Velia Vidal
7 Octubre 2023

Velia Vidal

Conversaciones incómodas

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En Chigorodó nos detuvo una tormenta eléctrica que me hizo correr un par de veces, asustada por los rayos que provocaron chispas en el rack del cableado de la sala de sistemas, que estaba detrás de mí. Caía tan fuerte la lluvia que tuve que elevar mucho la voz, lo que me causó disfonía. En Puerto Girón había tanta chitra que nos teníamos que meter por ratos al carro para evitarlas, rascarnos y refrescar la piel con el aire acondicionado, hasta que llegaron las maestras con repelente para todos, aún así, las ronchas me duraron en las piernas y los brazos por cuatro días. Yendo para Nueva Antioquia en chivero, un jeep apto para la carreta destapada, se me estremeció la piel cuando vi una culebra cruzar por el camino, como había llovido la noche anterior, esa mañana el polvo no se levantaba tanto, no como cuando fuimos a Pueblo Bello, en un viaje que se extiende al menos una hora más de lo habitual por el pareysiga. El pelo, los labios y la piel se sienten toscas y se ponen amarillentos, por el polvillo que se va asentando en una durante el trayecto. El trabajo bajo el sol ardiente y los salones calientes es de todos los días en Urabá, pero no por lo habitual deja de ser una incomodidad. Podría contar muchos más detalles que solo dan cuenta de lo que viven los maestros y maestras diariamente en Turbo, Apartadó, Necoclí y Chigorodó, y se profundiza en los entornos rurales. Algo que no es exclusivo de esta región, pero lo traigo al caso porque es donde estuve las últimas dos semanas en once encuentros con docentes. Ninguna de estas cosas, sin embargo, fue la mayor incomodidad de estos días. 

Un lector de esta columna me calificó la semana pasada de payasa, porque dije que estaba haciendo talleres sobre enfoque étnico diferencial en entornos bibliotecarios y escolares, lo comprendo, la expresión suena confusa y hasta ridícula, pero en palabras más simples y directas, pero que generan mayor resistencia, eran talleres sobre racismo en las escuelas, sobre el modo como los docentes y los programas escolares reproducen estereotipos sobre lo que significa ser afro, provocando confusión y promoviendo formas de exclusión contra los niños, niñas y adolescentes afro (también contra los mismos maestros), lo que tiene impactos profundos en la vida de ellos, en su autoestima, y les priva varios de sus derechos fundamentales. 
Aceptar que todos somos racistas, y que sin importar si somos afros, indígenas o blanco mestizos, tenemos instaladas las ideas que le dan un menos valor a las personas negras, fue la mayor incomodidad en estos encuentros. Por eso hubo acaloradas discusiones, por eso algunos maestros se retiraron molestos y otros contaron experiencias dolorosas con los ojos aguados. 

Al menos trecientos docentes de diez instituciones educativas pasaron por estas conversaciones incómodas, y aunque en todos los casos hubo resistencia al principio, largos momentos de silencio y de tensión, sé también que al menos una tercera parte se conectó mucho con el tema, especialmente por su pertinencia en la región donde estábamos, y porque han vivido en su propia piel las muchas formas de racismo que mencionamos. 

En 2023 Motete ha sido aliado de Comfenalco Antioquia en la implementación de la Jornada Escolar Complementaria (JEC) en Urabá, impactando 500 estudiantes en 13 grupos de primaria y bachillerato. En concordancia con nuestra misión y las razones de fondo que nos llevaron a este convenio, le propusimos a la caja de compensación incluir en el programa estos encuentros con docentes. Con los estudiantes trabajamos en el autorreconocimiento, en su autoestima, mientras avanzamos en el fortalecimiento de sus habilidades comunicativas y del lenguaje, y especialmente provocamos el amor por los libros y la lectura, pero era indispensable encontrarnos con los maestros para cuestionar tantas prácticas dañinas en los entornos escolares, como las conmemoraciones del 21 de mayo, día de la afrocolombianidad, plagadas de disfraces estereotipados de lo que es África o lo que significa ser afrocolombiano, o de acciones carentes de sentido que en vez de reivindicar los derechos de nuestro pueblo, han expuesto a los estudiantes a burlas u ofensas, y algunas maestras han llegado a extremos como el blackface. 

Al finalizar cada encuentro me agradecieron, me invitaron a nuevos espacios, manifestaron que el tiempo había sido breve, que había sido una capacitación pertinente que debería llegar a todos los colegios de su municipio y que debería extenderse, también dijeron haberse cuestionado o haberle puesto nombre a una incomodad que traían desde hace tiempo con las acciones afirmativas asociadas a lo afro. Algunos expresaron haber salido con un poco más de claridad. Y cada una de estas cosas me alienta a seguir siendo la payasa de los talleres con enfoque étnico diferencial. Una payasa convencida de la urgencia de estas conversaciones incómodas, en una América Latina que prefiere quedarse en la risa que aún provocan los insultos racistas, antes que asumir e intentar secar las lágrimas que este flagelo le ha provocado a buena parte de su gente. 

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