Martín Jaramillo Ortega
18 Abril 2024

Martín Jaramillo Ortega

Los escasos goles de Gabo

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Exactamente diez años después de la muerte de Gabriel García Márquez se jugó en Bogotá un partido entre Millonarios y Junior en El Campín. Coincidencia, seguro, pero este mismo encuentro entre cachacos y costeños en 1950 fue el primer y casi único acercamiento que tuvo Gabo con el deporte más popular del mundo. 

La relación de García Márquez con el fútbol es casi nula. Más allá de algunas respuestas puntuales, casi condescendientes, sobre Higuita, Maradona, el Mundial de Italia 1990 o algún otro fenómeno social del momento, dentro de su obra la única referencia al balompié está en El Juramento, un escrito que hace parte de Textos costeños, el volumen de su obra periodística que recopila las notas que escribió durante su paso por El Universal en Cartagena y por El Heraldo en Barranquilla. 

Al inicio Gabo se muestra escéptico. Jorge Luis Borges veía el fútbol como algo fundamentalmente estúpido, García Márquez no llega a tal punto, pero sí cuenta que “perdió el sentido del ridículo” al momento en que se vio hinchando por un equipo. La culpa fue de dos de sus grandes amigos, Germán Vargas y Alfonso Fuenmayor, ellos llevaron a aquel joven cataquero frente al pelotón ⎯en este caso de energúmenos⎯ a, como dijo Gabo, “convertirme a esa religión dominical del fútbol”.

Claro está, eran otras épocas. No busco despreciar el plantel actual del Junior o de Millonarios, por el contrario, creo que son los dos equipos colombianos que mejor han planificado su trabajo en el tiempo reciente, solo que para los afortunados, como Gabo, que vieron aquel Junior vs. Millonarios de 1950 era habitual ver en la cancha a jugadores de talla mundial. 

Le tocó un partidazo. 2-1 ganaron los barranquilleros en un recital de Heleno Da Freitas y Haroldo Ferreiro, jugadores que hoy en día ningún equipo local podría tener. Por su lado, Millonarios tuvo a Alfredo Di Stéfano, que volvió a la opinión pública por estos días, y también logró impresionar al escritor colombiano.

Sin ser muy futbolero, Gabo termina haciendo una analogía entre los cracks que vio en aquel partido y los escritores del momento. Según él, Da Freitas hubiera escrito novelas policiacas, dado que “tiene movimientos de investigador y desenlaces rápidos y sorpresivos”. Di Stéfano, por su lado, hubiera sido un gran escritor de retórica, genial definición.

Las cosas han cambiado, ahora nuestra liga es pobre. El partido del miércoles pasado fue, en cuanto a las nóminas, uno de los más esperados del semestre y no tuvo a Heleno Da Freitas sino a Carlos Bacca y no tuvo a Alfredo Di Stéfano sino a Leonardo Castro. Bien dijo Alfonso Senior una vez entregamos el Mundial de 1986: “Colombia es un país enano al que no le quedan bien las cosas grandes y la empresa de realizar el Mundial es un compromiso grande”. Quizá ese fútbol tan vistoso se fue de Colombia porque pensamos en chiquito.

No existe peor síntoma para un partido de fútbol que saber que el árbitro fue el protagonista. Quizá sea el mismo Gabo, a manera de vaticinio, el que mejor describa la situación: “Mientras exista el árbitro, el fútbol será impredecible”.

Ahora, como ha venido sucediendo ⎯y como ya lo he denunciado acá⎯ el arbitraje fue un desastre. No existe peor síntoma para un partido de fútbol que saber que el árbitro fue el protagonista. Quizá sea el mismo Gabo, a manera de vaticinio, el que mejor describa la situación: “Mientras exista el árbitro, el fútbol será impredecible”, dijo en entrevista para el diario El Espectador. Eso sí, bajo este criterio, el fútbol colombiano se ha vuelto potencia mundial en impredecibilidad.

La mayor reflexión que queda del análisis futbolístico de Gabo está en la pérdida del sentido del ridículo: “Ahora me explico por qué esos caballeros habitualmente tan almidonados, se sienten como un calamar en su tinta cuando se colocan, con todas las de la ley, su gorrita a varios colores”, dijo el nobel.  

Hay que ver lo felices que somos quienes usamos esas gorritas a varios colores…

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