Marisol Gómez Giraldo
5 Febrero 2024

Marisol Gómez Giraldo

Petro: adversarios poderosos y una oposición política débil

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Fragmentada, dispersa y sin una cabeza creíble y visible luce hoy la oposición política al Gobierno. Esto, a pesar de la urgencia de acción y responsabilidad de los líderes ante desatinos del presidente Gustavo Petro como el de hablar de “golpe de Estado” y llamar a la movilización social para enfrentar las arbitrariedades de otras instituciones del Estado.

Pese al amplio número de partidos que hay en el país -35 participaron en las pasadas elecciones regionales-, en ninguno de ellos el mandatario tiene hoy un contradictor político con un liderazgo sólido que aglutine y cohesione al amplio número de colombianos inconformes con su gestión.

Mientras tanto, y sin pudor alguno, el hoy jefe de la Fiscalía General trastoca la misión de esa institución para encabezar la oposición al presidente con el apoyo de algunos medios tradicionales de comunicación, como Semana.

Así, unos y otros no solo se han desviado de sus tareas, sino que han contribuido a acrecentar la tensión política reinante. Flaco favor le hacen al país.

Y a esto contribuye, desde luego, el hecho de que los llamados a hacer oposición en un sistema democrático –los partidos y los dirigentes políticos— no han cumplido ese papel. El vacío lo han llenado entonces la Fiscalía de Francisco Barbosa, la revista del Grupo Empresarial Gilinski y, de manera menos sistemática, unos pocos medios tradicionales más.    

Cosa distinta fue la que ocurrió en los últimos 15 años en Colombia, cuando el hoy primer mandatario, desde su cargo de senador, fungió como el más notorio opositor del gobierno de Iván Duque. También el presidente Juan Manuel Santos, durante sus ocho años de gobierno (2010-2018), tuvo en Álvaro Uribe al más persistente y obstinado crítico y antagonista.

A Petro le han sobrado críticas y críticos, pero de redes sociales. Y tanto el presidente como sus opositores de X han abundado en meras palabras, en retórica y en juicios de valor. 

En medio de la dispersión de críticos, el caso más llamativo es sin duda el del Centro Democrático, el único partido claramente opositor, pero en el cual los liderazgos marchan divididos por las ambiciones personales (legítimas) que sus figuras más notorias tienen de ser el próximo o próxima ficha de la colectividad para la carrera presidencial de 2026.  

Y el líder natural del Centro Democrático, el expresidente Uribe, parece haberse marginado del papel de jefe de la oposición. Es probable que el primer café que se tomó con Petro antes de que este asumiera la presidencia, el 29 de junio de 2022, tenga que ver con eso. Como si hubieran hecho un pacto tácito de no agresión, el presidente tampoco ha puesto sus reflectores sobre el exmandatario.

¿No sería más conveniente para Colombia y para el mismo Petro hacer más gestión política de ese tipo y menos comentarios arrebatados en la red X?

Lo que por ahora queda claro es que la falta de una oposición política ha estimulado el papel de opositores asumido por la Fiscalía, la Procuraduría -en menor medida- y medios de comunicación como Semana.

Lo más grave es que en medio de los permanentes ataques de unos y de las contraofensivas del Gobierno, las soluciones a los problemas de inseguridad, salud, pobreza y desaceleración económica siguen paralizadas.

Si bien es absolutamente necesario que la Fiscalía investigue lo que le toca, sin usurpar la tarea de la Comisión de Acusaciones de la Cámara en lo que involucra a Petro, y que los medios de comunicación tengan una vocación crítica frente a los diferentes poderes y frente al gobierno de turno, no es tarea de las instituciones del Estado ni de los medios hacer oposición política. Mucho menos, cuando la hacen a partir de los sesgos. 

En lo que se refiere a Semana, basta recordar la portada del 14 de diciembre pasado sobre el conflicto árabe-israelí, en la que el presidente aparece como una marioneta cuyos hilos están siendo movidos por los presidentes de Rusia, Vladimir Putin, y de Irán, Ebrahim Raisi. 

‘El Títere’, decía esa portada. Sin signos de interrogación, una afirmación sin sustento. Una clara falta de rigor periodístico.

Y en el caso de la Fiscalía, vale preguntar: ¿La institución a cargo de Barbosa no actúa con sesgo cuando archiva el caso de la ñeñepolítica sobre el presunto ingreso de dinero del narcotráfico a la campaña de Iván Duque, o cuando intenta una y otra vez precluir el caso contra el expresidente Uribe por presunta manipulación de testigos, mientras que en el caso contra Nicolás Petro despliega todas sus capacidades para investigar a profundidad y probar la comisión de delitos?   

Para ninguna democracia es sano que la oposición al Gobierno sea asumida por las cabezas de las instituciones del Estado, sobre todo cuando les corresponde investigar con imparcialidad. Y tampoco por un medio de comunicación cuya esencia y naturaleza es informar sobre hechos. 

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