Juan Camilo Restrepo
3 Mayo 2024

Juan Camilo Restrepo

La discreción perdida

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Las negociaciones con el ELN siempre son difíciles. Pero cuando ellas se rodean de indiscreción lo son aún más. Es lo que ha venido sucediendo en este gobierno.

Recordemos un poco lo que ha sucedido: estas negociaciones comenzaron con una inusitada noticia del presidente Petro de que se había acordado un cese al fuego con esta organización el 31 de diciembre del 2022. A lo cual respondió inmediatamente el ELN que no era cierto; y allí quedaron las cosas luego de un cierto revuelo.

Siguió luego la seguidilla de mensajes de Antonio García que recordémoslo – es jefe del ELN, pero no es miembro de la mesa de negociación- diciendo toda clase de opiniones indiscretas e inconvenientes para la buena marcha de estas negociaciones. Una de las cuales fue la de que esta organización armada “jamás entregaría las armas”. Nadie le contestó oportunamente tamaño despropósito.

A pesar de que en los protocolos que se han acordado con el ELN se ha dicho que habrá de respetarse un código informativo, una de cuyas reglas de oro es que solo deben hablar ante los medios los jefes de las delegaciones acreditadas, o mediante comunicados conjuntos, nadie respeta esa regla de oro. 

De lado y lado participantes en la mesa (pero que no son jefes de las delegaciones) les encanta hablar y pontificar sobre la marcha de estas. Esto le ha restado credibilidad inmensa a la negociación.

La improvisación ha cundido. En vez de comunicados serios y reposados nos hemos tenido que acostumbrar a las improvisaciones permanentes, de lado y lado de la mesa, donde todo el mundo opina, pero donde nadie traza una línea concluyente.

Esta incontinencia verbal hace recordar la respuesta aquella de Álvaro Leyva cuando interrogado alguna vez sobre cuál era la partitura del Gobierno Petro sobre la paz total, respondió sin sonrojo alguno: “no tenemos partitura preestablecida; como en los buenos conjuntos de jazz nos guiamos por el instinto infalible de la improvisación”.

La misma carencia de una ley de sometimiento y negociación -que nunca se presentó a consideración del congreso- ha hecho necesario que todo se guie en este gobierno a “ojímetro” por la improvisación de los equipos negociadores y de los voceros de la paz total.

Pero quizás la mayor muestra de la indiscreción improvisadora la tuvimos esta semana cuando Vera Grabe y el senador Cepeda le dirigieron un perentorio consejo público (a través de las redes sociales) al presidente Petro, diciéndole cómo se deberían manejar las negociaciones en este delicado momento en el que los diálogos enfrentan un amago de impase con el asunto del frente llamado “comuneros del sur” de Nariño, con el que el gobierno nacional y el departamental quieren avanzar en un diálogo regional y en un programa de erradicación humanitaria de minas antipersonales en este golpeado rincón de la geografía nacional. Intento de diálogo regional contra el cual reacciona el ELN y concretamente Pablo Beltrán con gran molestia, hasta el punto de catalogar al comisionado Otty Patiño como un traidor.

El problema no radica en que Grabe y Cepeda le den consejos y opiniones a su jefe sobre cómo manejar las negociaciones en esta delicada encrucijada en que se encuentran las negociaciones. El problema radica en que tales consejos se den por las redes sociales y no privadamente como corresponde en todo proceso de paz donde, finalmente, el último y único responsable es el jefe de Estado en cuya cabeza radica según la constitución el mantenimiento del orden público en el país. 

No entro a discutir si son acertados o no los consejos de Vera Grabe y del senador Cepeda a Gustavo Petro sobre cómo desatar el nudo gordiano que se ha creado con los diálogos con los “comuneros del sur” a los cuales el Coce responde airado. Me refiero a la manera desacertada de transmitirle al presidente de la república dichas opiniones: por las redes sociales y no discretamente como corresponde en tan delicado proceso.

Si queremos reorientar los diálogos de paz con el ELN por un camino fértil que conduzca algún día a un acuerdo de paz con este grupo, hay que abandonar la improvisación permanente y reencontrar la discreción indispensable.

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