Rodrigo Botero
8 Enero 2024

Rodrigo Botero

Repensar el territorio: soñar no cuesta nada

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Despunta el 2024 lleno de contradicciones. Acabamos de pasar el año más caliente registrado en la historia reciente y por nuestro territorio se asoma un verano “tendido,” como dicen en las sabanas, es decir, sin asomos de lluvias entreveradas.

En muchos territorios, la presión de la guerra entre grupos armados apenas si ha dejado respirar a la población, entre extorsiones, reclutamientos y vinculación con economías ilegales, entre otros males. Los nuevos mandatarios locales y regionales hacen sonar las trompetas de la seguridad, prometiendo restaurar un orden que nunca ha existido. 

En esa carrera contra el tiempo que implica adaptarnos y mitigar ese cambio climático, esperaba oír algún discurso atractivo. Nada, áridos e insípidos planteamientos, como de quienes aún viven en la burbuja de la planeación urbana desprovista de conciencia ambiental. ¿Qué se necesita para que haya algún nivel de atención real y serio? La mayoría de ciudades del mundo han experimentado “golpes de calor” en estas épocas de verano, que son incrementadas de manera sinérgica por el asfalto y el concreto, que actúan reteniendo e incrementando la temperatura ambiente y la de las superficies de viviendas. Cientos de personas mueren al año en estos picos de temperatura, muchos de ellos ancianos y niños que, en condiciones de vulnerabilidad, fallecen ante estos eventos extremos. 

Jardines verticales en las columnas del viaducto periferico norte. Ciudad de Mexico, 2023. R. BoteroJardines verticales en las columnas del viaducto periférico norte. Ciudad de Mexico, 2023. R. Botero

En Colombia, aun no se oye discusión alguna respecto al derecho de los ciudadanos a tener ciudades arborizadas, con indicadores claros del número de árboles por habitante, con distribuciones homogéneas entre “estratos sociales”, más allá de los jardines botánicos que cada ciudad o pueblo del país debería tener. La inclusión y diseño de paredes y techos “verdes” en edificios y urbanizaciones no pasa de ser una exclusividad de algunos iniciados. Para no ir muy lejos, el paisajismo que se ha desarrollado en ciudad de México para tapizar sus columnas de viaductos con jardines, es digno de señalar como un ejemplo posible, deseable y urgente en nuestro país. Chicago convierte zonas que antes fueron “industriales” y, a través de la restauración, genera áreas protegidas urbanas. (Parafraseando al exalcalde Peñalosa, “de un potrero” sí se puede restaurar un área protegida). 

Muchas ciudades en Colombia poseen Áreas Protegidas Nacionales en su entorno periférico cercano. Además de las bondades derivadas de la prestación de servicios ambientales, el agua, el más claro, también hay aspectos como la biodiversidad asociada a lo periurbano, que genera calidad de vida y una integración más amable con las poblaciones naturales que bordean las ciudades. El desarrollo de circuitos de senderismo, observación de aves, paisajismo, encuentro de culturas rurales, además de ser una oportunidad económica, son una opción de pensar en la integración de la planeación urbana y rural, incluyendo corredores de conectividad urbanos que permiten mitigar efectos de climas extremos, así como funcionar como cortinas verdes ante la contaminación del parque automotor.

Ciudades calurosas, con cemento, concreto y asfalto haciendo una refracción de temperatura, que implica mayor estrés fisiológico para los habitantes, consumo de agua, consumo de energía para enfriadores de diversa índole, en fin, que implica la creación de ambientes inhóspitos que hacen sinergia con arquitectura no adaptada a las condiciones ambientales de cada región o, aún peor, con asentamientos infrahumanos donde enormes cantidades de población pelean día a día contra la pobreza, el hambre y el clima. 

Es necesario hacer una pausa, pensar en grande, adaptar nuestra planeación a las condiciones de eventos climáticos extremos, diversidad biológica y oferta hídrica, para el desarrollo urbano, agropecuario y de asentamientos rurales. La infraestructura vial debe incorporar los lineamientos de sostenibilidad que han consensuado los ministerios de ambiente y de transporte. Estamos reventados en carreteras y vías urbanas con retraso de décadas en diseños y trazados. ¿Hasta cuándo? La agricultura debe planearse a partir de principios agroecológicos, inspirados en el legendario profesor Altieri. ¿Son posibles los mosaicos planificados de cultivos intensivos con inclusión de áreas de conservación y restauración?

La minería debe y tiene que transitar como lo viene haciendo la de hidrocarburos en otras partes del mundo, hacia la transición, sabiendo que quedan pocos “segundos” geológicos para hacer la descarbonización total. No hay futuro posible sin abordar la minería de metales de transición. ¿Cuál será la apuesta nacional en un escenario de generación de valor agregado en el país, frente a industrias extractivas? (¿Y las universidades qué?)


Las comunidades y grupos sociales, comunitarios, tendrán que enfrentar el reto de pasar del negacionismo ante cualquier propuesta de desarrollo empresarial sostenible, a pensarse como parte de la solución, parte de la asociación empresarial, y a aceptar que resistencia no riñe con conciencia.

El país tiene recursos económicos, potencial humano y  oferta ambiental como pocos en el mundo. ¿Será posible que, en vez de fragmentación, podamos consensuar la diversidad cultural y biológica, y salir del viejo paradigma de la homogenización como requisito del desarrollo?  Es posible que empecemos a abordar la revisión de nuestro ordenamiento territorial, dado que lo actual está haciendo crisis no solo frente a un coyuntural momento de discursos de nuevos alcaldes. Repensar el territorio, su planeación, sus apuestas, su integralidad, pueden ser parte estructural de esta discusión que el ambiente nos permite abrir. Soñar no cuesta nada. 
 

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