Martín von Hildebrand, una vida dedicada a la Amazonia
28 Abril 2024

Martín von Hildebrand, una vida dedicada a la Amazonia

martín von Hildebrand.

Crédito: Erick Morales. Cortesía: Revista Bienestar

'El llamado del Jaguar' es un libro que relata medio siglo de luchas de un antropólogo blanco por reivindicar los derechos de las naciones indígenas a su autogobierno. También es un llamado al respeto de la naturaleza en un mundo depredador dominado por el individualismo y la avidez.

Por: Eduardo Arias

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Después de haber pasado 52 años en la selva amazónica, Martin von Hildebrand antropólogo de profesión y activista (así se define) lanzó El llamado del jaguar, sus memorias donde hace un recuento de su trabajo en favor de las naciones indígenas de Colombia y, en particular, de la Amazonia.

Él nació en Nueva York el 26 de enero de 1943 y estudió antropología. Como director nacional de Asuntos Indígenas hizo que los nativos lograran que en 18 millones de hectáreas se les reconociera la propiedad colectiva. También representó al Gobierno colombiano en la negociación del Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo. En 1990 creó la Fundación Gaia Amazonas para ayudar a los indígenas a hacer valer sus derechos así como a la conservación ambiental de sus territorios.

Von Hildebrand viajó por primera vez a la selva en 1972, cuando tenía 29 años de edad. Ese es el punto de arranque de El llamado del jaguar. Este es, ante todo, un ejercicio de memoria, ya que acudió muy poco a sus apuntes o a recuerdos de terceros. Para escribir el texto se apoyó en su habilidad para contar historias. “Yo soy bueno para contar cuentos. Lo aprendí con los indígenas. Luego le eché cuentos al presidente y así también logramos sacar los resguardos”. Él considera que su investigación antropológica (“si es que se puede llamar antropología en el sentido estricto de la palabra”) se basó en el intercambio de cuentos. “Ellos me contaban los cuentos tanimuka y yo les contaba los cuentos griegos, los mitos. Fui aprendiendo con ellos”.

Decidió escribir El llamado del jaguar porque sintió que llegó a los 80, una edad en la que es bueno dejar un testimonio de lo que hizo y lo que le pareció importante para la historia de la región. “No puedo decir que es un libro de historia porque es mi interpretación, es mi visión, es lo que yo sentí y habrá otros que vivieron ese periodo de otra manera y tendrán la suya. Y evidentemente habrá la historia de los comerciantes, la de los misioneros y la de los antropólogos. Cada uno a su manera”.

También lo animaron a escribir los mismos indígenas. Le dijeron: “Martín, escriba, usted conoció a los abuelos, usted vivió todo ese tiempo. Queremos conocer el cuento porque nosotros ya nacimos dentro del resguardo. Ya nacimos dentro del marco de nuestros derechos. No sabemos cómo se construyó eso”.

El llamado del jaguar es el diario de un viajero a lo largo de su vida en el Amazonas. Pero de un viajero con un objetivo específico: descolonizar, que los indígenas tengan su propio espacio para hacer y seguir siendo ellos mismos por el rumbo que ellos decidan, hacer los cambios culturales y relacionarse con el mundo externo a partir de sus prioridades y de sus criterios. Para lograrlo tenían que controlar su territorio, ser dueños del territorio. Pero ellos le decían que no eran dueños, que los dueños del territorio son los pájaros, los árboles, los espíritus. Von Hildebrand les decía entonces que, para los blancos, era necesario tener un papel que diga que los blancos deber pedir permiso para entrar y hacerlo a partir de las condiciones de los indígenas y que no entren libremente. Consultaron con los chamanes y la conclusión fue que era necesario tenerlo. “Pero lo fundamental era que ellos tuvieran su territorio. Que fueran reconocidos por la ley. Que se reconocieran sus derechos”. Y también, que las naciones indígenas tuvieran autonomía para autogobernarse.

Él considera que tuvo mucha suerte porque se le abrieron las puertas con los indígenas, las instituciones del gobierno, los compañeros de trabajo, los presidentes de la república. “Se logró muchísimo y logramos cambiar la historia. Ese fue un viaje un viaje de 50 años acompañando a los indígenas para buscar su espacio propio, para que siguieran siendo ellos mismos”.

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El llamado del jaguar es el diario de un viajero a lo largo de su vida en el Amazonas. Pero de un viajero con un objetivo específico: descolonizar, que los indígenas tengan su propio espacio para hacer y seguir siendo ellos mismos por el rumbo que ellos decidan, hacer los cambios culturales y relacionarse con el mundo externo a partir de sus prioridades y de sus criterios.


Martín von Hildebrand es antropólogo pero sus conocimientos en otras materias podrían hacerlo pasar por un naturalista. Sin embargo, él lo niega de manera rotunda. “Ninguno de los dos”, señala. En su condición de viajero y de interlocutor de los indígenas, de ese intercambio de cuentos logró las bases para poder presentar una tesis. “Pero no soy un antropólogo académico, no soy un antropólogo científico. Soy un activista que utiliza la antropología para poder entender y acompañar a los indígenas”.

