Velia Vidal
19 Agosto 2023

Velia Vidal

Instalación

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En la sala principal había una mesa extensa donde estaban los delegados para las negociaciones que apenas empiezan oficialmente, pero que llevan meses de intenso trabajo previo para llegar hasta aquí. “Es muy difícil avanzar con esto en el Chocó, Velia”, me dijo hace unas semanas una de las personas a cargo. A pesar de eso y luego de un trabajo muy exigente, lograron convocar a tres de los cinco grupos cuyas acciones violentas tienen sumida a Quibdó en una cadena de asesinatos, extorsiones y atentados cuyos saldos numéricos la ubican como una de las ciudades más peligrosas del país. 

Hizo presencia el alcalde de Quibdó, quien nos tiene acostumbrados a su ausencia. Por su parte, el gobernador del Chocó aprovechó, acertadamente, para recordarle al Gobierno nacional que el proceso homólogo que se adelanta con el ELN, no rinde sus frutos en el medio y bajo San Juan de nuestro departamento, donde nada más esta semana fue asesinada una niña indígena que había sido reclutada, se presentaron enfrentamientos entre los dos grupos que operan en la zona y se decretó un nuevo paro armado que dejó a los pobladores nuevamente confinados.

A través de la pantalla se veía, en otras salas, las mesas de los representantes de dos grupos armados. El tercer grupo envió un video que anunció el alto comisionado para paz, Danilo Rueda.

Fue un evento de dos horas en el que hubo himnos, oraciones, alabaos, bailes y discursos, muchos discursos; la mayoría, plagados de lugares comunes que se repiten en cada evento protocolario, que no tienen nada de memorables y, sobre todo, no aportan en ninguna medida al objetivo establecido. Estos eventos parecen más una obra de teatro mediocre en la que los actores, sabiéndose eso, no se entregan plenamente a sus libretos ni se apasionan con sus guiones. 

A pesar de todo esto, y quizá por una esperanza primigenia que nos habita, es inevitable sentir ilusión. Una ilusión que proviene del deseo intenso de cambio. Un deseo que se alimenta del agotamiento que tenemos todos los chocoanos nacidos o no aquí, por esta secuencia de violencias racistas y alimentadas por la corrupción, que van desde el hambre, la desnutrición, el analfabetismo, el desempleo, el desplazamiento, la carencia de servicios dignos de salud, las pésimas condiciones de transporte, la deforestación, la minería contaminante y la extorsión, hasta los feminicidios, los campos plagados de minas, las masacres, los desaparecidos en el mar y los asesinatos selectivos.

La vehemencia se agota, las palabras se esconden, la tristeza lo va llenando todo y el camino que resta, para quienes tienen la posibilidad, es irse. Abandonar la humedad, la lluvia constante, los truenos, la selva herida, los ríos correntosos, las mareas que los hacen correr hacia atrás o en el Caribe se dejan endulzar. Irse, aunque se ame este paisaje verde, amarillo y gris. 

Nos aferramos a la ilusión, confiando en que, como en el arte contemporáneo, en esta instalación la obra prevalezca por encima de los aspectos formales, se rompan las estructuras y se cambie la relación entre los espectadores y el espacio. 
 

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