Velia Vidal
8 Julio 2023

Velia Vidal

Racismo y pobreza

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Es mi primera vez en Francia, en la lengua de aquí no sé decir ni gracias. No tengo claridad sobre las razones por las que estoy invitada a este importante evento económico de tres días en Aix de Provence; con unos 360 panelistas, entre ellos, la exministra Cecilia López y yo como únicas representantes de América Latina. Es un encuentro para conversar y este año el eslogan es Renovando la esperanza. Hablaremos de asuntos sociales y económicos como turismo, inteligencia artificial, transición energética, entre muchos otros, buscando ideas y caminos para la construcción de un mundo más justo.

Es principalmente un foro económico y como no sé casi nada de economía, excepto lo que conoce cualquier consumidor y quizá un lector inquieto, me tomó bastante tiempo definir el enfoque de mi participación en la mesa sobre lucha contra la pobreza, que es exactamente a la que estoy convocada. Sesión 23, sábado 8 de julio 10:45 de la mañana.

Mientras pensaba me rondaban las cifras de pobreza multidimensional en Colombia que publicó el Dane sobre 2022. Con la certeza de que los pésimos resultados para el Chocó y departamentos mayoritariamente indígenas están relacionados con el racismo estructural, decidí evidenciar la relación de este con la pobreza. Mi intención es que los asistentes tengan presente que el racismo ha impedido e impide la eliminación de la pobreza. Las naciones han establecido formas de desigualdad que afectan directamente a los cuerpos racializados. Una práctica universal de la que Europa tiene mucho por revisar.

Mientras preparo los últimos detalles de mi participación salieron los datos más recientes sobre seguridad alimentaria en Colombia. El hambre es, para muchos, el indicador más relevante de la pobreza. Yo lo creo también. Según el estudio, La Guajira, Sucre, Atlántico, Magdalena y Chocó presentan las mayores prevalencias de inseguridad alimentaria moderada y grave, entre el 43 y el 59 por ciento en la primera y del 10 al 17 por ciento en la segunda.

Lo que eso significa de manera concreta es que en el último año aproximadamente la mitad de las familias tuvieron que disminuir la cantidad y calidad de sus alimentos por falta de dinero o recursos para acceder a ellos y que, entre 10 y 17 de cada cien familias, al menos uno de sus miembros pasó un día -o más- sin comer, aguantó hambre, porque no tuvo forma de obtener comida.

Si nos detenemos a revisar la conformación poblacional de los cinco departamentos mencionados, salta a la vista la presencia mayoritaria o significativa de afrocolombianos e indígenas, principalmente entre los grupos con mayor vulneración de derechos. Como ya estoy acostumbrada a que me digan, pareciera que hilo muy delgado. No faltará quien se sorprenda porque sugiero que aguantan hambre por ser negros e indígenas. ¡Pues sí! En el mundo entero hay muchas personas pasando hambre o en situaciones de pobreza y pobreza extrema, expresamente por su condición racial.

Los estados de todo tipo y orientaciones ideológicas han usado sistemáticamente criterios racistas y clasistas para determinar las políticas públicas y en particular para priorizar las atenciones y el tipo de intervenciones frente a unos y otros o, en el caso por ejemplo de la infraestructura, dependiendo de quienes habiten unos u otros lugares.

Si los criterios raciales han sido determinantes en la permanencia de las múltiples dimensiones de la pobreza, tienen que ser relevantes en la revisión de sus formas de eliminación. Con frecuencia las políticas públicas están atravesadas por estereotipos, por ejemplo, relacionados con las prácticas económicas priorizadas para ciertos grupos. No es extraño ver cómo se promueven en nuestras comunidades principalmente los oficios domésticos, cocina, servicios personales como masajes, arreglos de uñas, peluquería, entre otros, como principales alternativas para generación de ingresos, sin más criterio que el imaginario racista de que son este tipo de labores para las que supuestamente somos buenos o nos interesan.

Es indispensable hilar delgado en esto de las políticas de eliminación de la pobreza y su relación con el racismo, detenernos a revisar cómo se configura; solo así, al menos yo, podré renovar mi esperanza en que nuestros pueblos dejen de ser los más pobres y los que más hambre aguantan.

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