Yezid Arteta
20 Octubre 2023

Yezid Arteta

El Acuerdo de "El Barquito"

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Tibú y sus alrededores. El viernes 13 de octubre, fecha cabalística, divisé un pajarraco observándome desde la copa de un árbol. Parecía una estatua emplumada. El día 14, tachonado por un eclipse anular de sol, el cielo permaneció veteado por unos nubarrones que parecían cortinas de humo. El domingo 15 soñé que iba con una mujer india por un laberinto ruidoso. Espera, me dijo, se me ha roto la correa de la sandalia. Me desperté sin saber en dónde estaba. El lunes 16, la delegación designada por el presidente Gustavo Petro para dialogar con sus pares del EMC Farc Ep, se alistó para firmar un acuerdo. El día no pintaba bien. La atmósfera en Tibú parecía recortada de un pasaje de La mala hora de García Márquez. Pregunté a Feliciano Valencia, líder de la etnia nasa, sobre el curso de los acontecimientos. Saldrá bien, respondió con convicción. Una repentina ráfaga de viento agitó su larga cabellera. Los mayores me hablaron anoche, agregó. 

Las horas pasaban. No ocurría nada. Como si Cronos, el dios de las edades, hubiera detenido el tiempo para los mortales. Para mitigar la ansiedad me retiré hacía un banco de piedra para seguir la lectura de M Train, el libro de memorias de la rockera Patti Smith recomendado por el pirata Johnny Depp. Hasta que sonó el cuerno. ¡Ya firmó!, exclamó alguien. El presidente Petro había firmado de su puño y letra el decreto que suspendía las acciones ofensivas contra el EMC Farc Ep. El mundo que lindaba al borde del abismo, volvía a la normalidad. Los rostros inquietantes de los delegados del gobierno, como si hubiesen sido tocados por una varita mágica, volvieron a sonreír. La puerta de la paz, expresó Camilo González en el acto de instalación formal de la mesa bilateral, volvió a abrirse. 

El acto de instalación en el club “El Barquito”, comenzó a la usanza colombiana. Con música. Las chicas de Motilonas Rap, luciendo un bellísimo atuendo de flores sobre sus pechos, volvieron a la carga. Cinco canciones que quebraron los corazones de los asistentes al acto. Había tanto de verdad en sus mensajes que a algunas personas les saltaron las lágrimas, como el caso Susana Muhamad, ministra de Ambiente, quien estaba acompañada de sus colegas de Trabajo Gloria Inés Ramirez y Jhenifer Mojica de Agricultura. Luego vinieron los discursos. Los voceros gubernamentales y guerrilleros se expresaron en un lenguaje diáfano, en el que reinaba el espíritu de concordia y la esperanza de redención para millares de colombianos y colombianas a los que la paz les ha sido negada.

Desde Belisario Betancur hasta nuestros días, no hay un solo presidente de Colombia que no haya puesto en marcha un proceso de paz con las guerrillas y los paras. Procesos que han sido útiles para disminuir la violencia, transformar organizaciones armadas en proyectos políticos, realizar algunas reformas legales, obtener algo de verdad y visibilizar a las víctimas civiles. Iván Duque fue el único gobernante que le hizo el feo a la paz. La falla común de todos los esfuerzos de paz tiene que ver con la poca o nula transformación socioeconómica de los territorios en los que se ha originado y amplificado el conflicto. La paz total, formulada por Petro, busca corregir ese deficit. 

El comisionado de paz, Danilo Rueda, explicó a los asistentes al acto que el gobierno que preside Gustavo Petro privilegia la vida de la gente que puebla las regiones en conflicto. Hay que proteger a los campesinos, indígenas y afros, instruyó el presidente. Fue la razón para que las partes firmaran unos protocolos en los que prima la protección de la población civil. El cese al fuego bilateral contribuye a este propósito. Los mas reacios contradictores del Gobierno, reconocen que el presidente tiene un compromiso genuino con la gente que sufre, con los desfavorecidos. 

El 16 de octubre, el Gobierno y los rebeldes echaron sobre aguas turbulentas el barco de la paz. Buscando la paz pequeña y la paz grande, como alguna vez planteara Petro. Es una propuesta ambiciosa, pero necesaria.  
 

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