar en la búsqueda del poder para su hermano Miguel Quintero, que en la actualidad es cuestionado por el origen de su fortuna.

Quintero se aprovechó de la indignación ciudadana para perseguir sus aspiraciones personales, lejanas a lo que profesaba. De la mano de su esposa Diana Osorio constituyó la farsa del Partido del Tomate, mojó prensa y llamó la atención de Simón Gaviria. Esto resultó en su candidatura por el Partido Liberal hacía la Cámara de Representantes de Bogotá, dejando a un lado a sus militantes rasos y la claridad sobre las finanzas del movimiento. 

Entre maña y maña por fin logró la hazaña, con el apoyo de cuestionados clanes, denunciado por el ministro de Defensa, Iván Velásquez: hoy junto a su esposa, Diana Osorio, manejan la Alcaldía de Medellín como grandes caciques electorales (si el Partido del Tomate estuviera vigente sin duda estos dos se llevarían una tomatada).

Diana Osorio no es ajena a la política, comenzó su carrera impulsada con el cuestionado congresista Jack Housni. Debido a esto, hoy en día, La Silla Vacía la califica como una gestora social con un poder superior al de los secretarios de la administración. ¡Se nota! Creó la Secretaría de No Violencia para vincular a su primo Juan Carlos Upegui como secretario (quien hoy busca la Alcaldía de Medellín) y a su amiga Ana Valle como subsecretaria. Así mismo, consiguió más presupuesto para el programa Buen Comienzo, una noticia maravillosa para las personas equivocadas, dado que los recursos terminaron en las manos de sus aportantes, los Suárez Mira. A pesar de esto, vemos a la congresista María Fernanda Carrascal, la de las mil luchas sociales, abrazada con Osorio.

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No es el único ejemplo, W Radio les hizo seguimiento a 22 cargos de mediano y alto rango para terminar concluyendo que el clientelismo y el nepotismo son características de esta alcaldía. A su vez, Vorágine denunció hechos similares múltiples veces. Cuenta cómo, según testimonios, Esteban Restrepo manejaba los cargos a su antojo y cómo estos fueron usados para pagar favores políticos a concejales, entre ellos el exuribista Albert Corredor. Ilustran una posible contratación amañada a través de contratos interadministrativos para beneficiar a sus aliados políticos, y como si fuera poco, denuncian que Mario Castaño posee un gran número de fichas dentro de la administración.

Albert

Cuando algún medio de comunicación decide revelar este tipo de cosas, una especie de ironía poética toma participación. Quintero termina defendiéndose como Álvaro Uribe Vélez, desvirtúa a quien(es) lo cuestionan, y sus bodegas afirman que tales investigaciones periodísticas son producto de un malestar por parte del periodismo ya que, según él, les quitó la pauta. Algo lejano a la realidad, dado que el señor pauta con diversos medios del “establecimiento” entre estos la revista Semana. De igual forma, su manejo del plan de medios no ha sido transparente, según El Armadillo, la Alcaldía de Medellín le otorgó más de 500 millones de pesos en pauta a medios fantasma vinculados con el representante Alejandro Toro, ficha fiel de Daniel Quintero.

En Twitter, a pesar de esto, alaban a Quintero como un valiente por su pelea contra el Grupo Empresarial Antioqueño (GEA), pero su motivación se encuentra más allá de la ideología. Es evidente cómo trata de favorecer a otro grupo económico, los Gilinski.  Según lo reseñó el periodista Juan Pablo Vásquez, la estrategia es incrementar ataques contra el GEA vía Twitter. Curiosamente, en las semanas previas a que el Grupo Gilinski lance una opa por alguna compañía del enroque empresarial. Esteban Restrepo en entrevista para La Silla Vacía justificó este actuar afirmando que “las opas de los Gilinski han evidenciado lo mal que manejan estas empresas. Nosotros claramente estamos en contra de estas prácticas y por eso hemos ayudado a evidenciarlo”. El “nosotros” se refiere a los exsecretarios María Camila Villamizar, Juan Carlos Upegui y Esteban Restrepo; y los actuales secretarios Santiago Bedoya, Juan David Duque y Andree Uribe.

Esto es poco para sus compañeros de rumba que afirman desde la comodidad del amiguismo ser contrapoder. Las personas que para muchos son un ejemplo de lucha social terminaron convirtiendo sus convicciones en una forma de movilidad social. ¡Pues qué rico es estar con los políticos! Los influencers nunca han odiado los privilegios inmerecidos de los poderosos, lo que no les cabía en la cabeza es que no fueran ellos los de tales comodines. Terminan asumiendo el dicho de  “la rosca no es mala, lo malo es no estar en ella”.

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Una y otra vez se burlaron de Miguel Polo Polo y su acto de reverencia hacia María Fernanda Cabal para terminar haciendo algo parecido, porque al menos Polo Polo no se regaló, le sacó a Cabal, según él, universidad, celular, y apartamento.

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No hay que esperar nada de esta gente, mientras los estudiantes del ITM reclamaban “No hay plata para estudiar, pero sí para Bad Bunny… Quintero caremonda” los influencers del pueblo cantaban que “estaban bien junto a los billetes de 100”.

El problema no es “quitarles la pauta a los medios” como exclamó Esteban Restrepo, lo incoherente es afirmar ser anticorrupción mientras se valida a personas como Quintero, que digan de frente que no tienen ningún tipo de problema con el clientelismo, nepotismo y tráfico de influencias, que los tienen sin cuidado los movimientos cuestionables de sus amigos, igual, ¡Ya qué! por irse de farra con Quintero perdieron la conciencia y no por el trago.

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