El poderoso dedo de César Gaviria
27 Febrero 2022

El poderoso dedo de César Gaviria

César Gaviria, presidente del partido liberal

Crédito: Colprensa

César Gaviria, despreciado por la Coalición Centro Esperanza, podría acabar siendo la última y necesaria pieza para la victoria de cualquiera. No le alcanzó para tener candidato propio pero, como van las cosas, es posible que sea la fuerza decisiva en la elección presidencial.

Por: Federico Gómez Lara

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Durante el siglo XX ser elegido candidato oficial del Partido Liberal a la presidencia significaba estar a un paso del Palacio de Nariño. Pero mucha agua ha corrido bajo el puente desde aquellos tiempos. Atrás quedaron los días en los que figuras de la talla de Alfonso López Pumarejo, Alberto Lleras, Carlos Lleras, Alfonso López Michelsen, Julio César Turbay o Luis Carlos Galán arrastraban la mayoría electoral. Hoy el partido del trapo rojo, o lo que queda de él, es más bien una fuerza sin una ideología política que le apuesta, ya no a la presidencia, sino a elegir el mayor número de parlamentarios posible, a como dé lugar, para conformar una bancada imprescindible en el esquema de gobernabilidad del presidente de turno. Ese modelo, cuando menos, garantiza la supervivencia de la marca, un alto grado de incidencia sobre el Gobierno y una tajada burocrática a veces gruesa y a veces delgada. 

El liberalismo actual es tan exótico que raya en la comedia: a precios de hoy, no se sabe quién será el candidato de César Gaviria, pero sí se sabe que podría ser cualquiera. El espectro de posibilidades, por insólito que suene, va desde Óscar Iván Zuluaga hasta Gustavo Petro. Ahí en la mitad quedan Alejandro Gaviria, Fico Gutiérrez, Rodolfo Hernández, Álex Char y el conservador David Barguil, hasta hace poco yerno del expresidente. Todos ellos, dependiendo de cuál sea la foto final de las consultas, tienen las mismas probabilidades de quedarse con el versátil comodín liberal que llegaría, mal contados, con unos 2 millones de votos debajo del brazo. 

El jefe del liberalismo, tal vez el político más pragmático de la cancha, está jugando sus fichas con notoria habilidad. Gaviria tiene claro que su fuerza electoral no reposa en la coherencia política o el voto de opinión. Lo que digan de él parece tenerle sin cuidado. Poco le importa ser señalado de politiquero, clientelista, oportunista o manzanillo. Su prioridad es una sola: apoyar, en el minuto 90, o en el minuto adecuado, al candidato presidencial que vaya adelante en las encuestas o convertirse en el fiel de la balanza inclinándola a favor de uno de ellos si la apuesta empieza a verse empatada. Así, el nuevo presidente quedará en deuda con el otrora gran Partido Liberal. 

El primer impulso del exmandatario en esta campaña fue inventarse la candidatura de Alejandro Gaviria, incluso antes de que el entonces rector decidiera lanzarse. En su momento, el expresidente y varios de sus parlamentarios hicieron hasta lo imposible para posicionar a Gaviria como el candidato oficial del partido. El recién renunciado rector, si bien quería los votos de los liberales, no estaba dispuesto a llevar el lastre de ser “el candidato de César Gaviria”. La luna de miel duró poco. Los liberales del sector afín al director del partido se sintieron maltratados y tiraron la toalla. En el que en teoría iba a ser el último encuentro, a los gritos, Gaviria y Gaviria se dijeron adiós. Sin embargo, la semana pasada los dos volvieron a encontrarse y se sentaron a tomar café. La puerta para una posible alianza volvió a quedar abierta. La reunión acabó de desgastar las maltrechas relaciones en la Coalición de la Esperanza y, en cambio, le sirvió a César Gaviria para llegar el lunes a reunirse con Gustavo Petro con la fortaleza de tener muchas opciones. 

