El cuerpo y el árbol, una nueva exploración de María Elvira Escallón
4 Junio 2022

El cuerpo y el árbol, una nueva exploración de María Elvira Escallón

La exposición 'Encuentro con seres notables', de la artista María Elvira Escallón, reflexiona sobre las similitudes y parentescos de la naturaleza con el cuerpo humano.

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Por Diego Garzón Carrillo
Una de las imágenes más reconocidas en la historia del arte es La Creación de Adán, de Miguel Ángel. Dios estira su mano y con la punta de su dedo índice busca tocar el dedo de un hombre desnudo quien también estira el brazo y su dedo para facilitar el contacto y así empezar la vida. La creación de este personaje bíblico que está en la Capilla Sixtina es finalmente el símbolo del nacimiento de la humanidad.
En la más reciente exposición de la artista María Elvira Escallón, en la galería Espacio Continuo de Bogotá, dos ramas de árboles de jazmín y eucalipto, que a su vez parecen hechas de huesos humanos instaladas contra una pared blanca, curiosamente dejan entrever en sus extremos unos dedos que buscan también el contacto: tocarse una a la otra para cobrar vida como el famoso fresco del Renacimiento.
Dios es la naturaleza, han dicho muchos filósofos; y en muchas culturas el río, los árboles, la tierra, las montañas, son los dioses. En esta exposición se ve reflejada la permanente relación entre la vida humana y la naturaleza. El cuerpo como árbol: pequeñas ramas, troncos, aluden a la similitud de algunas extremidades de una persona de carne y hueso. Aquí la escultura de un antebrazo que deja ver claramente una mano con sus dedos también deja ver en el otro extremo, no la continuación del brazo, sino una especie de raíces. Como si ese brazo se hubiera extraído, arrancado, de la tierra.
Según el texto de la curadora Ana María Lozano, Giambattista Vico, pensador napolitano del siglo XVIII, dijo que cuando los humanos se volvieron sedentarios tumbaron árboles para hacer claros en los bosques y sembrar así un árbol nuevo, el árbol genealógico: “Esta imagen dramática reconoce la existencia de una tensión muy fuerte establecida entre humanos y árboles”. Este planteamiento mítico es justo el eje de esta exposición compuesta por video, fotografías, autorretratos, esculturas e intervenciones en el espacio.

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Dios es la naturaleza, han dicho muchos filósofos; y en muchas culturas el río, los árboles, la tierra, las montañas, son los dioses. En esta exposición se ve reflejada la permanente relación entre la vida humana y la naturaleza.


En un video dispuesto sobre una mesa se ven unas manos sosteniendo una cuchara y machacando un pequeño cúmulo de tierra. Ese cúmulo de polvo viene del molde de la cara de la artista. Sus autorretratos con esos moldes que buscan recrear su rostro están al frente de la mesa. Ese molde que nos invita a pensar en los cánones de la belleza se va deshaciendo en el video a medida que lo frota ante un rallador, como los que se emplean para rallar queso parmesano.

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