Johana Fuentes
15 Febrero 2024

Johana Fuentes

Nadie tiene la culpa

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El presidente Gustavo Petro,  que se ha dedicado a defender a los funcionarios cuestionados de su gabinete, le aceptó —por fin— la renuncia a la ministra del deporte. Se salvó de una moción de censura y su legado es una vergonzosa gestión, en una cartera que aún no levanta cabeza.  

Astrid Bibiana Rodríguez llegó a ser ministra sin tener experiencia para ocupar cargos públicos, pero con la promesa de recomponer el desastre que había dejado su antecesora, María Isabel Urrutia, hoy investigada por la Fiscalía por irregularidades en la contratación y a quien el presidente Petro había declarado insubsistente. Menos de un año transcurrió para demostrar su incapacidad e incompetencia. 

La primera alerta surgió cuando La W Radio denunció que las instalaciones del único Centro de Alto Rendimiento que hay en el país estaban en ruinas, luego de una inversión de casi veinte mil millones de pesos. El ministerio se negó a entregar las facturas de los distintos contratos del proyecto y la ministra se justificó culpando a administraciones anteriores —ya es costumbre que este gobierno también use el espejo retrovisor— y argumentando que, aunque el lugar se encontraba en una situación crítica, las obras aún estaban en una etapa de diagnóstico. Un diagnóstico de nueve meses, el tiempo que llevaba en el cargo. 

Sin embargo, lo que detonó la crisis y un huracán político fue la pérdida de la sede de los Juegos Panamericanos de 2027 que se realizarían en Barranquilla. 

Panam Sports informó que se había incumplido el compromiso de pagar ocho millones de dólares y por eso se penalizaba a Colombia quitándole la oportunidad de realizar los juegos. La responsabilidad de hacer ese pago era del Ministerio del Deporte. Lo peor de todo es que la ministra inicialmente mintió diciendo que no se había hecho el giro por falta de recursos, pero después se conoció un documento oficial firmado por ella misma en el que aseguraba que se contaba con el dinero. 

Eso era motivo suficiente para que el presidente Petro la sacara del cargo, pero ocurrió todo lo contrario. El mandatario culpó a todos, menos a la ministra. Al expresidente Iván Duque que, hay que dejarlo claro, incumplió con el primer plazo, y hasta al presidente de Panam Sports, a quien acusó de tener un compromiso para entregarle la sede a Asunción. Una afirmación sin ningún sustento. 

Mientras todo eso pasaba, se gestaba una moción de censura en el Congreso en contra de Astrid Bibiana Rodríguez, que estaba cada vez más sola.  Hasta los más fieles alfiles del Pacto Histórico, pidieron su salida. Incluso, Armando Benedetti, exembajador de Colombia ante Venezuela, rompió el silencio que había guardado después de su accidentada salida del gobierno para lanzar una crítica al respecto: “Panamericanos…Ignorancia, improvisación y falta de experiencia de las personas que rodean al presidente. ¡Pobre Barranquilla!”. Paradójicamente, unos días después de eso, Benedetti estuvo —nuevamente— en el ojo del huracán por cuenta de su nombramiento como embajador ante la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Una embajada que fue eliminada hace 25 años y que reviven para lanzarle una bala de oxígeno a un personaje problemático, pero que amenazó con revelar información sobre la financiación de la campaña de Gustavo Petro, si no recuperaba su espacio político. Todo muy turbio. Acá ninguno se salva. 

“Teniendo en cuenta nuestra conversación de semanas anteriores, reitero mi deseo de dirimir al cargo”; le dice la ministra Rodríguez al presidente. Al parecer, aunque la renuncia estaba sobre la mesa, se le acepta para evitarse el desgaste político de la moción de censura, que estaba citada para la próxima semana, y no porque se considerara que debía asumir alguna responsabilidad por lo sucedido. Recordemos que en este gobierno nadie tiene la culpa de nada. 

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