Yezid Arteta
26 Enero 2024

Yezid Arteta

Sin piedad

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Lisa Simpson pide guardar silencio cuando en la pantalla del televisor observa al presentador anunciando el nombre del ganador del Nobel de la Paz. Es el premio más noble de todos, dice Lisa. Mataría por él, exclama su padre Homero. Martin Prince, el chico nerd de Los Simpson, apostó por Piedad Córdoba. La escena, presentada en septiembre de 2010, corresponde a la temporada 22 de la popular serie animada. Mientras el mundo reconocía el papel de Piedad, el establismenth colombiano no tuvo piedad con ella. Lo mismo ocurre con el presidente Gustavo Petro. Mientras que el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, le pide al presidente de Colombia mediante una carta privada que interponga sus buenos oficios para conseguir la liberación de rehenes en Gaza, el establismenth del país lo ningunea. 

En una ocasión acompañé a Piedad Córdoba por el transitado Paseo del Ángel de Barcelona. Personas de diversas nacionalidades se acercaban a ella para estrecharle la mano, tomarse una foto o animarla en su labor en favor de los secuestrados. Situación parecida la viví con ella mientras caminábamos por los adoquines del Barrio Latino de París, durante un evento en el que se conmemoraba el 20º aniversario de los Acuerdos de Chapultepec que pusieron fin a la guerra civil que azotaba a El Salvador. Piedad Córdoba se diferenciaba de la mayoría de políticos colombianos que, por su mentalidad provinciana u obediencia perruna ante los poderes mundiales, pasan por el mundo como unos ilustres desconocidos. En Colombia se portan como gallos de riña, pero por fuera son mosquita muerta.   

Piedad, fue una colombiana de su tiempo. Hizo política en un país en el que han corrido muchísima sangre y cocaína. Donde la corrupción y la hipocresía son emblemas nacionales. Una nación compuesta por familias en las que hay de todo. Redomados asesinos y monjas de clausura. Hogares en los que reúnen alrededor de una cena, las víctimas y los victimarios. Donde la “gente de bien” se regodea con el mal y los malos hacen obras de caridad para saldar cuentas con el de arriba. Colombia, tan violentamente dulce, como titulé una nota para el periódico Vida de la Presidencia de la República, fue el lugar en la que nació y murió la senadora Piedad Córdoba. No en otro. Estos son mis principios, y si no les gustan tengo otros, diría Groucho Marx.     

Esperemos que el infatigable e inquisitivo periodista Jorge Gómez Pinilla consiga que Icono Editorial, dirigida por Gustavo García Arenas,  publique el libro sobre la negra Piedad.  

Que la tierra te sea leve, Piedad. 
 

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