Velia Vidal
6 Enero 2024

Velia Vidal

Elizabeth Santander y Marino Escobar

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Tomás me insistió en la importancia de concentrarme cada vez más en la escritura, de decir no a las cosas que me aparten de ese propósito superior, un rato después fuimos a su estudio y me llamaron poderosamente la atención unos cuántos libros de tapa roja y letras doradas en el lomo que tenía en un estante con vidrio, le pregunté de qué eran y me dijo —Son los de mi tío Fernando. Mi papá los mandaba a empastar. Y yo heredé ese pequeño tesoro. 

—¿Puedo tocar uno? Le dije. 
Entonces me pidió que eligiera y dije sin titubeos Viaje a pie. Abrí en cualquier página, como si se tratara de un oráculo, y encontré esta joya: “El principio básico del hombre culto es NO DEJARSE ARRASTRAR POR LO BUENO QUE ESTÁ FUERA DE SU CAMINO".

Nos reímos un poco de la coincidencia con nuestra conversación previa, y nos pusimos a hablar de Fernando González, el tío. De su sabiduría, de lo avanzado a su tiempo, del amor que sus hermanos menores, como el papá de Tomás, le profesaban. 
Regresé a mi casa con esta frase rondándome todo el tiempo y pensé en mi amiga Elizabeth Santander, quien es ahora, para mí, una de las mujeres más cultas que haya conocido. 

Elizabeth eligió su camino a finales de enero de 1987, en cuanto supo que su esposo Marino Escobar había sido detenido en Bogotá el 22 de ese mes por agentes del DAS, mientras esperaba a un compañero. Ella se juró encontrar la verdad y la justicia, y no ha dejado de trabajar un solo día para que eso se haga realidad. Ni siendo víctima de múltiples amenazas y seguimientos, ni haberse visto forzada, por todo eso, a abandonar el país junto a su hija en calidad de refugiada en mayo de 1990, la hicieron apartarse de su camino. 

Conocí su historia de su propia voz, en cuanto llegué a Reino Unido a mediados de 2023 a una estancia de varios meses. Eli me ofreció un hogar, ella, sus hijos y sus nietos me acogieron con una calidez que me hizo sentir en casa y me tiene convencida de tener una familia y una morada a la que siempre puedo volver. Lloramos juntas en nuestra primera conversación, después nos pusimos a trabajar en un libro en el que ella va a contar su historia. Y sus amores de juventud con Marino, su búsqueda, los indicios, las puertas cerradas y los pequeños avances a lo largo del proceso, se convirtieron en parte habitual de nuestras conversaciones. 

Así supe de la petición que presentó el 13 de noviembre de 2013 a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), con el acompañamiento del Colectivo de Abogados y Abogadas José Alvear Restrepo (Cajar).

El 29 de diciembre pasado Eli me escribió feliz, me compartió la noticia, y leí el primer párrafo del comunicado oficial: La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) admitió el caso de desaparición forzada de Marino Escobar Aroca, crimen que habría sido cometido por agentes del extinto Departamento Administrativo de Seguridad (DAS) en la década de los 80, dirigido entonces por el General Miguel Alfredo Masa Márquez.

Y yo estaba en Cali, donde ellos dos se conocieron y se enamoraron, donde se juntaron en causas sociales, y tuvieron a su hija. Otra vez se me llenaron los ojos de lágrimas, pero esta vez de alegría. Leía con ojos encharcados y una sonrisa en los labios: 

La CIDH consideró que era competente para conocer la petición en razón de que existe un retardo injustificado en las investigaciones y la búsqueda de justicia por parte del Estado colombiano, que no habría logrado explicar por qué han pasado décadas desde la desaparición de Marino sin que se concluya la investigación y por qué solo después de 2017 fue que la Fiscalía empezó a adoptar diligencias investigativas, con amplias brechas cronológicas que tampoco explica el Estado. (…)
En el informe de admisibilidad la CIDH concluye que las alegaciones de la parte peticionaria requieren un estudio de fondo en el Sistema Interamericano, pues, de ser corroborados, los hechos constituirían violaciones a los derechos fundamentales a la vida, integridad personal, libertad personal, garantías judiciales, protección judicial y personalidad jurídica garantizados en la Convención Americana, así como al artículo I de la Convención Interamericana sobre desaparición forzada de personas.

Sabemos que es un paso más, que hay que seguir recorriendo el camino sin dejarse arrastrar por lo bueno que está fuera de él. Y en eso Elizabeth es experta, y nos ha enseñado a muchos, quienes no hemos tenemos más opción que rendirnos en admiración y afecto hacia ella. Así que seguiremos caminando a su lado en la búsqueda de Marino, de la verdad, de la justicia, de la reparación; sin embargo, nos hemos tomado el tiempo para celebrar este hito que, de todos modos, es una luz de esperanza.

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