La Federación de Cafeteros:  ¿El siguiente golpe de Petro?

Presentación del gerente de la Federación Nacional de Cafeteros de Colombia.

Crédito: Colprensa

7 Abril 2024

La Federación de Cafeteros: ¿El siguiente golpe de Petro?

Gabriel Silva Luján, gerente general de la Federación Nacional de Cafeteros entre 2002 y 2009, analiza para CAMBIO cuál es la relación entre el presidente Gustavo Petro y el gremio. ¿El jefe de Estado siempre se ha preocupado por los caficultores del país o no tolera que una organización social y popular sea autónoma?

Por: Gabriel Silva Luján

Entre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsAppEntre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsApp

A Gustavo Petro dirigente, a Gustavo Petro parlamentario y, peor aún, a Gustavo Petro candidato presidencial nunca se le vio interés particular por las angustias y desvelos de los cafeteros colombianos. Es decir, durante su carrera política jamás mostró preocupación por el café, distinta a consumirlo en grandes cantidades como el mismo lo ha confesado.

Nunca estudió el sector o escribió algo sensato o profundo sobre café, en contraste con otros dirigentes de izquierda como Jorge Enrique Robledo. Sus opiniones sobre el tema son meras obviedades o diatribas ideológicas que no tienen nada que ver con la compleja y profunda historia y economía política del grano.

Sin embargo, de pronto, de manera súbita e inesperada, corridas unas pocas semanas de llegar a la Casa de Nariño, surge un interés desmedido, mórbido, por las instituciones cafeteras. Se podría decir que su adicción por la bebida se ha combinado ahora con una obsesión con tomarse o destruir la Federación de Cafeteros.

A tomarse los gremios

La explicación del exaltado y reciente interés de Petro por la institucionalidad cafetera tiene raíces en su visión de cómo funciona el poder. Un aspecto importante de la estrategia política del gobierno ha sido intentar controlar lo que ellos consideran los “factores de poder”, entre estos los gremios privados. De allí que las agremiaciones privadas se convirtieron desde muy temprano en un objetivo de alto valor para el gobierno. Mediante mensajes explícitos, presiones e intrigas han intentado cambiar los líderes de esas organizaciones para domesticar su capacidad política.

Con esta intervención, por cierto bastante inusual en la historia de las relaciones entre el Ejecutivo y los representantes del sector privado, lograron cambiar a varios de los líderes que venían del pasado. Los empresarios de algunos de esos gremios prefirieron no correr el riesgo de contrariar al mandatario cediendo a sus presiones.

La Casa de Nariño, por intermedio de la poderosa Laura Sarabia, incluso tuvo la audacia de hacerle una ofensiva de presión e intriga a los gremios buscando destronar a Bruce Mac Master que encabezaba el Consejo Gremial. Se trataba de imponer a Camilo Sánchez como cabeza del Consejo, que era el candidato in pectore de Palacio. Se salvó porque los miembros de esa organización privada entendieron que no se podía ceder a esas presiones porque de lo contrario estarían sujetos al chantaje eterno del primer mandatario. El gobierno también sabía que para cumplir su objetivo de neutralizar al sector privado era indispensable capturar la presa mayor, la Federación Nacional de Cafeteros.

La llamada millonaria

La Casa de Nariño decidió no perder la oportunidad de aprovechar el primer congreso cafetero de la era Petro para dar un golpe de mano. Allí empezó la novela cafetera como bien calificó lo que estaba ocurriendo Guillermo Trujillo, uno de los mayores expertos en café y quien conoce como nadie el comportamiento del sector y del gremio.

El 30 de noviembre del 2022, sin previo aviso, Roberto Vélez Vallejo, el entonces gerente general, recibe una sorpresiva llamada de Laura Sarabia diciéndole que el presidente Petro deseaba que abandonara el cargo. Más sorprendente aún es que Vélez Vallejo hace caso a esa solicitud a sabiendas que dicha petición tenía un carácter irregular, informal y por fuera de los marcos institucionales. En vez de defender los procedimientos estatutarios, lo establecido en el contrato de administración del Fondo Nacional del Café, y las pautas históricas en la selección de los gerentes -resultado de una concertación cuidadosa entre el gobierno y el gremio- el gerente Vélez prefiere no dar la pelea y renuncia ante el Congreso Cafetero. Esto fue como echarles carne a los lobos.

