Yezid Arteta
21 Septiembre 2023

Yezid Arteta

La seguridad como demagogia

Entre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsAppEntre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsApp

Ahora vuelvo, dijo Ito a su abuela. Volvió días después dentro de un ataúd. Ito mató, y lo mataron. Mató el pasado 9 de agosto a Fernando Villavicencio, candidato a la Presidencia de Ecuador. Ito, como lo apodaban en una barriada de Cali, ejecutó un asesinato político en un país que no era el suyo. La globalización y el modelo de franquicias opera tanto para la venta de hamburguesas como para los negocios en los bajos fondos.

Desde el río Grande hasta la Patagonia la criminalidad se ha incrementado. La violencia ha irrumpido en lugares en los que se vivía a la manera de una novela pastoril. En el sitio más inesperado salta una liebre que viene por ti. La vida tranquila se ha convertido en un lujo que sólo lo pueden pagar unos pocos. La vivienda se ha transformado en una especie de prisión de alta seguridad protegida por serpentinas electrificadas y cámaras que registran hasta el vuelo de un zancudo. El sicariato funciona en Latinoamérica similar a un modelo de negocios. Una aplicación más. El pistolero, como un repartidor de Rappi o Glovo, llega hasta el domicilio de su víctima para entregar el aterrador pedido. 

Europa Occidental, temiendo al fantasma del comunismo, construyó un modelo de sociedad en el que primara el bienestar no sólo para los capitalistas sino también para los trabajadores. La clase obrera tenía un buen salario, vacaciones pagadas, cobertura educativa y sanitaria gratuita, amén de un tiempo de ocio para salir a beber cerveza, comprar en las tiendas de ropa, sacar a mear al perro, drogarse o ir hasta el estadio para ver cómo goleaban a su equipo del alma. Una vida aceptable en la que no había necesidad de salir a la calle a robar para comer. Las armas de fuego no están en las manos de los ciudadanos sino en las de los ejércitos. Los cuchillos en las cocinas. Las cosas están cambiando en Europa, pero esto lo miramos en otra columna. 

Lo ocurrido en Europa no tuvo eco en Latinoamérica. Las oligarquías locales fueron más indolentes. Como hijas bastardas del colonialismo trataron con crueldad a los millones de desposeídos que poblaban la tierra esclavizada y liberada. Son unos hijosdelagranputa, dijo un indio mexicano. Explotaron a su antojo. Se beneficiaron de los dictadores. Transformaron la democracia de Paine y Jefferson en una vulgar fotocopia con la que se limpiaban el trasero. Su época gloriosa llegó con el neoliberalismo. Todo lo volvieron negocio. Cientos de miles de campesinos fueron expulsados de sus aldeas. Como Siervo Joya, el personaje de la novela de Eduardo Caballero Calderón. Las ciudades se volvieron megaciudades en cuyos bordes se hacinan millones de personas que cada día salen a buscarse la vida. Unos se la buscan con un termo de café o una arroba de mango biche. Informales, les llaman. Otros, más informales, salen con un cuchillo o una pistola hechiza, a hacer lo mismo. La brecha, Viejo Topo, creada en Latinoamérica, entre los que tienen y no tienen es extensa y profunda. De aquellos polvos, estos lodos. No hay que graduarse de sociólogo en la Javeriana para entender esta realidad.      

Entonces aparecen los charlatanes: el Llanero Solitario o el Batman que jura arreglar, desde su caballo o batimóvil, la creciente inseguridad en los campos y ciudades. En ocasiones salta a la política un buscapleitos como Javier Milei en Argentina que anuncia destruirlo todo, tal como lo hace Joker —el Guasón— en la escena final del filme dirigido por Todd Phillips. Mano dura o quemarlo todo como prometen algunos candidatos a las alcaldías de Colombia. Restringiendo las libertades o asesinando a la precaria democracia. Esto no se resuelve con soldaditos de plomo o acribillando a ladrones en la PlayStation. ¿De qué me hablas, viejo?, ¿de poner a jóvenes con diez meses de formación en la policía para combatir a redomados criminales?, ¿de llevar a soldados profesionales, con salarios de miseria, a romperse la piel en las selvas de Colombia? 

Es mejor, Comején, no abrir la caja de los truenos. Mira lo que pasó con Videla en Argentina. Terminó sentado en un tribunal acusado por los fiscales Julio Strassera y Luis Moreno Ocampo, como lo puedes ver en la película Argentina, 1985. Recuerda, Viejo Topo, a Alberto Fujimori en manga de camisa luego de la operación Chavín de Huántar que permitió liberar a las personas que la guerrilla del MRTA había tomado como rehenes en la casa del embajador de Japón en Lima. Fujimori está hoy en prisión cumpliendo una condena de veinticinco años por dos matanzas realizadas bajo su gobierno. ¿Sabes, Comején, lo qué está pasando en tu país? La política de seguridad —confesaron decenas de mandos militares— llevó a los falsos positivos. Cientos de personas humildes asesinadas en aras a cumplir unas metas en el renglón de seguridad. De lo sublime a lo ridículo no hay más que un paso, dijo el corso luego de su fallida campaña de 1812 en Rusia. Una frase que deberían tener en cuenta Nayib Bukele y sus seguidores en Colombia.  

Colombia, más que fanfarronería requiere una idea, un acuerdo razonable, una concertación nacional sobre los problemas estructurales. Con todos los partidos, gremios, organizaciones sociales y grupos étnicos. Mitigando la desigualdad social conseguiremos que cientos de jóvenes que están por fuera del sistema no vuelvan a sus casas, como Ito, metidos en un ataúd. El próximo 27 de septiembre es un buen día para marchar por la vida, el entendimiento, la reconciliación y la paz 
   


 

Conozca más de Cambio aquíConozca más de Cambio aquí

Más Columnas