Velia Vidal
29 Julio 2023

Velia Vidal

Racismo y enfermería

Entre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsAppEntre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsApp

José Luis nos contó que, cuando ya culminaba sus estudios de posgrado, mientras avanzaba en una investigación sobre vitiligo, uno de los colegas comentó que estaba bien esta enfermedad para las personas afro, porque así quedarían blancos de una vez y no tendrían que hacerse tantas cosas, como Michael Jackson. 


Por experiencias como esta y tantas otras que ha visto en su labor como epidemiólogo, aunque es un hombre blanco-mestizo, José Luis afirma que efectivamente las salas de enfermería y los recintos hospitalarios han sido lugares llenos de prácticas racistas. 

No hablamos del reconocido racismo científico, sus múltiples formas y manifestaciones, que sembraron las ideas de diferencias genéticas que se traducían en habilidades para justificar la esclavización. Esta forma de racismo se basó en demostrar, vía pseudociencia, que los africanos y sus descendientes teníamos menores capacidades intelectuales, más resistencia, capacidad de trabajo, más libido y mucha más rebeldía; con el ánimo de explicar por qué era válido el sometimiento a los trabajos forzados, la necesidad de “domarnos” y la pertinencia de los abusos sexuales, entre muchas otras prácticas deplorables. Si bien hoy sabemos que no hay tales diferencias, la difusión permanente de estas ideas durante siglos, ha incidido en el racismo interpersonal y cotidiano que abunda en la actualidad.

Asuntos aparentemente tan simples como creer que nuestras pieles no se queman, que somos más resistentes, por ejemplo, a las enfermedades tropicales, que no nos ruborizamos o que tenemos propensión a ciertas patologías, tienen una incidencia directa en la atención que recibimos en los centros médicos y hospitalarios. 
Muy poco se ha hablado de este tema en Colombia. Por eso me apunté con gusto – además que supone para mí un honor haber sido invitada- a ser colaboradora del Seminario Especializado: Enfermería y Antirracismo, del Instituto de Investigaciones Afrolatinoamericanas (Alari) de la Universidad de Harvard. Seminario que además será opcional dentro de la quinta cohorte del Certificado de Estudios Afrolatinoamericanos, del que egresé tres años atrás. 

Eliminar el racismo en nuestro país es un proceso largo, que debemos afrontar en cada una de sus dimensiones y espacios que han servido a su diseminación, como la escuela, las empresas, los centros de investigación, las clínicas y hospitales. 

Para abordar una de las situaciones más dramáticas en cuanto a la relación enfermería y racismo, cito apartes de una noticia publicada recientemente por el periódico El País, en su sección América Futura: En el continente americano, ser una mujer negra embarazada implica un mayor riesgo para la salud que ser una mujer blanca. Así lo señala un reciente informe liderado por el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), en el que analizaron y compararon datos de nueve países -Brasil, Colombia, Costa Rica, Cuba, Panamá, Surinam, Trinidad y Tobago, Estados Unidos y Uruguay- para conocer las diferencias estructurales que existen a la hora de tener un hijo.

En el informe, que analiza puntualmente cinco indicadores, hay cifras alarmantes. Por ejemplo, señala que en Estados Unidos las mujeres y niñas afroamericanas no hispanas tienen tres veces más probabilidades de morir durante el embarazo o en los 42 días siguientes al parto que las mujeres blancas no hispanas. Algo, que, además, no tendría que ver con la educación o las oportunidades, sino con el racismo estructural que hay en los servicios médicos, ya que “las muertes maternas entre las afroamericanas con titulación universitaria siguen siendo 1,6 veces mayores que entre las mujeres blancas con menos de un diploma de secundaria”, anuncia el documento.

El escenario, aunque menos drástico, se repite en otros países, como Surinam y Colombia. En el primero, la tasa de mortalidad materna de niñas y mujeres afrodescendientes es 2,5 veces mayor que la de las blancas, mientras que en el segundo país es 1,6 veces mayor.
(…)
Pero el problema va más allá. En un continente como América, en donde la región de Latinoamérica y el Caribe tiene la segunda tasa de embarazados de adolescentes más alta del mundo, son las niñas y adolescentes negras las más afectadas: tienen los índices de embarazo más alto junto a las adolescentes con menor nivel educativo, especialmente en Panamá, Surinam y Trinidad y Tobago.

Por supuesto que los enfermeros y enfermeras no son responsables del racismo estructural, ni tampoco de corregirlo, pero sus acciones regulares sí pueden contribuir, de manera directa, a que estas situaciones cambien en la vida cotidiana de los y las afrodescendientes. Los programas de salud sexual y reproductiva, por ejemplo, están a cargo del personal de salud que, de conocer estas inequidades, podrá aplicar enfoques diferenciales en sus procesos. De la misma manera, al tener consciencia en las salas materno infantiles, de las condiciones de desventaja con las que llegan las familias racializadas, podrán implementar protocolos de atención que apunten a afrontar este flagelo que viven las mujeres negras. Comprender la importancia de la información diferenciada para tomar decisiones acertadas, es otro de los procesos que puede hacer una gran diferencia.

Por todo lo mencionado, este seminario que proponemos debería ser impartido a todos los enfermeros y enfermeras de nuestro país y América Latina, para que crezcamos en consciencia y sensibilidad, que al final se van a traducir en la garantía del derecho a una vida digna.  

Conozca más de Cambio aquíConozca más de Cambio aquí

Más Columnas