Gabriel Silva Luján
4 Febrero 2024

Gabriel Silva Luján

¿Torpeza o complicidad?

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Muchos lo sospechaban. Muchos lo intuían. Muchos lo anunciaron. Y efectivamente ocurrió. El presidente Maduro incumplió todos los acuerdos tácitos y escritos a los que se llegó para lograr una transición democrática en Venezuela. ¿Cómo fue posible que el gobierno de Estados Unidos le apostara con tanta firmeza a un proceso que tantos otros sabían de antemano que no se iba a cumplir?

El gobierno del presidente Iván Duque se propuso desde el primer día tumbar a Maduro. A ese propósito se unió el gobierno de Trump. Entre ambos países se puso en marcha una estrategia de máxima presión. Washington incrementó severamente las sanciones en todos los frentes. Al bloqueo económico y al sector petrolero se les sumó la persecución judicial de los familiares y amigos íntimos del régimen.

Esa presión se combinó con la creación de un “gobierno legítimo” alternativo al de Maduro, en cabeza de Juan Guaidó, con el respaldo de la mayoría de la oposición. Se trataba de dejar sin base internacional al régimen chavista y sin acceso a sus activos en el exterior. Al presidente interino Guaidó lo reconoció buena parte del Grupo de Lima, siguiendo el ejemplo de Colombia, Estados Unidos y la Unión Europea. Aunque, sin duda, esa estrategia redujo el margen de maniobra del régimen chavista no fue suficiente. Maduro no abrió rendija alguna para avanzar hacia una transición democrática.

Y de pronto ocurre un milagro que cambia totalmente las perspectivas para Maduro. Las corrientes políticas que se la jugaron con la estrategia de sacarlo del poder a sombrerazos pierden las elecciones en Estados Unidos y Colombia. En Washington se da una profunda transición política con la tormentosa llegada del presidente demócrata Joe Biden a la Casa Blanca el 20 de enero de 2021.

Por su parte, Gustavo Petro llega a la Casa de Nariño el 7 de agosto de 2022. Entre los propósitos más explícitos del nuevo gobierno colombiano está darles un vuelco a las relaciones bilaterales con Venezuela y con el régimen. Es desde esa inicial empatía político-ideológica entre Washington y Bogotá que se construye un nuevo modelo de manejo de la situación venezolana.

El propio Petro asume como causa personal la transición en Venezuela y proteger a Maduro. En la agenda de la reunión del 20 de abril de 2023, entre Petro y Biden, el mandatario colombiano le dio la máxima importancia a ese tema. A la salida dijo:“ Quedó planteada sobre la mesa una estrategia que es hacer primero elecciones y luego levantar sanciones o paulatinamente, en la medida en que se vaya cumpliendo una agenda electoral, se vayan levantando esas sanciones”.

Este último esquema -avanzar paralelamente en elecciones y en desmonte de sanciones- fue la hoja de ruta que finalmente se adoptó. De ese concepto surgió el Pacto de Barbados, que se firmó el 17 de octubre de 2023, en el que la oposición y el gobierno acordaron las bases para unas elecciones competitivas.

Por fuera de esa mesa, los EE.UU. y el régimen de Maduro acordaron una serie de acciones para aliviar gradualmente las sanciones. Además, pactaron secretamente facilitar el regreso de los familiares y amigos del gobierno de Maduro aún presos en Estados Unidos.

Petro se convirtió en el garante a la sombra de esos acuerdos. No fue menor la labor de convencimiento de la Embajada de Colombia en Washington para que la Casa Blanca se comprometiera en esa estrategia. Petro, personalmente, se dedicó a construirles credibilidad a los compromisos adquiridos por Maduro en todo este proceso. Para eso, convocó en Bogotá la Conferencia Internacional sobre Venezuela el 25 de abril de 2023. Es decir, el gobierno de Colombia se echó sobre sus hombros la responsabilidad con el pueblo venezolano, con la oposición, con la vigencia de la democracia, con los intereses del país, y con los Estados Unidos de velar porque Maduro cumpliera sus compromisos.

Maduro le hizo conejo al Pacto de Barbados. Cuando se dio cuenta de que María Corina Machado era una candidata imbatible, desautorizó las contundentes primarias de la oposición. El Tribunal Supremo posteriormente la inhabilitó para ser candidata presidencial. Al dictador venezolano no le fue mal con este negocio: disfrutó de un relajamiento de las sanciones desde finales de 2022 y logró sacarles a los gringos la liberación de Alex Saab y de los sobrinos narcotraficantes de la primera dama venezolana.

Ahora el gobierno Petro mantiene absoluto silencio ante lo que ha ocurrido. Trata de evadir su responsabilidad histórica ante esta traición al pueblo venezolano. De alguna manera, por torpeza o por complicidad, sirvió a los siniestros designios de Maduro. Además, que no crea que los gringos no nos van a pasar la cuenta de cobro. La semana entrante vienen Jon Finer, segundo del Consejo de Seguridad de la Casa Blanca, y Juan González, encargado del Hemisferio Occidental, a preguntar por las supuestas garantías de cumplimiento que había ofrecido el gobierno colombiano. Amanecerá y veremos.

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