El otro gran sorprendido fue el ministro de hacienda José Antonio Ocampo que había elogiado públicamente ese mismo día la gestión de Vélez Vallejo y que no tenía ni idea de lo que se fraguaba en presidencia. Al comunicarse con la Casa de Nariño, Ocampo tuvo que pasar por la vergüenza de tener que reconocer que efectivamente sin su participación se estaba impulsando un cambio de semejantes magnitudes en la dirección del gremio más sólido y más importante para la economía del país.

En virtud de la parafiscalidad cafetera -es decir la existencia del Fondo Nacional del Café- que se maneja por medio de un contrato entre el gremio y el gobierno, la selección del gerente general de la Federación la hace el Congreso Nacional de Cafeteros de una terna que aprueba el Comité Nacional. En el Comité Nacional la terna de candidatos requiere del voto expreso del ministro de Hacienda, quien es el vocero del gobierno, y por lo tanto la escogencia de los candidatos siempre exige un proceso de consultas y consenso, proceso que no ocurrió con el empujón contra Roberto Vélez que provino de las entrañas de Palacio.

El gallo tapado

El gobierno tenía su gallo tapado, Felipe Robayo, quien tuvo un fugaz paso por la Federación de Cafeteros y que ha estado vinculado profesionalmente a la industria del café y la exportación del grano desde la orilla privada. Aprovechando las divisiones regionales que existen entre los departamentos productores históricos -cuya caficultura viene perdiendo fuerza- y aquellas regiones en ascenso productivo en el sur del país, este candidato del gobierno logró fragmentar la unidad gremial y obtener respaldos en favor de su candidatura.

El error de Robayo y del gobierno fue creer que la institucionalidad y las normas eran tan dúctiles que bastaba una llamada de la doctora Sarabia para desmontar una tradición y unas prácticas que llevan décadas garantizando la viabilidad de la industria cafetera. Además, el nombre de Robayo despertó alarma en muchos de los sabios del sector cafetero y entre expertos que tienen la confianza y la credibilidad con sectores importantes de la dirigencia cafetera.

Ante todo la autonomía 

Los cafeteros y su gremio consideran como un deber y un principio sagrado defender su autonomía e independencia política. A esa actitud le atribuyen -con razón- el haber podido superar los inmensos desafíos que han amenazado su supervivencia a lo largo de los más de siglo y medio que el país lleva exportando café. La invocación y exaltación de esa autonomía histórica jugó un papel decisivo en el desprestigio de la maniobra de intervención que venía impulsando la Casa de Nariño.

Contribuyó a esa percepción de forzada intervención política el hecho de que el exsenador Luis Fernando Velasco, en ese entonces asesor para las regiones en Palacio y proveniente de uno de los más importantes departamentos cafeteros del sur, el Cauca, tuviera una fuerte injerencia en todo este proceso. De hecho, el funcionario presidencial intentó colocar a su hermana Jimena Velasco como cabeza de la oficina del asesor cafetero del gobierno que representa de manera permanente al ministro de Hacienda ante la organización. Ante la falta de requisitos de la ley que mostraba la hoja de vida de la candidata Velasco finalmente se le nombró como segunda de abordo. Se dice que a pesar de ser subalterna ejerce como dueña del recinto dado el calibre de su respaldo político. A esta funcionaria se le atribuye mucha de la gestión reciente que viene promoviendo el Ministerio de Agricultura contra la actual administración de la FNC.

Con los crespos hechos

En la derrota de las pretensiones del presidente, de un grupo de comités de cafeteros y del candidato oficial, contribuyeron otros dos factores inusuales y polémicos. En primer lugar el que la administración saliente interviniera en la metodología de designación del gerente abriendo una especie de concurso en el que se inscribieron cuarenta y cinco candidatos. La animadversión de Roberto Vélez a su posible sucesor era evidente y claramente el proceso definido por el equipo saliente no favorecía a Robayo. Esta metodología contó con el aval del ministro Ocampo.

En segundo lugar, que el propio ministro Ocampo ejerció de manera autónoma las responsabilidades que claramente le otorgan el contrato y los estatutos de la organización. Es al ministro de Hacienda a quien le corresponde defender desde la perspectiva pública la institucionalidad cafetera que preside. Era evidente que existía un cisma entre la Casa de Nariño y el ministro Ocampo sobre qué era lo que más le convenía al gremio y al sector. En el momento de la verdad, cuando llegó la hora de decidir, el ministro actuó en conciencia y no bajo las órdenes de la vocera presidencial Laura Sarabia.

