Marisol Gómez Giraldo
18 Marzo 2024

Marisol Gómez Giraldo

No es la constituyente, es elegir entre movilización o concertación

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Pronto morirá el debate generado por el presidente Gustavo Petro al plantear la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente, al calor de una minga indígena en Cali.

Es más que obvio que una constituyente es inviable hoy en Colombia, porque para sacarle adelante, Petro necesita en el Congreso los votos que hoy no tiene para concretar sus reformas. Fue precisamente ese hecho el que lo llevó a la ligereza de invocar una reforma de la Constitución, como solución a sus dificultades para gobernar.

Esa propuesta no desata el nudo gordiano en el que está atrapado, y Petro lo sabe. No pasará entonces de ser una provocación innecesaria, como lo demostraron las reacciones iracundas, aprovechadas, críticas, y también algunas serenas y razonables, que desató en el país político. Pero hubo tres planteamientos del Presidente en Cali que pasaron prácticamente inadvertidos y que, aunque no causaron el huracán político que desató la mención de una constituyente, revelaron el riesgoso camino que podría tomar. Peligroso para él mismo, porque terminará por diluir su promesa de ser el Gobierno del cambio.

Petro no solo dijo que “no es el momento de un Acuerdo Nacional”, sino que consideró un error haber intentado un “gobierno plural” y volvió a llamar al pueblo “a las calles”.

No es irrelevante que parezca estar descartando la concertación política para volcarse a la movilización popular, que valga decir, no conducirá a los cambios que él propone.

Se autoengaña el Presidente cuando busca en esa movilización la solución a los obstáculos que tienen en el Congreso las reformas a la salud, la pensional o la laboral.

El mandatario se niega a ver que su período más productivo como gobierno fue el de sus primeros seis meses, cuando logró pasar en el Congreso una reforma tributaria, algo extremadamente difícil en cualquier país por lo que implica el aumento de impuestos.

Si no lo reconoce así, basta que se compare con su colega chileno, Gabriel Boric, que no ha podido sacar adelante su reforma fiscal, una de sus banderas de campaña.

Y ese logro de Petro en Colombia fue el resultado de la concertación política y de la pluralidad que había en su gobierno. En el caso particular de la reforma tributaria, fue clave la presencia de un ministro de Hacienda competente, moderado y con sensibilidad social como José Antonio Ocampo.

En cambio, el poder simbólico de una numerosa minga indígena en Cali o de una masiva movilización de sus seguidores en la calle no se traducirá en las reformas que busca. A un político se le puede medir por su capacidad para movilizar gente, pero a un gobernante se le mide por los resultados. Y eso es lo que no puede obviar el Presidente.

En los hechos, le ha dado mejores resultados la concertación política que la movilización popular cuando se ha tratado de hacer cambios.

La reforma tributaria que logró Petro es uno de esos cambios, pues además de ser un instrumento para redistribuir la riqueza, es la llave para financiar el resto de las reformas que propone. No le faltará razón al Presidente cuando se acusa a sí mismo de “ingenuo” y dice que algunos integrantes del gobierno que armó al comienzo “estaban ahí para aprovechar el puesto” e impedir que “los programas de la transformación se volvieran realidad”. Pero no puede generalizar.

En el exministro Ocampo y los exministros Alejandro Gaviria y Cecilia López tenía, principalmente,
funcionarios con experiencia y conocimiento de las áreas que manejaban.

Eso sí, un tema muy distinto son los partidos políticos, sus presidentes y sus integrantes en el Congreso, que en la mayoría de los casos suelen privilegiar sus intereses clientelistas y personales y votar según la cantidad de mermelada que reciben en contraprestación.

En este sentido, es natural que Petro se rodee de personas de su confianza y miembros de su coalición de gobierno, pero no debería caer en el extremo de afirmar que “al que no le guste en el gobierno” lo que él plantea “que se vaya”. Eso fue lo que dijo también ante la minga indígena en Cali, donde fue, ante todo, temperamental y contradictorio.

¿Movilización o concertación? Esa es la disyuntiva crucial del Presidente cuando le quedan 2 años y 5 meses de mandato, tiempo escaso cuando se trata de un gobierno:

Optar por lo primero será ir en contra de su propósito de generar cambios y le cerrará las puertas a un futuro gobierno de izquierda en Colombia.

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