Yohir Akerman
23 Abril 2023

Yohir Akerman

La sagrada familia

Entre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsAppEntre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsApp

El protagonista de esta columna no es un narco común. Por el contrario. Es un delincuente callado, apacible, sobrio y tranquilo. Un gánster que se acuesta a las ocho de la noche después de comer helado y jugar con sus nietos. Un traqueto sanguinario fiel y rezandero, que no se pierde la misa los domingos con su esposa.

Y su familia, no es una casta mafiosa cualquiera. Es un clan político que ha heredado el poder, entre sus miembros, durante años. Una estructura criminal que se hacía pasar por empresarios y ganaderos. Un grupo de hermanos y sobrinos que, con el poder municipal, han lavado sus dineros, siendo propietarios de criaderos de marranos, dueños de galleras y como si eso no fuera suficiente, chupando recursos oficiales con subsidios y contratos. Vampiros guajiros.

Me explico. El pasado 13 de abril, en el marco de la Operación Arcángel, la Agencia Antidrogas DEA, en coordinación con las autoridades colombianas, capturó a seis personas solicitadas con fines de extradición por los Estados Unidos. De esos criminales, tres son integrantes de una misma familia. Las capturas se adelantaron de manera simultánea en Barranquilla, Riohacha y el corregimiento de Camarones de La Guajira. Camarones que se durmieron y se los llevó la que sabemos.

La noticia tomó relevancia porque los señalados capos, además son familiares directos de funcionarios públicos en ejercicio. Y una vez conocida la aprehensión, 48 horas después, se registró una masacre en zona rural del municipio de Dibulla, de donde es oriunda la polémica familia. La masacre fue producto de retaliaciones y venganzas a raíz de la captura.

Vamos al inicio. Dibulla, en La Guajira, ubicado estratégicamente en el pie de monte de la Sierra Nevada de Santa Marta, ha sido un santuario del otrora Frente Contrainsurgencia Wayuu del Bloque Norte de las AUC, liderado por Rodrigo Tovar Pupo, alias Jorge 40. Según versiones de varios de sus miembros, este bello municipio era el mayor facturador de narcotráfico del bloque, en donde siempre se ha escondido una combinación nefasta y peligrosa, entre la política, las armas y las drogas.

Los protagonistas principales de esto son los Amaya Mejía. La cabeza de la estructura es el capo José Amaya Ramírez, alias Che, un hombre de edad que inició sus pasos criminales en la época marimbera, pasando a la era cocainera y ahora envejecido en el oficio. Hoy está tras las rejas después de ser arrestado en un suntuoso apartamento en Barranquilla el pasado 13 de abril.

Por la posición geográfica de Dibulla, el Che se convirtió en una conexión clave de los carteles de la droga desde la legalidad. Terminó siendo determinador de grandes proyectos, como el puerto de aguas profundas denominado Puerto Brisa, gracias a una sociedad de la tierra donde se ubicó el megaproyecto, que fue diligentemente patinado por el hermano del expresidente Iván Duque.

Che Amaya es el padre del alcalde de Dibulla, Marlon Amaya Mejía. Pongan cuidado porque el árbol genealógico y criminal se va poniendo más complicado. Alias Che no solo tuvo hijos políticos. En la misma redada liderada por la DEA fue capturado el otro hijo de Che, hermano del alcalde, el señor Joselín Amaya Mejía, alias Chelín.

Este es señalado de coordinar reuniones para el transporte de la cocaína hacia la Alta Guajira, desde donde sale con destino a las islas del Caribe y Centroamérica. Nada mejor que tener un hermano alcalde, líder de la policía local, para coordinar la entrada y salida de los barcos con estupefacientes.

Pero el hermano en la política no solo sirvió para eso. Como lo pudo determinar el diario El Tiempo, Chelín figura en un listado de pago del subsidio de Ingreso Solidario. Esta fue una ayuda estatal formulada con el fin de apoyar a las familias que se vieron afectadas económicamente por la pandemia del covid-19. Se hicieron un total de 33 consignaciones del subsidio a lo largo de 2021 y 2022. El último pago a Chelín se hizo en diciembre de 2022. 

Yohir Akerman

Ni el escritor nobel Gabriel García Márquez, en su creatividad macondiana, hubiera podido superar la realidad de un narco recibiendo un subsidio del Estado, por ver afectada su actividad económica ilegal a causa de una pandemia. En especial porque no fue el único capo de esta organización criminal que recibió subsidios por lo mismo.

