Velia Vidal
25 Noviembre 2023

Velia Vidal

El lado pacífico de la frontera

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La frontera entre Colombia y Panamá, que corresponde toda al departamento del Chocó, se hizo visible nacional e internacionalmente por la grave situación migratoria que se ha vivido ahí en los últimos años, el común de las personas habla del Darién, y en los reportajes periodísticos profundos se mencionan específicamente lugares como Acandí, Capurganá o Necoclí, que está en Antioquia, como punto de partida para cruzar el golfo de Urabá. 

Pero esta frontera tiene territorio, además de Acandí, en Riosucio, Unguía y Juradó. Y estos otros municipios también están siendo usados por miles de migrantes, pero el impacto de esto no ha sido sobre sus cabeceras municipales o centros poblados, lo que aleja a sus habitantes y gobernantes de las prácticas abusivas nefastas que se han denunciado en Acandí, que además tienen incidencia directa, tal como lo publicó Vorágine, en la política local.  

Mi familia materna es del lado del Pacífico de la frontera, todos nacieron en Juradó, mi mamá y sus hermanos, mis abuelos, bisabuelos, tatarabuelos y los papás de ellos, hasta los primeros afros que llegaron a esta extensa playa que las desembocaduras de los ríos Juradó y Partadó convierten en isla. Crecí escuchando las historias de las dos bocas, del tío bisabuelo que murió devorado por tiburones en la boca vieja, de la ballena que encalló hace más de cincuenta años y del tsunami de esa misma época en la que a ese fenómeno le decían la ola. Recuerdo lo que nos contaban de la señal de radio, los cuadernos estatales y los insumos que llegaban de Panamá, que era además el destino para ir al médico cuando se podía o a hacer algunos estudios, como mi mamá siendo niña. A Panamá huyó mi bisabuelo Liborio, acusado de un crimen que no cometió, y nunca más volvió.

Visito poco a Juradó porque siempre hemos tenido la sensación de que queda lejos, y porque mi familia se fue a Bahía Solano, completa, cuando a mi abuelo Simón le diagnosticaron diabetes tipo dos, un diagnóstico que le llegó tarde, como tantas cosas acá, pero que le trajo temprano la ceguera, la pérdida de sus piernas y la muerte. Por suerte tuve una madrastra que ha sido alcaldesa varias veces y eso, de alguna manera, me conectó con esta tierra que también es de mis amores. 

Cada vez que vuelvo me emociono porque me imagino a mi abuelo Simón tocando su guitarra en estas calles o bailando alguna típica como esas que aún suenan.

Podría calificarse como conflicto de intereses que escriba positivamente sobre la alcaldesa que fue muchos años mi madrastra, pero creo que para reconocer el trabajo de una mujer como Jenny Lucía Rivas Herrera vale más el conocimiento de causa. Vine porque ella me invitó a la inauguración de la biblioteca pública Jairo González. Ella fundó la biblioteca mediante acuerdo municipal siendo alcaldesa encargada en 2006, la puso en funcionamiento en 2009, cuando fue electa por primera vez. La instalaron en la casa de la cultura que tenían en ese momento. Jenny siempre quiso que hubiera instalaciones propias y dignas para la biblioteca, y aunque insistió con varios proyectos en el gobierno nacional, incluso en el inicio de este, su segundo periodo como alcaldesa por elección popular, no lo logró. Pero insistente en sus propósitos, como es, decidió asignar recursos propios para este fin. 

Hoy inauguramos una biblioteca bella, amplia y con vista al mar, construida en su totalidad con recursos propios de un municipio de sexta categoría, donde la gerencia pública eficiente de una mujer, ha dado para esta y muchas otras obras de infraestructura como el terminal aeroportuario, pavimento urbano, adoquinado, acueducto de la comunidad indígena de Santa Marta de Curiche, la caseta cultural del corregimiento de Piñita, entre otras. Tanto ha logrado junto a su equipo con estos recursos, que pagó la totalidad de la deuda pública, y entrega un municipio ciento por ciento saneado. Al terminar su período, el 31 de diciembre de este año, solo quedarán por pagar las cesantías, pero el dinero estará en las cuentas municipales. 

Hoy tuve un taller con maestros, leí con niños y niñas, participé en la inauguración y después tuvimos una conversación abierta para conmemorar el Día de la no violencia contra las mujeres, hablando sobre el liderazgo femenino, posición que no nos exime de violencias basadas en género, de las que Jenny, como la mayoría en sus condiciones, también ha sido víctima. Hoy celebramos la palabra, porque una biblioteca se abre para eso, para honrar las palabras escritas, dichas y cantadas.
Las cantadas las disfrutamos hoy en forma de tamborito, el canto y baile típico de esta isla encantadora donde siguen reventando olas de más de tres metros, mientras se lucen atardeceres de todos los anaranjados, dos espectáculos que podrán verse, ahora, al levantar la mirada de un libro y a través de la ventana de la nueva biblioteca.   
 

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