Johana Fuentes
10 Noviembre 2023

Johana Fuentes

Faltan 30

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Kevin Fabián Grimaldo tenía 19 años cuando fue asesinado por el ELN. Trabajaba en la finca de su padre sembrando cacao y soñaba con terminar el bachillerato y tener un cultivo de arroz. Una guerrilla cruel y mezquina le arrebató la vida y dejó a su familia sumida en una profunda tristeza y con un dolor irreparable.

“Lo sacaron de la finca como a las cinco de la tarde, lo amarraron y lo subieron en una moto. La orden era matarlo, no sé por qué. Nosotros estábamos viviendo en medio de la guerra, a un lado del río estaba el ELN y al otro lado los gaitanistas. Yo vi ese peligro y quería sacarlo de allá, pero a él le gustaba mucho el campo”, dice Wilfrido Grimaldo, padre de Kevin.

La finca de los Grimaldo está ubicada en el corregimiento de Palmarito, zona rural de Cúcuta. Wilfredo es el representante de la Asociación de Cacaoteros de la región, tiene una condición de discapacidad y por ello Kevin se puso al frente de las labores de la cosecha. “No teníamos dinero para pagar un cuidandero y mi hijo insistía en quedarse allá, nunca salía. Yo quería que terminara el colegio y siguiera estudiando, pero a él lo que le apasionaba era la pesca y el campo”.

El asesinato de Kevin ocurrió el 3 de junio de este año, su padre aún se pregunta por qué a él, pero nadie le da respuestas. “En la Fiscalía el proceso no avanza, nadie me dice nada. Somos un número más, un caso más, estamos sumando muertos. Él no vivió la vida, él murió sin vivir”, afirma Wilfrido.

La historia de Kevin es una de las muchas atrocidades que ha cometido el Ejército de Liberación Nacional, con el que el Gobierno busca un acuerdo de paz desde noviembre de 2022, cuando se reanudó la mesa de negociaciones que había sido suspendida en 2019 durante el mandato de Iván Duque. El cese al fuego se pactó en agosto de este año, sin embargo, varios hechos han demostrado que el ELN no tiene voluntad de paz. El último suceso que estremeció al país fue el secuestro de Luis Manuel Díaz, padre del futbolista Lucho Díaz, y quien fue liberado hace pocas horas.

Es irrespetuoso e indolente el comunicado por medio del cual justifican este secuestro: “El frente de Guerra Norte tiene comandos y misiones económicas y uno de ellos realizó una privación de la libertad, que al ser reportada y verificarse que se trata del padre de Lucho Díaz, se orienta su liberación por ser un familiar del gran deportista que queremos todos los colombianos”. Nada se le tiene que reconocer o agradecer a un grupo guerrillero que se ha burlado de los colombianos con sus sistemáticas violaciones al Derecho Internacional Humanitario.

“El problema es que aquí el cese al fuego es muy incompleto, cómo es posible que mientras estamos hablando de paz, en el campo a uno lo están matando, están secuestrando, están extorsionando. Hay un cese al fuego, pero ellos siguen actuando igual”, dice Wilfrido Grimaldo y tiene razón. Nadie le va a devolver a su hijo, pero un proceso a medias lo dejará también sin esa verdad y justicia que está buscando.

El secuestro es un flagelo que ha marcado la historia violenta de Colombia. El padre de Lucho volvió a casa, pero aún hay 30 familias esperando. El Gobierno debe exigir, sin titubeos, la liberación inmediata de todos los secuestrados antes de sentarse nuevamente en la mesa de diálogo. El ELN, por su parte, debe asumir el costo y la responsabilidad política de sus acciones, de lo contrario, este nuevo intento de paz
con esa guerrilla estará destinado al fracaso.

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