Daniel Samper Ospina
5 Mayo 2024

Daniel Samper Ospina

LAURA, PRESIDENTA

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Apreciada Laura:

Permítame extender un afectuoso saludo y agradecer su sacrificio por la patria en momentos en que ya nada parece tener remedio. Mire sin ir más lejos  las noticias de esta semana: la guerra entre los dirigentes del Estado Mayor Central produjo una nueva estructura guerrillera que se hace llamar Disidencias de las Disidencias; cayó alias “Chocorramo”: parece que lo perseguía Iván Mordisco; el Congreso aprobó una ley bautizada oficialmente como Ley Dejen de Fregar, aplicable para el lavado de la loza en tiempos de racionamiento de agua; el presidente Petro, en grandilocuente denuncia acompañado por  el alto mando, exageró el robo de una munición militar porque se equivocó de columna al leer el Excel de un inventario. Y a fines de la semana estalló un escándalo de corrupción protagonizado, entre otras, por el secretario de Palacio que lucha contra la corrupción.

Pero eso somos, señora Laura; en medio de este delirio, quienes antes montaban cacerolazos ahora se burlan con desdén de ellos; y quienes jamás lo habían hecho rayaron el teflón de sus mejores sartenes aprendiendo a golpearlos como respuesta a las marchas del primero de mayo. Aquel día, lo recuerda usted, el mestizo señor presidente denunció que lo discriminaban por el color de su piel; rompió relaciones con Israel y llamó a un gran acuerdo nacional luego de bautizar la marcha de sus oponentes como la “marcha de la muerte”: una bonita forma de seducir al que piensa diferente, de llamarlo a la conciliación, como solo sabe hacerlo él. 

No pienso entrar en detalles de lo que sucedió después cuando, ya en la noche, difundió en su cuenta de Twitter imágenes de las protestas en su contra del 21 de abril como si fueran parte de las marchas a favor; o cuando se refirió a un tal “Yetanhau” como autor del genocidio palestino. Tampoco cometeré el mal gusto de comentar el escándalo de corrupción que estalla en estos momentos en Palacio porque sería incomodarla frente a sus compañeros de pasillo, y no se trata de eso, señorita Laura. Son novedades que seguramente usted conoce de cerca dado su múltiple rol de jefa de gabinete, vicepresidenta en ejercicio, secretaria privada y niñera personal del primer mandatario de nuestra etnia cósmica.

A lo que sí quisiera referirme es a su papel durante el retiro espiritual que sucedió hace ocho días en Paipa. Como era fácil de pronosticar, el presidente no se hizo presente sino en el momento final, cuando ya todos se querían devolver con los ojos rojos de cansancio luego de una noche de canelazos y una mañana en las piscinas termales.  Y ante la ausencia del primer mandatario, usted, señora Laura, se echó al hombro la jornada como una tigresa: tomó el asiento central, repartió la palabra, exigió orden. Para celos de Nerú, dirigió las pautas activas. Si le dan un día extra, somete al polígrafo a algunos asistentes:

—Ministro Velásquez, ¿usted es lento por naturaleza o lo está siendo a propósito, para debilitar al ejército?

—Secretaria Sandra, ¿usted cogió unos Manimotos que dejé acá? ¿Y una billetera? 

La observaba en su papel de presidenta en ejercicio, a sus escasos 30 años, con los tímidos méritos laborales de haber manejado las redes de Armandito Benedetti, y, tal y como le sucedía al gabinete cuando abandonaba la piscina termal en busca de una toalla, se me ponía la piel de gallina. 

Sin embargo, la artillería de críticas que dispararon contra usted en las redes sociales me indignó. “Nadie votó por Laura Sarabia como para que sea ella quien nos gobierne”, trinó algún enemigo. Y mientras leía decenas de mensajes similares, pensé que debía extender en una sentida misiva pública todo mi respaldo a su gestión.

Sí, señorita Laura. Ordenar a unos oficiales de Casa Militar que encierren a una empleada de servicio en un sótano de Palacio para someterla a un polígrafo, sin que medie orden judicial alguna, parece un gesto abusivo, lo sé. Pero si de verdad lo fuera, estoy seguro de que la beligerante ministra de Trabajo habría protestado al respecto durante la marcha del Día de los Trabajadores.

Más allá de ese pequeño detalle, permítame reconocer en usted el último atisbo de sobriedad, de método y rigor que puede encontrarse en el Gobierno, y pedir que no desista ante las críticas y que, por el contrario, asuma el mando con mayor hondura. Es lo que necesita el país, señora Laura: ¡hablo por muchos si le imploro que asuma la Presidencia de forma directa!

Algunos dirán que le falta pelo para la moña (a diferencia de su jefe que después de los implantes lucirá como José Luis Rodríguez, el Puma, cuando se despoje de la gorra y sacuda la melena, como un león).

Pero no tengo dudas de que bajo sus riendas este gobierno de activistas por primera vez producirá sosiego. A sumercé no se le ocurriría gritar desde una tarima que le tienen rabia por su color de piel; sumercé no abusa del café; usted no se mandaría a implantar pelo; usted, señora Laura, no llamaría "Yetanhau" a Netanyahu ni denunciaría inexistentes golpes de Estado en árabe.

Envíe, por favor, cuanto antes, un wasap al presidente en que le repita las mismas palabras que suele decir a otros ministros.

—Gustavo: se perdió la confianza. Por favor salga del Gobierno.

Invierta mermelada para que el Congreso incluya al doctor Petro en la ley Dejen de Fregar, y salgamos de él, so pena de terminar en prisión al lado de alias “Chocorramo”. Y asuma el control de la torre de forma inmediata.

Merecemos una cabeza de gobierno que al menos no se ponga cachucha; que sepa leer las columnas de un Excel de las Fuerzas Militares. Y usted ha demostrado que es como la rodilla de su jefe: pelada pero fuerte. Y todos sabemos que su liderazgo se parece al dinero que guarda en las maletas: efectivo. 

Señora Laura: salve usted la patria. En este gobierno de disidentes, conviértase en la disidencia de la disidencia.

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