Unhappy Lara, el candidato que odia las maquinarias, porque se ha peleado con todas

Crédito: Colprensa - Camila Diaz

29 Septiembre 2023

Unhappy Lara, el candidato que odia las maquinarias, porque se ha peleado con todas

Rodrigo Lara Restrepo quiere llegar al Palacio Liévano con su movimiento independiente; se lanzó por firmas y se ufana de no tener maquinarias que lo acompañen, aunque estuvo cómodamente en los partidos más tradicionales.

Por: Pía Wohlgemuth N.

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Rodrigo Lara se ha ganado fama de cazador de peleas—su apodo, Happy Lara, viene de cuando intentó pegarle a un celador—, aunque sus amigos dicen que es más bien frentero. Se ufana de estar libre de maquinarias en su campaña hacia el Palacio Liévano: no lo acompañan grandes fichas de la política, quizás porque se ha peleado con casi todas. Hoy dice que los partidos son cárceles, aunque durante años se movió cómodamente entre los más tradicionales. Por eso se lanzó por firmas a la Alcaldía de Bogotá con un acrónimo de su apellido: Liderazgo Amplio de Renovación Avanzada.

Para profundizar

Aunque Lara ha vivido en Bogotá por más de una década, nació en Neiva en 1975. Menos de diez años después del asesinato de su papá, el ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla, a manos de Pablo Escobar, salió del país con dos de sus hermanos y su mamá, Nancy Restrepo. Vivió en Suiza e Inglaterra de niño, y volvió a Colombia cuando terminó el colegio, para estudiar derecho en la Universidad Externado. Regresó a Europa para especializarse en dos de las universidades donde casi por regla han estudiado la mayoría de los altos funcionarios franceses, incluidos varios presidentes: el Instituto de Estudios Políticos de París y la Escuela Nacional de Administración.

No en vano dos personas cercanas a él lo consideran uno de los políticos más cultos del país: “Él no dice pendejadas, es disciplinado, y sí, tiene un temperamento fuerte”. Aunque a Lara le gustó la vida contemplativa de la academia, era demasiado tranquila para un espíritu como el suyo. Un espíritu que describe como “rebelde”. O “volátil”, como otros piensan, porque de happy solo el apodo. Decidió lanzarse al mundo turbulento de la política en 2006, pero no le dio para ganarse una curul. Ahí empezó a trabajar en el Gobierno de Álvaro Uribe —a quien hoy, a modo de burla, se refiere como el “presidente eterno”—, como zar anticorrupción.

En 2007, cuando Germán Vargas Lleras renunció a su curul, Lara Restrepo lo reemplazó. Ahí probó el sabor del poder en el Senado, y le gustó tanto que intentó regresar en 2010, pero perdió por 13 votos que según él le pusieron a otro candidato en Carmen de Bolívar. Casi usa sus conocimientos de judo, que aprendió en Suiza, contra el celador que no lo dejó entrar a Corferias en medio de su cruzada por recuperar los sufragios que para él perdió injustamente, según se dijo en su momento. El asunto nunca se resolvió a su favor. Hoy explica que lo que en realidad sucedió fue que el celador irrespetó a una mujer que trabajaba con él y no podía dejarlo pasar.

Respaldó a capa y espada a Germán Vargas Lleras en su candidatura a la Presidencia en 2010 —volviéndose contrincante de su medio hermano, Rodrigo Lara Sánchez, cercano al candidato Sergio Fajardo, a quien él cuestionó por la llamada “donbernabilidad”— , de la mano de Carlos Fernando Galán, hijo del mártir Luis Carlos Galán, que en 2007 había pasado a las toldas de Cambio Radical. La relación de los tres estaba ligada por la nostalgia del Nuevo Liberalismo, partido del que el futuro vicepresidente de Juan Manuel Santos había sido alfil.

En 2014, Lara Restrepo regresó al legislativo, lanzándose a la Cámara de Representantes, después de haber pasado dos años como presidente de Asomóvil. Un año después, cuando asumió la presidencia de Cambio Radical, apoyó la candidatura de Oneida Pinto en La Guajira, pero hoy lo niega. Si bien él no entregó los avales, en su momento medios como La Silla Vacía expusieron el respaldo que le dio a la también conocida como Princesa wayuu.