Los indígenas le permitieron adquirir nuevos valores y puntos de vista. “Por ejemplo no hay un bien ni un mal, sino orden y desorden. El desorden, por ejemplo, en una matera usted tiene tierra y está la planta. Eso es orden. Si lo bota al piso es mugre. Los chamanes dicen que todo tiene un lugar en la vida, que todo es importante, que todo tiene su espacio y un sitio. Hay que saber ubicar y los chamanes se pasan la vida acomodando. Tienen la visión de que hay un orden natural y el mal o el malestar se genera por el desorden. En un rompecabezas todas las piezas son diferentes. Cada una tiene su lugar y cobra su importancia. No en sí misma sino en la medida en que se relaciona con todas las demás piezas, que es parte de un conjunto. Si se pone en otro lugar genera un corte al flujo de energía”.

Esos conocimientos lo fueron llevando a pensar que hay un flujo de energía que pasa a través de todas las personas y de la naturaleza. “Somos una manifestación de la naturaleza, como lo pueden ser los árboles o los animales. Por eso ellos tienen límites, por eso cuidan la naturaleza, porque es un conjunto y todo está integrado”. A lo largo de los años todo eso lo fue comprendiendo y lo integró a su forma de pensar.

Esto lo aleja de la ciencia occidental, que ante todo busca analizar cada planta por su lado. “Yo sí mantengo esta visión integral, general”. Piensa que la humanidad quiere y tiene la necesidad de volver a la naturaleza, buscar una relación con más profunda con ella. “Es un problema ético, no es un problema técnico. Es una necesidad de ver el conjunto, de comprender que somos parte de ella”. Agrega que para los indígenas la naturaleza es una comunión de sujetos donde todo está integrado. En cambio, en el mundo occidental, la naturaleza es una colección de objetos que se explotan económicamente.

Pero también es un daño social para los indígenas, para quienes ser parte de la comunidad es lo esencial. Todos colaboran para el bienestar de la comunidad, en contraposición al modelo occidental, donde priman la competencia y la acumulación. “Son conceptos que uno va analizando, que uno va integrando a medida que convive con ellos”.


Martín von Hildebrand fue pieza clave en la conformación de los resguardos indígenas y, después de casi cuatro décadas. Señala que a las naciones indígenas se les han reconocido unos derechos importantísimos pero que eso no trasciende todavía en la cotidianidad. “Cuando tienen que relacionarse con la gente de nuestra cultura, de nuestra burocracia, todavía se relacionan con personas racistas que los ven como seres inferiores. Falta mucho camino para que nos podamos ver iguales, para que podamos colaborar y construir conjuntamente y tienen que invitarlos realmente no solo a repartir las ganancias. Nosotros además tenemos ese problema. Ponemos la ganancia en el centro y no la vida en el centro. Queremos repartir esas ganancias para que ellos lo pongan en el centro. Eso es muy peligroso porque somos parte de un gran sistema. No podemos concentrarnos sólo en las ganancias”.

También señala que los territorios indígenas están mejor conservados que los parques nacionales naturales y, en su concepto, esto se debe a que en los últimos 15.000 años han desarrollado una forma muy refinada y muy profunda en sus relaciones sociales y con el medio ambiente, con la cosmovisión, con la espiritualidad, con las dimensiones profundas del ser humano. “Nosotros nos hemos quedado mucho más en la observación y en la ciencia, que reconozco que ha hecho grandes avances, pero es un tipo de lente con los cuales miramos de cierta manera el planeta y nos dan cierto tipo de respuestas, con las cuales hemos hecho muchas cosas en salud, en llegar a la Luna, en ingeniería. Pero tenemos que comprender que somos naturaleza. Hay muchos intelectuales en nuestras culturas que lo entienden. Pero los indígenas llevan 15.000 años y lo aplican su cotidianidad, en su relación social, en su alimentación. En todo aplican esta íntima relación con el entorno”.

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"No soy un antropólogo académico, no soy un antropólogo científico. Soy un activista que utiliza la antropología para poder entender y acompañar a los indígenas”: Martín von Hidebrand.

Un chamán le contó que cuando aprendió el chamanismo, miraba un árbol hasta volverse el árbol. “No es que se volviera el árbol en cuanto a un tronco y unas hojas. Su espíritu se identificaba plenamente con el árbol. En ese sentido el conocimiento no es conocer como un académico. El conocimiento es intimidad, es llegar a ser uno con la naturaleza y solo cuando uno tiene esa intimidad uno trasciende”: Dice que esa dimensión que es tan importante y que está en nosotros la hemos abandonado por meternos en la nacionalidad. “Ahí hay todo un espacio que tenemos que ganar y pero el peligro somos nosotros. El peligro es nuestra visión económica acumulativa, individualista. El peligro es que las comunidades se rompan y que se pierda esa fortaleza interna y esa relación profunda con las comunidades”.

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