Mauricio Rodríguez Múnera
1 Abril 2024

Mauricio Rodríguez Múnera

¿Por qué fracasan los emprendimientos?

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Según estudio reciente de Confecámaras, apenas una de cada tres empresas nuevas sobreviven después del quinto año. Es decir, en el pasado lustro han desaparecido 200.000 emprendimientos, cientos de miles de personas que lamentablemente perdieron sus ahorros y esfuerzos.

Según el GEM (Global Entrepreneurship Monitor), Colombia es uno de los países con mayor vocación emprendedora. Cuando uno compara lo que deseaban los jóvenes egresados de las universidades hace cuarenta años –conseguir un buen puesto y desarrollar su carrera en esa empresa o entidad hasta su pensión– con lo que desean los jóvenes hoy en día –montar su propio negocio-, es evidente el cambio radical y masivo de mentalidad. Eso es muy positivo para nuestro país, pero la tasa de fracaso del 66 por ciento es demasiado alta. 

¿Cuáles son las principales razones por las que se quiebran tantas iniciativas empresariales? 

  • No se tiene claridad sobre cuál es la necesidad insatisfecha que el nuevo producto o servicio va a solucionar. No se tiene un factor diferenciador, no se agrega valor a los clientes superior al que ya reciben de otros proveedores. No existe lo que los expertos denominan la “Unique Selling Proposition” (la propuesta distinta, única, de venta). 
  • Excesivo endeudamiento. Muchos negocios no invierten el capital suficiente para sostener el desarrollo de la empresa, que normalmente tarda de tres a cinco años para llegar a su punto de equilibrio. Entonces apelan a la deuda (hoy en día muy costosa por la dura política contraccionista del Banco de la República para combatir la inflación). Gasto financiero que en muchos casos es aún más elevado porque la mayoría de los nuevos emprendimientos no tiene acceso a la banca formal y tiene que recurrir al muy oneroso sistema extrabancario.
  • Pérdida de foco. Con frecuencia los nuevos negocios empiezan con pocos productos o servicios bien definidos, dirigidos a mercados específicos, posicionándose con algún atributo clave que los hace sobresalir. Pero muchos pierden la disciplina estratégica y comienzan a diversificar su oferta y mercados sin una buena brújula -simplemente porque se presentan oportunidades aparentemente buenas pero que no están alineadas con su naturaleza original; o porque sus ideas iniciales no funcionaron y el desespero los conduce al rebusque desordenado de salvavidas. 
  • Mal servicio al cliente. Al inicio de un emprendimiento los dueños y su equipo se esmeran en todo, pero con el paso del tiempo son pocos los que mantienen altos sus estándares de calidad de servicio. Esto sucede porque no hay una medición constante de las variables cruciales. Y, según investigación de la Universidad de Wharton, en Pensilvania, tan solo el 6 por ciento de los clientes se quejan directamente con la empresa, pero el 33 por ciento les cuenta su mala experiencia a por lo menos cuatro personas. Ese “boca a boca”, si no se percibe oportunamente, es el comienzo del fin. 
  • Disputas entre los socios. Al principio, todo es entusiasmo, dedicación y confianza entre los socios de un proyecto. Pero a medida que se van presentando los naturales inconvenientes que surgen en la vida empresarial, aumenta la intensidad y la frecuencia de los roces. Por eso es tan importante, crucial, tener desde antes del arranque, reglas del juego muy claras (escritas, en documentos formales) sobre asuntos esenciales como el proceso de toma de decisiones estratégicas, la política de dividendos, la vinculación de familiares a la empresa, las cláusulas de “divorcio”, y los compromisos de capitalización.        
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