Aunque a Lara no le gusta ni que le pregunten por Vargas Lleras, su carrera política está cimentada sobre lo que construyó con el poderoso jeque de Cambio Radical, que comandó las grandes obras de la infraestructura del Gobierno que firmó el Acuerdo de Paz. Acuerdo de Paz al que Lara, como presidente de la Cámara de 2017 a 2018 le hizo una oposición a muerte, encarnando los deseos del vargasllerismo en contra de la reforma política de la paz. Todo esto, aunque había sido ponente del proyecto de ley estatutaria que creó la Jurisdicción Especial para la Paz.

Durante este tiempo impulsó proyectos como la Ley de Trasplantes, que hizo obligatoria la donación de órganos, a menos de que la persona pida expresamente lo contrario antes de morir. Entre otros, también estuvo en la construcción del Código de Policía de 2016, que tuvo como fin superior garantizar la “convivencia”, término que nunca ha caracterizado a una persona que ve la política como un escenario de necesaria y constante confrontación. Y que aún así, le ha servido para avanzar en política y conocer bien los intríngulis del poder legislador, como un político tradicional. Una imagen de la que hoy se quiere distanciar.

Su último paso por el Congreso fue en 2018, cuando llegó al Senado y compartió la Comisión Primera con voces muy críticas al Gobierno de Iván Duque. Si bien al comienzo quiso congraciarse con el mandatario, luego se distanció. Entre sus colegas de recinto estuvieron Gustavo Petro, Alexánder López, Armando Benedetti, Roy Barreras, Temístocles Ortega, quienes le hicieron la vida difícil al mandatario del Centro Democrático.

Con esto, estaba marcando la distancia, cada vez más amplia, con Vargas Lleras. Una persona que trabajó con él, dice que Lara Restrepo se le enfrentaba constantemente e intentaba ser un contrapeso en el movimiento, porque no estaba de acuerdo con la cercanía que estaba teniendo su partido con Duque. Finalmente, pasó su renuncia oficial en 2021.

Fue por eso que pidió pista fallidamente en el Nuevo Liberalismo, refundado por la familia Galán, con la que había peleado desde años atrás. “A mí lo que me sorprendió fue que se juntaran, y pasó lo que tenía que pasar, y es que no se iban a soportar”, relata un excongresista de Cambio Radical.

Lara peleó con el partido durante la campaña presidencial, porque no pudo ser el candidato, en vez de Juan Manuel Galán. Denunció que el partido se estaba administrando como una "famiempresa" de los Galán. Como era de esperarse, su renuncia la pasó oficialmente en junio de 2022, pero esta no era necesaria, porque dijeron desde el Nuevo Liberalismo que “no figuraba en la lista de afiliados”. 

Sin embargo, el volátil Rodrigo Lara Restrepo ganó un round en contra de los Galán este año, luego de que una demanda que impuso prosperara: el Consejo Nacional Electoral multó al Nuevo Liberalismo por haberle pedido, para entrar, requisitos que no estaban en los estatutos. 

Ahora, en un nuevo round hacia el poder, Lara Restrepo quiere gobernar Bogotá. Es respetado en temas de defensa y ciberseguridad. Una fuente le dijo a CAMBIO que el sector “le cree”, sobre todo porque siempre tuvo una inquietud personal y académica por el tema. Propone combatir la inseguridad con cámaras, mejor tecnología y más policías. Quiere perseguir a los delincuentes con vigilancia constante desde globos aerostáticos y drones.

Su abanico de propuestas también incluye la promesa de mejorar la movilidad construyendo más infraestructura para la ciudad y frenar el TransMilenio por la Séptima, que considera un adefesio. Quiere darles trabajo a 100.000 jóvenes, poniéndolos a tapar huecos y a arreglar parques y andenes, y destinar 25.000 millones de pesos anuales en subsidios al pago de nómina de nuevos empleados en medianas y pequeñas empresas. Sueña con invitar a los diez mejores arquitectos del mundo para construir un nuevo Museo del Oro, que fomente el turismo de la capital.

Con todo, Lara Restrepo está lejos, según las encuestas, de poner un pie en el Palacio Liévano. En su paso más reciente por la rama legislativa obtuvo casi 90.000 votos; algo más de 25.000 en Bogotá. Para hacerse una idea, Claudia López llegó al Palacio Liévano con más de 1.108.000 votos. Sabe que está lejos de ganar, pero no deja que las encuestas lo pongan muy unhappy, porque no les cree. 

 

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