Yezid Arteta
3 Mayo 2024

Yezid Arteta

Presente y futuro marchan contra el pasado

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Picarle la cresta al gallo, dicen los mexicanos. El pasado 21 de abril la extrema derecha le picó la cresta al gobierno que pilotea Gustavo Petro, pero también a su base social que parecía adormecida. Un aguijón clavado en el orgullo de los miles de seguidores del presidente. Un desafío en toda regla. Petro recogió el guante y su base social reaccionó. Respondió el primero de mayo, día de la clase trabajadora, mediante una demostración nacional que involucró a una mayoría social harta de provocaciones, mentiras, sabotaje, propaganda, encuestas amañadas y saturación mediática. Petro no está solo, expresó la gente en la calle. Un mensaje diáfano a los conspiradores de la extrema derecha: lo que es con él, es con nosotros. 

Tomemos nota sobre lo ocurrido el primero de mayo:

  1. Los operadores políticos del llamado “centro” quedaron retratados. Les importa un comino la suerte de la clase trabajadora. Se sienten mas cómodos en los espacios de la extrema derecha.
  2. La lucha por el cambio es intergeneracional. En la acción del primero de mayo participaron la abuela, la madre y la hija. La extrema derecha se apoya en el pasado. Su retórica sigue aferrada a un siglo que feneció. Sobre la precariedad del trabajo juvenil no dice una palabra. La realidad de Colombia no se resuelve haciendo sonar la bocina de los carros ni con cacerolazos ficticios, sino mediante leyes que protejan a los que producen la riqueza material: la clase trabajadora. 
  3. Las movilizaciones del primero de mayo mostraron el país real. No es el país que aparece en los comerciales de crema dental, sino el que usa el transporte público para llegar a sus lugares de trabajo o sale a rebuscarse el pan con un carromato. Un país de jóvenes que visten como les viene en gana, bailan e improvisan ritmos vernáculos y no sienten vergüenza por llevar un pasaporte colombiano.
  4. La gente que llenó las plazas y las calles de Colombia siente rabia por el asedio mediático contra su presidente, pero salió a defenderlo con entusiasmo y alegría. Mientras la extrema derecha se llena de rabia y espumea por la boca, la estética de la base social que apoya al gobierno del cambio enaltece al pacifismo, la diversidad y la tolerancia. 
  5. Las ministras, la bancada y los altos funcionarios del gobierno volvieron a sentir el vértigo de la calle. Las camionetas blindadas y los cristales polarizados distorsionan la realidad. Cuanto más cerca de la gente, mejor. Un ministro debe percibir y conmoverse ante la miseria, saber cuánto cuesta una cubeta de huevos o un tinto callejero. “Ministro o ministra que le dé miedo, dé un paso al costado”, sentenció Petro en la Plaza de Bolívar.  
  6. Es notable el incremento de la politización de la gente que marchó en apoyo al gobierno de Petro. La vieja y la nueva izquierda colombiana, a diferencia de lo que ocurre en otras latitudes, se está reagrupando y creciendo. El concepto de militancia, necesario para empujar un proyecto político, parece recuperarse. En los bloques de izquierda se mezclaron los canosos con los jóvenes. Vivimos un trance en el que es menester juntar experiencia con creatividad. 
  7. Gustavo Petro va un paso delante con relación a los políticos al uso. El anuncio del rompimiento de las relaciones diplomáticas con Israel es una decisión, amén de lo valiente, enmarcada en un cambio de tendencia sobre la matanza en Gaza. Cuando los estudiantes estadounidenses se sacuden es porque algo va a cambiar en el mundo. La diplomacia se vuelve un saludo a la bandera si no va acompañada de acciones efectivas. 
  8. Lo ocurrido el primero de mayo no solo es un mensaje para la oligarquía colombiana, sino también para los grupos alzados en armas. Hoy día tiene más valor y eficacia política una multitud luchando en las calles que unos disparos de fusil contra un remoto cuartel de policía o la retención de un funcionario que desea llevar el gobierno del cambio hasta los márgenes del territorio. 

El pulso político en Colombia se podría resumir en lo siguiente: seguir en el pasado para ahondar la brecha social o agarrar el presente y el futuro para recortarla. No hay “centro”.
 

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