Precios gordos y bolsillos flacos: siete alimentos inalcanzables
12 Febrero 2022

Precios gordos y bolsillos flacos: siete alimentos inalcanzables

Entre enero de 2021 y enero de 2022 los alimentos y las bebidas no alcohólicas son lo que más se ha encarecido de la canasta familiar.

Crédito: Colprensa - Álvaro Tavera

Los precios de la comida y de sus insumos son un problema mundial, pero urgen medidas locales para enfrentarlo. 'Cambio' analiza el encarecimiento de los alimentos básicos.

Por: Sara Castillejo Ditta

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Cambio conversó con los productores de siete de los alimentos que más subieron en la canasta básica familiar. Los costos de producción de la comida están al alza: en el caso de frutas, leche, huevos y pollo, el principal factor es el incremento de los fertilizantes y del alimento para las aves y el ganado, que tienen insumos importados. Sin embargo, los mercados nacionales de carne de res y papa están afectados tanto por la acción como por la inacción del Gobierno.     

El alza de los alimentos era previsible desde principios del año pasado. Pero el fantasma del hambre no preocupó a los funcionarios cuando los paperos salieron a vender su producción en las carreteras de Boyacá y Cundinamarca, ni cuando las multinacionales extranjeras empezaron a comprar sin regulación reses hembras y novillos para llevárselos al Medio Oriente.

Cada producto de la canasta básica familiar merece un cuidadoso análisis de los factores que influyen en su disponibilidad. Pero hay algo más urgente por hacer: evitar que los prohibitivos precios dejen a millones de colombianos sin nada que comer.

Los productos de la canasta familiar que más se han inflado son los alimentos y las bebidas no alcohólicas, en pocas palabras, el mercado. Ilustración: Wil Huertas.

Padecer hambre

El vacío del hambre no solo duele en el estómago. La escritora rumana Herta Müller, ganadora del Nobel de Literatura, describió con uno de sus personajes la inexorable huella del hambre tras haber sobrevivido al holocauso nazi. “Desde mi regreso del campo de trabajo, hace sesenta años, como, para combatir la muerte por inanición”, escribió en Todo lo que tengo lo llevo conmigo.

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Un país desnutrido tarda generaciones para recuperarse.

La memoria del hambre es una marca emocional que persigue para siempre a quienes la han padecido. Las secuelas físicas también lo hacen: cuando el hambre enferma, se le llama desnutrición, que es la falta de los nutrientes necesarios para crecer y para desarrollarse intelectualmente. La desnutrición disminuye la capacidad de comprensión y atención, aumenta el riesgo de tener infecciones, retrasa el crecimiento y golpea violentamente la salud de niños, jóvenes y adultos. A edades tempranas, sufrir estas carencias, condiciona no solo la vida de los afectados, sino también la de su descendencia. Un país desnutrido tarda generaciones para recuperarse.

Por eso, el economista Mauricio Cabrera, cree que este es el momento de revivir la conversación que el Gobierno tiene pendiente sobre la renta básica universal o el ingreso básico mínimo, es decir, sobre el subsidio que las familias más pobres necesitan para comer.

Medidas urgentes

Según cifras del Dane, Colombia tiene hoy 15 millones de personas calificadas como pobres. La principal consecuencia de la pobreza es el hambre, como hemos visto en distintas ciudades donde la mitad o más de sus habitantes no acceden a las tres comidas diarias. 

Y mientras los estómagos se retuercen por falta de comida, la palabra de moda es ‘inflación’: la de 2021, solo para los alimentos, fue de 17,23 por ciento, y la de este enero alcanzó el 3,9. El panorama empeora con la devaluación, pues para agosto del año pasado el peso colombiano ya era la moneda más devaluada del mundo. Según La República, durante 2021, la devaluación del peso, con relación al dólar estadounidense, fue del 16 por ciento.

Ilustraciones: Wil Huertas.

Para el economista Cabrera, esta emergencia merece medidas urgentes a corto y mediano plazo. El experto reconoce que algo se hizo en la pandemia con el Ingreso Solidario, un subsidio que llevó 160.000 pesos cada mes a los tres millones de hogares más pobres. Sin embargo, para él, el efecto que tuvo esta política fue “parcial e insuficiente”. Y es que con ese dinero una familia de tres o cuatro personas no puede acceder a la comida del mes; solo le alcanza para una semana si compra en la plaza.

Sobre la medida de aumentar el 10 por ciento del salario mínimo, Cabrera dice que “eso alivió”. Sin embargo, “el problema es que en Colombia más de la mitad de la población no tiene contrato de trabajo y sus ingresos no llegan ni al salario mínimo”. ¿Qué hacer entonces?

La recomendación del economista es que se discuta seriamente el aumento de las transferencias del Estado a los hogares pobres como una medida de emergencia. Un monto decente puede rondar los $450.000 por familia al mes. Cabrera dice que esto se puede lograr en el corto plazo con ayuda del Banco de la República que, recuerda, “en 2017 emitió a manos llenas para el sector privado”. 

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"En 2017, el Banco de la República emitió a manos llenas para el sector privado”, Mauricio Cabrera

Pero esa no es la única medida. Queda el compromiso inapelable de hacer la reforma tributaria en el mediano plazo y emprender acciones contundentes para controlar el gasto. “Ese regalito de carácter clientelista de los 1.300 puestos en la Procuraduría vale 220.000 millones de pesos al año”, reseña Cabrera. “Lo mismo en la Contraloría. Hay que hacer un esfuerzo de reducción de gastos que permita tener plata para dedicarle a este programa”.

Las propuestas del experto son una opción para atacar el problema, pero no la única. Lo importante es que la balanza de inversión de los recursos públicos se incline decididamente hacia los más pobres, pues un país hambriento no puede crecer, ni reconciliarse, ni progresar, ni acabar con los corruptos. Eso sin olvidar que, en un año electoral, el hambre juega del lado de las maquinarias

Ahora sí, ¿por qué está tan cara la comida?

 

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