Por eso sigamos con la familia. Dentro de los capturados también se encuentra el cuñado del capo Che, el señor Jorge Luis Mejía Brito, conocido como alias el Médico. Este era el encargado de realizar los contactos internacionales para la venta del estupefaciente a organizaciones criminales como el cartel de Jalisco Nueva Generación en México. Su alias respondía a que es médico cardiólogo de La Guajira, y también tío del alcalde de Dibulla y hermano del actual contralor departamental de La Guajira, Bienvenido Mejía Brito. De infarto toda la situación.

Y aunque la organización de narcotráfico con centro de operaciones en Dibulla quedó en familia, la de la política de ese municipio, en cambio, también. La familia del gran capo lleva ejerciendo una hegemonía política de 20 años en el municipio, donde se han turnado el control del presupuesto y la contratación local entre la esposa del Che, su hijo y su cuñado. Todo esto en alianza por los caciques políticos de la región Antenor Durán y Miguel Pinedo Vidal, gracias a los cuales han escogido no solo los concejales, sino también a quienes manejan los órganos de control local y departamental.

Así como se oye, Sixta Rosa Mejía de Amaya, esposa del narco capturado, ha sido dos veces alcaldesa. El hijo de ellos dos, Marlon Amaya Mejía, ha sido también alcalde en dos oportunidades ocupando actualmente el cargo. Y el hermano de Sixta Rosa, de nombre Bienvenido Mejía Brito, ha sido alcalde, diputado y ahora contralor departamental de La Guajira, todo por cuenta del poder económico y militar que otorga el dinero del narcotráfico.

Una empresa criminal con apellido, hegemónica, que ha durado 40 años, en donde Marlon le entregó el poder a su tío Bienvenido, quien posteriormente le devolvió la oficina a su sobrino Marlon, todo con la mano invisible de la matriarca doña Sixta Rosa. Por eso dicen que la familia es el pilar fundamental de la sociedad. Pero en este caso también de la corrupción.

Sixta Rosa Mejía de Amaya fue investigada por un contrato que firmó durante su alcaldía el 24 de marzo de 1999 entre el municipio y la Cooperativa Interregional de Colombia, Coinco Ltda, por un valor de casi 250 millones de pesos de la época.

Todas las instancias encontraron culpable a la alcaldesa, esposa del capo, de haber firmado un contrato a dedo con irregularidades y haber desaparecido los millonarios recursos, puesto que la obra nunca se concretó. La platica se la tumbaron. Pero cuando el caso llegó a la Corte Suprema de Justicia con el radicado 30683, para la suerte de doña Sixta Rosa, fue asignado al magistrado José Leonidas Bustos Martínez, quien, rápidamente cerró el proceso con una leguleyada. Todo como parte de ese famoso cartel de la toga, donde se vendían inocencias y culpabilidades en el tribunal más importante del país. 

Yohir Akerman

Por eso terminemos con la masacre. Solamente 48 horas después de la captura, el pasado 15 de abril se registró un crimen múltiple de cuatro hombres, todos con antecedentes criminales, en donde se ha podido determinar que se trató de una retaliación por las capturas de los miembros de la red transnacional de narcotráfico pertenecientes a la familia Amaya Mejía.

Las víctimas de la matanza fueron identificadas como Edgardo Cortés Meza, Bladimir Henao Rúa, Cristian Tafur Mercado y Alan Yesit Márquez Peralta. Todas personas que han tenido un prontuario delincuencial, que han pasado por los Pachenca, los Urabeños y, nada más ni nada menos que el Clan del Golfo o Autodefensas Gaitanistas de Colombia.

Una historia que completa el círculo infernal de una familia entre el poder político, el negocio del narcotráfico, los subsidios estatales, las tomas de los entes de control y, no podía faltar, los asesinatos como consecuencia de la venganza y el ajuste de cuentas. Esta sagrada familia de Dibulla, que logró una integración casi perfecta de la corruptela, el narcotráfico, el paramilitarismo, la coaptación de los presupuestos oficiales, el sicariato y la infinita crueldad.

@yohirakerman; [email protected]

Conozca más de Cambio aquíConozca más de Cambio aquí

Más Columnas