Si el exrector de Los Andes gana la consulta de la Coalición de la Esperanza, y hasta ahora las encuestas dicen que esa no es una opción muy probable, lo más posible es que el expresidente vuelva a aterrizar en su candidatura. Pero esa no es la única carta que le queda por jugar. Existen otros escenarios para que César Gaviria se haga a la victoria. Si quien gana esa contienda es Juan Manuel Galán o Sergio Fajardo, ambos contradictores acérrimos del jefe liberal, Gaviria se olvidará del llamado centro y se irá con sus votos para otra parte. Ahí, entonces, el liberalismo tendría que decidir entre dos posibles caminos: o se va con la derecha o se va con la izquierda. 

El anunciado encuentro entre César Gaviria y Petro ha llevado a pensar que el matrimonio entre ambos es solo cuestión de tiempo. Petro, a diferencia de los candidatos de la Coalición de la Esperanza, no le hace el feo a los votos del expresidente. Todo lo contrario. Hoy ambos parecen estar en el mismo plan. El líder de la Colombia Humana menciona a los liberales en casi todos sus discursos y tiene ya montados en su barco a varios parlamentarios que militan en ese partido. Luego de haber liderado una campaña hace cuatro años con poca estructura política, Gustavo Petro, esta vez, está dispuesto a recibir a cualquiera que llegue con votos. 

Nombres como los de Roy Barreras, Armando Benedetti, Luis Pérez o Alfredo Saade no encarnan propiamente la renovación política o el cambio que Petro pregona de plaza en plaza. Sin embargo, Petro ya aprendió la lección. Ahora en el Pacto Histórico lo importante es el qué y no el cómo. Justamente por eso la llegada de César Gaviria encajaría perfectamente en la nueva estrategia de Petro. La presencia del gastado Partido Liberal le daría a Gustavo Petro imagen de centrista y moderado sin ningún costo político con su base. Los seguidores duros de Petro están dispuestos a tolerar cualquier alianza. Su teflón aguanta todo y en cambio los aliados de Luis Pérez en adelante, salen lavados en agua lustral solo por acercarse al bienamado líder. Es un fenómeno parecido al de Uribe en sus buenos tiempos o al del expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien dijo “tengo la gente más leal. Me podría parar en la mitad de la Quinta Avenida y dispararle a alguien sin perder un voto”.

César Gaviria, a quien se le pueden criticar muchas cosas pero no su sagacidad política, es consciente de que tiene lo que Petro necesita hoy. Y no solo Petro. A imagen y semejanza de su archirrival histórico, el Partido Conservador, los liberales han aprendido que más vale Congreso en mano que Presidencia volando. Por eso todo el esfuerzo estratégico se ha concentrado en conservar y ampliar la bancada en Senado y Cámara, al precio que sea. Esta semana, por ejemplo, la candidata liberal al Senado, la líder cristiana Sara Castellanos salió a sostener una tesis absolutamente antiliberal sobre el aborto a raíz de la decisión de la Corte Constitucional que lo despenaliza. 

Al expresidente Gaviria no le importa ni lo ideológico ni el precio en opinión que tengan que pagar por incluir algunos candidatos en su lista. Un buen ejemplo de ello es Claudia Pérez Giraldo, cuñada del condenado exsenador Eduardo Pulgar, cuya grabación tratando de comprar un juez escandalizó a Colombia. Gaviria tuvo menos reparos que el Partido de La U, Cambio Radical y el Partido Conservador. Silenciosamente incluyó a la cuñada de Pulgar en el discreto puesto 80 de la lista liberal. Los tradicionales 80.000 votos del cuestionado Pulgar ayudarán a engordar el resultado y a mejorar la capacidad de negociación de Gaviria en la elección presidencial. 

Si César Gaviria logra la hazaña de elegir una bancada grande, con unas elecciones tan apretadas, puede ser que quede en sus manos decidir quién va a ser el próximo presidente de Colombia. Con la única excepción de Sergio Fajardo, Gaviria podría unirse con cualquiera. Llámese Rodolfo, Óscar Iván, Juan Manuel, Alejandro, Gustavo, Fico o David, lo más probable es que en unas semanas ese finalista esté necesitando el poderoso dedo del expresidente liberal. 
 

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