El presidente Petro intentó impedir que el ministro de Hacienda -que para ese momento se sabía dejaría el gabinete- actuara autónomamente. Hizo una llamada al gremio solicitando que se aplazara la elección del gerente y envió a uno de sus funcionarios directamente al seno del Congreso Cafetero para impedir que se votara. Todo eso lo que logró fue una reacción de los cafeteros en defensa de su autonomía política e institucional, que terminó por apuntalar la elección de Germán Bahamón -cafetero del Huila que es el departamento con la mayor producción del grano- quien hoy es la cabeza del gremio. Después de esta saga de intrigas e ires y venires, la Casa de Nariño se quedó con los crespos hechos. Por ahora.

Votos y gobernabilidad

El apetito del gobierno por tomarse la dirección del gremio rural más grande del país no ha cesado. De hecho se ha incrementado. Petro no es precisamente un buen perdedor. Su megalomanía y su talante leninista ven en una derrota solo un aplazamiento de la victoria y un aliciente para continuar la lucha. Sin embargo, además de su interés personal en revertir el incómodo resultado, están otras consideraciones políticas y electorales de gran peso para que el gobierno continúe en su esfuerzo.

La estrategia de recuperar gobernabilidad, en el contexto de las múltiples derrotas que ha recibido Petro en las urnas y ahora en el Congreso, se basa en la consolidación del control directo de las organizaciones populares por parte del Ejecutivo. Siendo la Federación Nacional de Cafeteros la organización rural campesina más grande del país, ponerla bajo la égida directa del gobierno es un objetivo político de la mayor importancia estratégica.

Adicionalmente, y no menos importante, es que el gobierno está dedicado a garantizar la victoria en 2026, como lo ha dicho el propio presidente Petro. El hecho de que el Pacto Histórico recibiera la paliza más rotunda en la mayoría de las zonas cafeteras alimenta el apetito por controlar la profunda red de influencia que posee la organización cafetera antes de la próxima campaña electoral. La Federación de Cafeteros es entonces un botín estratégico, una pieza clave, para el gobierno en su esfuerzo de mejorar la gobernabilidad y garantizar los esquivos votos cafeteros.

Una de las intenciones que tiene el gobierno, y que ha hecho explícita, es poder acceder a la base nacional de datos de caficultores que se encuentra en manos de la federación. Esta información que está protegida por las obligaciones de privacidad que impone la ley no puede ser entregada a un tercero sin la autorización de cada uno de los miembros de la organización. Presumen que si adquieren el control de la organización lograrán el acceso a tan codiciada presea, así sea por la puerta de atrás. Entienden con razón que allí hay un gran recurso para penetrar políticamente al sector.

Juana de Arco

La actual ministra de Agricultura, Jhenifer Mojica, ha tenido un recorrido tormentoso a lo largo de su carrera pública. Elogiada por su indeclinable deseo de recuperar las tierras perdidas de los campesinos y del Estado, cuestionada por su poco respeto al derecho a la propiedad privada de la tierra en manos de los empresarios rurales, es una activista con poca capacidad de gestión. Como lo señalara Andrés Valencia en un reciente trino, la ejecución presupuestal del ministerio es del orden del 4 por ciento cuando nos acercamos a la tercera parte del año.

En materia de las metas de distribución de tierras no han logrado alcanzar siquiera el 1 por ciento de lo que se han propuesto. Ante esa desastrosa gestión, la señora ministra se ha propuesto convertirse en una especie de Juana de Arco dedicada a enfrentarse a muerte con quienes considera enemigos del gobierno y de sus causas. En ese espíritu es ella a quien el presidente le asignó la responsabilidad de revertir la derrota sufrida con la no elección de su candidato a la gerencia general de la federación.

El comodín del gobierno

El contrato de administración del Fondo Nacional del Café, que es la columna vertebral de la institucionalidad cafetera, se vence en las postrimerías de este gobierno pero aún bajo el mandato de Gustavo Petro. Es decir que el gobierno tendrá la oportunidad -si  se deja que continúe por el camino que va- de redefinir ese contrato a su imagen y semejanza. Por lo que han dicho sus voceros y se observa en el manejo de otros sectores, claramente la orientación sería en el sentido de tener una mayor injerencia directa del gobierno y maniatar la autonomía del gremio en orientar los asuntos de la política cafetera. En ese contexto de negociación de un nuevo contrato es alto el riesgo de que el gobierno busque romper la neutralidad política y electoral que siempre ha caracterizado a la organización.

