Velia Vidal
16 Septiembre 2023

Velia Vidal

Transformadoras

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¡Estás al lado de Karol G! Me dijo mi amiga Juliana en la reacción más genuina, la de una mujer que se ha alegrado con cada uno de mis logros y reconocimientos. Esto fue por mi inclusión en la lista Mujeres transformadoras, que elaboró La Silla Vacía, para destacar líderes menores de 45 años cuyo trabajo provoca cambios en el arte, las cultura, los derechos humanos, entre otros.

Yo tenía cierta noción de que este medio iba a sacar un listado, me lo dijeron hace unos meses pero no comprendí mucho y delegué lo del envío de información y la programación, en mi agenda, del evento de la próxima semana en Bogotá con Juanita León y algunas de las extraordinarias mujeres con quienes comparto el reconocimiento, así que solo con la publicación entendí bien de qué se trataba.

Hace dos días, en el encuentro de aliados de la Fundación Sura, un evento que espero cada año y disfruto intensamente por el intercambio con organizaciones pares de todo el país, que trabajan en arte, cultura y educación, y por la calidad de los contenidos que el equipo de la Fundación nos pone a disposición, nos preguntaron en algún momento si sentíamos que éramos parte del Estado, en qué medida nos sentíamos responsables de las transformaciones de la sociedad. La jornada finalizó con un recorrido por los jardines de la compañía, poniendo especial atención en las esculturas que ya son icónicas y en la actual exposición del hall, que nos invita a revisitar la tradicional colección de arte de Sura, como una reconexión con una raíz, asociada a las convicciones que tiene esta empresa sobre su injerencia en la construcción de capital humano, social y natural, además del capital financiero. El arte, el espacio público, como manifestaciones del compromiso con la transformación social.

Yo tengo muchas preguntas sobre eso de la transformación, me incomoda por ejemplo el lugar común en el que se convirtió la expresión transformar realidades, se me hace vacío, distante, vertical.

Cuando me incluyeron en 100 BBC Women 2022, la lista de mujeres más influyentes e inspiradoras del mundo según esta importante organización, además de un agradecimiento inmenso y un poco de agotamientos con las muchas entrevistas que se me mezclaron con el mal de Moctezuma que me había dejado la reciente visita a Guadalajara por la FIL, me quedó una cavilación constante y profunda sobre lo que significaba eso de influyente e inspiradora.

Ya sé que me demoro en encontrar respuestas a estas cosas. Me demoré varios años, por ejemplo, en comprender el valor de la lectura de un cuento, semana tras semana, en una comunidad cuyos derechos han sido completamente vulnerados.

Ahora cavilo sobre esto de la responsabilidad en la transformación social, sobre esto de ser una mujer transformadora. Siento que solo me dedico a formar lectores, a provocar encuentros alrededor del libro y del arte. Que me despierto cada día a trabajar por la garantía de derechos de una población que no ha tenido acceso a ellos, derecho a un trabajo digno, para todo el equipo que hace parte de Motete, derecho a la lectura, a la cultura, para las muchas familias y en especial niños, niñas y jóvenes que hacen parte de los programas de esta organización que lidero.

También el derecho a conocer nuestra historia contada por las voces silenciadas, esto lo hago cuando escribo, cuando hablo sobre el racismo ejercido sobre los afrolatinoamericanos, cuando intento explicar los efectos de la esclavización en nuestro presente. Trabajo por el derecho a la imaginación. Trabajo todo el tiempo, con una vocación de servicio que reconocí hace años y abrazo con amor. Pero no tengo garantías de que mi trabajo esté, efectivamente, transformando a alguien o algo. Las transformaciones toman tiempo, ni siquiera en términos personales logramos evidenciar los cambios con rapidez, pasados los años miramos atrás y nos damos cuenta de que nos hemos convertido en otras.

Ahora cavilo sobre esto de la transformación y me pregunto cuántos años tendrán que pasar para que al mirar atrás pueda evidenciar que habito un estado distinto, en algún aspecto, al que habité tiempo atrás, y darme cuenta de que se ha transformado como consecuencia de mis acciones, quizá 79 años, como con Sura, quizá menos. Quizá esté bien ir mirando la transformación de a pocos, valorar que gracias a Motete algunas personas que nacieron y crecieron en Quibdó han conocido el mar, en Bahía Solano, algunos niños hicieron su primer viaje en avión, dos mujeres del medio San Juan tienen su primer pasaporte y se preparan para viajar conmigo a Europa, que yo misma, hasta hace poco, como me dijo mi amiga Jennifer, lloraba porque no teníamos con qué pagar los servicios de la sede de Motete, y ahora recibo un salario mes tras mes, esto ha pasado al mismo tiempo que me convertí en escritora, y esa puede ser la mayor transformación que he logrado: la mía, por la que bien vale ser reconocida.

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