Johana Fuentes
19 Enero 2023

Johana Fuentes

Silencio cómplice

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La fallida designación de Víctor de Currea-Lugo como embajador de Colombia en los Emiratos Árabes Unidos dejó al descubierto –una vez más– que las mujeres no son una prioridad para el gobierno del cambio, además, una latente violencia política que recae sobre aquellas que se atreven a cuestionar este tipo de decisiones.  

Cambio Colombia

Para nadie era un secreto que existían testimonios en contra de este académico por presunto acoso sexual cuando fue profesor de las universidades Javeriana y Nacional. De hecho, hace cinco años escribió una columna en la revista Semana titulada De la cacería de brujas y la violencia sexual, en la que calificaba como calumnias los señalamientos de los que era objeto y responsabilizaba a dos profesoras de estar reclutando alumnas para que hicieran dichas acusaciones. 

No solo eso, admitió haber tenido novias jóvenes e incluso contó que una de ellas fue su alumna: “Eso no me hace ni pederasta, ni violador, ni abusador”. Por supuesto que no, pero sí pasa por alto que en una relación entre profesor y estudiante hay un evidente desequilibrio de poder. De Currea-Lugo completó su defensa diciendo que no había ninguna denuncia en su contra, lo que para él significaba que solo se trataba de rumores para desprestigiarlo. 

Parece increíble que tengamos que explicar una y otra vez lo difícil que es para una mujer denunciar que ha sido víctima de violencias basadas en género, sobre todo si existe una relación tan desigual como la descrita. Increíble, también, que el presidente Petro –que no dudó en ponerse el pañuelo verde en campaña– haya ignorado todo esto. 

Como era de suponerse, la ligereza del gobierno con el tema le pasó factura y las críticas al nombramiento no se hicieron esperar. La representante a la Cámara Jennifer Pedraza recordó las denuncias que pesaban sobre el futuro embajador y ofreció una alternativa, a través de la Casa de la Mujer, para que las víctimas que quisieran denunciar tuvieran acompañamiento y asesoría. Lejos estaba de imaginarse que eso la haría blanco del machismo y clasismo de un alfil del progresismo. El exparlamentario Germán Navas Talero le respondió diciendo: “Qué vergüenza que esta vendedora de piñatas de bazar de pueblo sea representante a la Cámara. Por elementos como este es que el Congreso cada día está más desacreditado. La justicia, señora, no es un juego”.

Vergonzoso es que el más firme candidato al cargo de embajador de Colombia en Suecia ejerza violencia política en contra de una congresista que se puso del lado de las presuntas víctimas y les ofreció su respaldo. Vergonzoso es que la mayoría de las mujeres del Pacto Histórico y las bancadas progresistas hayan callado ante el maltrato de Navas Talero. 

Aunque De Currea-Lugo hizo otra columna defendiéndose y dejando en manos del presidente su nombramiento, terminó declinando su designación, no sin antes decir que “la lucha contra la inquisición sigue”. No es inquisición reclamarle coherencia a un gobierno que tuvo como una de sus principales banderas de campaña hacer política con enfoque de género, por ahora, la respuesta ha sido el silencio y eso también dice mucho. 
 

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