Marisol Gómez Giraldo
18 Diciembre 2023

Marisol Gómez Giraldo

El annus horribilis de Petro

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Para cualquier observador desprevenido de la política y de la realidad colombianas es fácil concluir que en este 2023 aplica para el presidente Gustavo Petro el annus horribilis, expresión latina que popularizó la reina Isabel II en noviembre de 1992 al referirse a lo difícil que fue ese año para ella, en el que tuvo que enfrentar desde escándalos familiares hasta el incendio de una de sus residencias oficiales (el Castillo de Windsor).  

Para Petro, este fue un año terrible, de infortunio (como se traduce la expresión annus horribilis), no solo porque no le salieron bien muchos de sus planes, sino también por la turbulencia que le provocaron a su gobierno acontecimientos inesperados que no logró gestionar acertadamente. 

El Presidente comenzó el 2023 siendo desmentido por el Eln, que el 3 de enero salió a negar que esa guerrilla hiciera parte de los cinco grupos armados ilegales que, según Petro, habían acordado  con el Gobierno iniciar el año con un cese bilateral del fuego, que iría hasta de junio.  

Tras ser refutado, al día siguiente el mandatario no tuvo más remedio que suspender el decreto de cese bilateral del fuego con el Eln. Y apenas dos meses y medio después, el 19 de marzo, por un  ataque con fusiles del Clan del Golfo a la Policía, se vio también obligado a levantar el cese del fuego bilateral con ese grupo armado. 

Hacia adelante, todos los ceses del fuego se le desvanecieron y de manera sucesiva se le fracturaron los diálogos con las organizaciones ilegales con las que ha buscado acercamientos dentro de la Paz Total, su prioridad como proyecto de gobierno si nos atenemos a lo que dijo el día que se posesionó.

Mientras el país quedaba desconcertado con las funestas consecuencias que le trajo a Petro el error que cometió al acordar con algunos grupos armados ceses bilaterales del fuego cuando esas organizaciones ilegales no habían dado muestras ciertas de su voluntad de paz, el Presidente desplegaba su resistencia a la crítica.

Sacó a los ministros moderados que le daban balance a su gobierno, precisamente porque tenían reparos con su reforma a la salud, con su deseo de poner fin a los contratos de exploración petrolera y con algunos puntos del Plan de Desarrollo.  
El 27 de febrero el Presidente retiró a su ministro de Salud, Alejandro Gaviria, y solo dos meses después, el 26 de abril, sacó a los ministros de Hacienda, José Antonio Ocampo, y de Agricultura,  Cecilia López.

Al tiempo, Petro seguía remando con dificultades en el torbellino de críticas que le generaban sus reiteradas ausencias en eventos en los que se daba como un hecho la presencia del Jefe de Estado. 

Ya entonces lidiaba también con el escándalo de su hijo Nicolás, quien según denuncias de su exesposa, no solo habría recibido dinero de personas cuestionadas para la campaña presidencial en la Costa Caribe, sino que se habría quedado con parte de ese dinero para hacer suntuosos gastos personales.

Cuando todo está mal, puede estar peor. Y ocurrió con Petro. De pronto, en mayo, se vio enfrentado al alboroto en el que quedó inmersa su entonces jefa de gabinete, Laura Sarabia, por someter al polígrafo de la Casa de Nariño a su niñera tras un robo en su casa. Además, a la  pelea entre ella y el también entonces embajador en Venezuela, Armando Benedetti. 

Para rematar este episodio, el mandatario tuvo que hacer frente a la filtración de sugestivos audios de Benedetti que llevaron al país a especular sobre una supuesta financiación irregular de la campaña presidencial y sobre adicciones del mandatario.
Entre errores políticos, golpes familiares y traiciones, el Presidente llegó a mitad del año sin el respaldo del Congreso, que le había aprobado en 2022 sin mayores debates la reforma tributaria. Le retrasó luego la discusión de la reforma a la Salud y los planes que tenía de sacar adelante las reformas laboral y pensional. 

En medio de semejante turbulencia, el Presidente apeló al pueblo para que lo validara. Y a finales de septiembre promovió una concentración en la Plaza de Bolívar, con personas traídas a Bogotá por el mismo gobierno. Volvió a hablar de su deseo de buscar un acuerdo nacional, pero dijo abiertamente que parte de su estrategia era “la movilización” del pueblo.  

Sí, el 2023 fue para Petro un año para olvidar. En lo que se refiere a la Paz total, termina con frágiles diálogos con la disidencia de las Farc que se hace llamar Estado Mayor Central y con el Eln. Pero todavía, a estas alturas del año,  esta guerrilla se atreve a repetirle que no tiene entre sus planes dejar el secuestro mientras busca un acuerdo de paz. 

Es inevitable comparar:  Las Farc anunciaron el fin del secuestro desde antes de que comenzaran los diálogos oficiales con el Gobierno Santos. Durante lo que se conoció como fase exploratoria de los diálogos.

No será con el periódico que el Gobierno pondrá en circulación próximamente para resaltar su gestión con el que va a dejar atrás su negativo 2023. ´Vida´, como se llamará la publicación oficial, le podrá servir para levantar la imagen entre algunas de sus hoy decepcionadas bases, pero lo que Colombia necesita es un Presidente que agarre el timón del gobierno. 

Y esto incluye no solo reorientar su estrategia de Paz Total, sino también concertar, porque esa es la esencia del quehacer político.


Por período de vacaciones, esta columna volverá a partir de la última semana de enero. 

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