Yezid Arteta
15 Diciembre 2023

Yezid Arteta

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Aquí se planearon 117 masacres, reveló con vehemencia José Daniel Rojas ante la mirada compasiva del presidente Gustavo Petro. Cientos de agricultores, en su mayoría afrodescendientes, escuchaban la prédica del director de la Sociedad de Activos Especiales (SAE). El Gobierno había reunido a los labriegos en una de las colinas cercanas al río Cauca para entregarles una finca agrolechera de 387 hectáreas y una granja avícola en pleno funcionamiento. Bienes decomisados a los narcos. La SAE, según las buenas lenguas, era un nido de ratas hasta que llegó el joven Rojas a poner orden. Es la primera vez que veo a un presidente por estos montes, comentó una anciana negra que lucía una dentadura blanquísima. Un oficial del ejército, armado hasta los dientes, asintió con la cabeza. 

La comunidad que habita la cuenca del río Cauca y la microcuenca del río Teta y Masamorrero se mostraba alegre. La marimba y el tambor invitaban a mover la cintura. Atrás quedaban los años en que el territorio estuvo secuestrado por los paras, como lo recordó en su vibrante discurso Armando Caracas Carabalí, un apreciado líder de la región que acompañado de su gente le ha apostado a las economías legales. Las economías ilícitas se han tomado los territorios ante la incapacidad endémica del Estado por transformarlos, sentenció el presidente Petro. Es lo que ocurre, por ejemplo, en el andén pacífico colombiano. Los 47 países que conforman la Cuenca del Pacífico, exceptuando a Colombia, han desarrollado y enriquecido sus zonas costeras. La costa pacífica colombiana es la región más subdesarrollada del continente, lo cual dice mucho de los operadores políticos que antecedieron a Gustavo Petro. 

Operadores políticos con pinta de liberales, pero cargados de ideas cavernícolas. Parecidos a esos oscuros personajes que describió Umberto Eco en El nombre de la rosa o maniáticos como los que deambulan en Los renglones torcidos de Dios de Torcuato Luca de Tena. Un botón de muestra fue la votación en el Congreso sobre la producción, venta y comercialización del cannabis de uso adulto. Para muchos de estos congresistas vale más aplaudir a un borracho que dispara con una pistola a un puñado de jóvenes manifestantes, que apoyar a un grupo de agricultores que buscan una alternativa legal en los cultivos de marihuana. Legisladores que favorecen el peligro, los metales y la grasa —como en la canción de Nanpa Básico— que trae la economía ilegal, antes que impulsar la legalización y regulación del cannabis, como ocurre en las sociedades modernas. Congresistas con los pies en el presente y la cabeza en el pasado. Políticos a los que el futuro del país y el sufrimiento de los de abajo les importa un comino.

No podemos seguir como bobos matándonos en estas montañas mientras otros se enriquecen, expresó Petro ante los labriegos bonaerenses que coreaban su nombre. Fue un llamado del presidente a los jóvenes alzados en armas para que renuncien a la violencia, y se integren a las comunidades que apuntan a las economías legales. La organización y la política territorial se vuelven más eficaces cuando no están las armas de por medio. La violencia, como han reconocido los jefes paras que se han acogido a los procesos de paz, nada bueno ha traído al país. El miedo paraliza a una comunidad. La conversión de las economías ilegales a legales trae progreso y alegría.       

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