Ante esa oportunidad el gobierno contempla dos caminos, que ambos conducen a Roma. Podría lograr tomarse a la Federación de Cafeteros forzando la llegada de un gerente títere o construir una organización paralela. En ambos casos creen que la llave para lograrlo es enlodar y criticar todo lo actuado y mostrar que existe un descontento en las organizaciones de base con lo que representa la centenaria organización cafetera.

Deslegitimar para triunfar

El primer paso de la ministra Mojica y del propio presidente Petro ha sido dedicarse a divulgar una falsa y peligrosa versión de la caficultura y de sus instituciones. En la versión petrista, la Federación de Cafeteros es una organización elitista que le ha permitido a la “oligarquía” quedarse con los beneficios y las bondades del café. Utilizando de manera descontextualizada aspectos polémicos como el de la extinta Flota Mercante Grancolombiana y mintiendo deliberadamente sobre la organización, ha querido construir una falsa narrativa en la cual lo que se ha hecho no es más que traicionar la misión fundamental de servir a los cafeteros.

Y en paralelo, la ministra de Agricultura se ha dedicado a construir la ficción de que existe una amplia mayoría de organizaciones populares que no están representadas y son excluidas por los canales formales de la institucionalidad cafetera. Ese era el propósito de la convocatoria de la llamada “Asamblea Nacional Cafetera” que tuvo lugar el 3 y 4 de abril. Al mejor estilo de los gobiernos autoritarios que compran pueblo, el Ministerio de Agricultura pagó el viaje y honorarios a un grupo de líderes cafeteros, muchos de ellos con dudosas credenciales sectoriales. La oficina de comunicaciones de la Presidencia de la República describió la presencia del mandatario en esa asamblea como una “reunión con el gremio cafetero”. Con esa definición se hace evidente cuáles son sus intenciones: construir una organización paralela bajo la tutela directa del presidente y el gobierno que asuma la interlocución y vocería de los cafeteros al margen de la institucionalidad existente.

Los próximos cien años

El gobierno dice que su propósito con todo esto es garantizar una caficultura viable y vigorosa por los próximos cien años. Claramente pretende que ese futuro cafetero no se construya con la institucionalidad que ha permitido que hoy tengamos una de las caficulturas que más valor genera para los productores del grano. De tener éxito en ese ejercicio de demolición del patrimonio institucional existente, como son la Federación de Cafeteros, la democracia cafetera, la garantía de compra, la defensa internacional de la reputación del grano colombiano, la comercialización, los cafés especiales, la industrialización del grano, las tiendas Juan Valdez, la fábrica de café liofilizado, el patrimonio marcario, la política de productividad, la investigación científica y técnica, el sistema de extensión agrícola y la inversión social, no tendremos ese siglo adicional de caficultura al que aspira el gobierno.

Y la gran paradoja de lo que pretende el gobierno es que va en contra de lo que supuestamente busca su ideología. Fue la Federación de Cafeteros -bajo el liderazgo de Arturo Gómez Jaramillo y Juan Manuel Santos- la que logró que el mundo industrializado aceptara pagar precios superiores a los de mercado por el café con el Acuerdo Internacional del Café y que se tuviera una Organización Internacional capaz de poner en igualdad de condiciones a los productores y a los países industrializados.

La mayoría de las economías cafeteras del mundo, por no decir todas, con la excepción de Colombia, están subordinadas a la voluntad de las multinacionales comercializadoras y procesadoras del grano. Estos compradores son un oligopsonio cada vez más concentrado que maneja el mercado a su antojo, impone precios y márgenes. Estos pulpos bloquean el acceso directo a los mercados y trata de esconderle a los consumidores los orígenes del café que consumen. Colombia gracias a la Federación Nacional de Cafeteros ha logrado que ese monstruo no se imponga sobre los intereses de los caficultores. Eso ha traído inmenso bienestar para los caficultores.

A pesar de conocer todos estos beneficios, no sorprendería que el gobierno siguiera adelante con este ejercicio de demolición. Petro no tolera que ninguna organización social y popular sea autónoma y se escape a su control y al del Estado. No solo por soberbia y megalomanía. También para avanzar en la imposición de un modelo autoritario en el que la vida de todos los ciudadanos dependa de sus designios. Ya le dio el golpe a la salud. También lo hará con el café sino se levantan los cafeteros contra esa ambición desmedida de destruir todo lo que no sea hecho a su imagen y semejanza.

@gabrielsilvaluj

Conozca más de Cambio aquíConozca más de Cambio aquí