Como siempre, Beatriz Ordóñez con sus décimas siembra preguntas, críticas e incómodas inquietudes por medio de versos pulidos e inesperados.
Las cifras de la indolencia
Érase una vez la vida,
esa que no comprendemos,
que rara vez protegemos
y en el camino se olvida.
Cuidarla es causa perdida:
la indolencia está enquistada,
la razón, adormecida.
Nos duele como una herida;
la muerte pasa callada;
ya no nos conmueve nada.
Atención: última hora
¡Podemos autoabsolvernos!
De veras, no es una broma,
es una alegre maroma
que usan algunos gobiernos,
que mandan a los infiernos
las leyes de la nación,
y decretan el perdón
de sus cercanos amigos,
sin respetar los testigos
ni nuestra Constitución.
Ellos, los desplazados
Caminan como pisando
un suelo enfermo de ausencias,
y sufren las consecuencias
de un no-más y un hasta cuándo;
la vida se va pasando
con temor incontenible,
con un valor indecible
y una esperanza desierta;
y saben a ciencia cierta
que todo horror es posible.
Se nos acaba el tiempo
Derrumbes, inundaciones,
incendios bravos, deshielos,
huracanes y revuelos:
la tierra con sus lecciones.
El hombre y sus pretensiones
de dueño y amo del mundo,
con el desprecio profundo
por el mar que lo alimenta,
el suelo que lo sustenta
y el planeta moribundo.
Beatriz Ordóñez
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