Elecciones Bogotá: la inseguridad del general Jorge Luis Vargas y el exministro Diego Molano 
20 Octubre 2023

Elecciones Bogotá: la inseguridad del general Jorge Luis Vargas y el exministro Diego Molano 

El general (r) Jorge Luis Vargas y el exministro de Defensa Diego Molano son la apuesta del duquismo en la elección del próximo alcalde de Bogotá.

Crédito: Colprensa

A una semana de las elecciones, ya es muy claro que en la campaña por la Alcaldía de Bogotá no pegaron ni el exdirector de la Policía Jorge Luis Vargas, ni el exministro de Defensa Diego Molano, para los bogotanos ellos no son la fórmula contra la inseguridad.

Por: Alfredo Molano Jimeno

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“El destino es chambón”, reza uno de los adagios de la sabiduría popular. Se refiere a esos contrapiés de la vida que impiden que una situación cuyo desenlace parece obvio se materialice en el sentido más lógico. Eso parece ser lo que le ocurre al general (r) Jorge Luis Vargas, exdirector de la Policía, y al exministro de Defensa Diego Molano, quienes no llegan al 5 por ciento de la intención de voto en las encuestas a pesar de que no hay nada más popular hoy en la política capitalina que lanzar frases efectistas sobre cómo resolver la percepción de inseguridad que impera en los habitantes de Bogotá.

Los coleros de la contienda curiosamente son los hombres sobre los que reposó la política de seguridad del expresidente Iván Duque. La flauta no le suena ni a su ministro de Defensa, que superó tres mociones de censura con una sonrisa sardónica en la boca, ni al general mejor preparado de la galaxia. De nada le valió a Molano ser bogotano de pura cepa, exconcejal de la ciudad, hijo de militar y nacido en un hospital castrense, como en su momento confesó el expresidente Duque con la intención de señalar que a la cartera había llegado un hombre de las propias tropas.

Tampoco le ha funcionado la política al general Vargas. De nada ha servido el apoyo de la maquinaria de Cambio Radical ni la del propio exvicepresidente Germán Vargas Lleras, quien fue el que se empeñó en convencer al recién salido director de la Policía de ponerse el everfit y salir a buscar votos con sus tres soles en la solapa. En política electoral no cuenta que Vargas se promociona como el cerebro de las operaciones contra Raúl Reyes, el Mono Jojoy o Fabio Ochoa. A nadie le importó que tuviera una experiencia de 30 años en inteligencia de la Policía ni fuera el depositario del legado –y yerno– del general Rosso José Serrano, quien en algún momento se publicitó como el mejor policía del mundo, gracias a su fluida relación con las agencias norteamericanas de inteligencia.

Entre estos dos duquistas, el que mejor ranquea en las encuestas es Diego Molano. Un administrador de empresas de 52 años que se metió en el estrecho corazón del expresidente Álvaro Uribe desde su primer mandato en la Presidencia, en 2002. A Molano Aponte lo llevó al uribismo el exsenador caldense Luis Alfonso Hoyos, quien todos estos años ha sido su mentor político y guía espiritual. En 2003, Uribe nombró a Molano como coordinador del marginal componente social del Plan Colombia, la gigantesca operación militar con la que Uribe arrinconó a las Farc en sus territorios emblemáticos. El expresidente le cogió confianza a Molano y lo puso a dirigir Acción Social, el programa de subsidios que apalancó la campaña de reelección y con la que Molano  Aponte se graduó como político de profesión. Allí aprendió a manejar manzanillos y convertir recursos públicos en votos.

Por los días en que Molano hacía sus pinitos en la política, Vargas ya se destacaba como un policía con un próspero futuro en la carrera. Por un lado, era hijo del general José Luis Vargas Villegas, quien fue director de la Policía Metropolitana de Bogotá en noviembre de 1985 y tuvo una participación determinante –y poco investigada– en la decisión de inhumar de manera inmediata los cuerpos salidos del Palacio de Justicia. En los expedientes del holocausto, dice que él alertó sobre una posible operación de rescate de los cuerpos que estaban en el Instituto de Medicina Legal, algo que fue recogido por un juez para dar esa orden, en que se perdieron huellas de las torturas y ejecuciones sumarias que realizó el Ejército como parte de la retoma del Palacio.

En los expedientes del holocausto, dice que Vargas alertó sobre una posible operación de rescate de los cuerpos que estaban en el Instituto de Medicina Legal, algo que fue recogido por un juez para dar la orden de inhumar los caváderes salidos del Palaciolo que produjo que se perdieran las huellas de las torturas y ejecuciones sumarias que realizó el Ejército como parte de la retoma. 

 

En ese mundo policial creció Jorge Luis Vargas, quien, al decir de uno de sus mejores amigos, nunca contempló nada distinto a ser policía. Su paso por la Dijín le sirvió para cosechar los méritos necesarios para que lo destacarán en el Bloque de Búsqueda que acabó con el cartel de Cali. Allí fue donde conoció a Rosso José Serrano, quien se convirtió, primero en su padrino y, tiempo después, en su suegro.

Muy distinta ha sido la carrera de Diego Molano, quien antes de ponerse la camisa del uribismo fue asesor de la Empresa de Acueducto de Bogotá y contratista del Sena. Luego vino la era de Uribe en la Presidencia y darse el rompimiento con Juan Manuel Santos, en 2011, Molano se convirtió en uno de los gestores del Centro Democrático. En ese primer momento aprendió a hablar duro y a posicionar discursos recalcitrantes. En 2015 fue coordinador programático de la campaña de Pacho Santos a la Alcaldía de Bogotá y encabezó la lista cerrada del uribismo al Concejo de Bogotá, donde lideró una modesta bancada. Pero su momento de gloria vino con Iván Duque, quien lo nombró, primero, director del Departamento Administrativo de Presidencia (Dapre) y tras la muerte del ministro de Defensa, Carlos Holmes Trujillo.

El paso de Molano por el Ministerio de Defensa quedará en la historia de las infamias nacionales. Cuando se reveló que menores de edad habían muerto en un bombardeo del Ejército, dijo que no eran niños, sino máquinas de guerra. Sobre sus hombros pesará el resto de su vida la manera como condujo a la fuerza pública en el estallido social, que costó la vida de al menos 40 personas; la operación militar en Puerto Leguízamo, Putumayo, donde 11 personas fueron asesinadas por el Ejército, entre ellas un gobernador indígena, una mujer en embarazo y un presidente de Junta de Acción Comunal. Molano Aponte dijo que esas muertes eran bajas de terroristas. Algunas de estas situaciones las comparte con el general Vargas, quien durante el gobierno Duque también cumplió un papel protagónico. La historia lo recordará como el director de seguridad ciudadana el día de la masacre en Bogotá y el director de la Policía durante el estallido social, en el que decenas de jóvenes perdieron la vida, sus ojos o la libertad.

Su desempeño en el mando durante el anterior gobierno es, tal vez, la razón principal para que en Bogotá sus discursos de seguridad no despierten ninguna pasión. Tal vez su fracaso político se deba a que no leyeron que en la capital el voto de opinión pesa, su imagen pública no es la mejor o, quizá, ninguno de los dos se ha dado cuenta de que son muy pocos los uniformados en la historia del país que han pasado con éxito de los cuarteles a la política. No pudo el general Alberto Ruíz Novoa, ni Álvaro Valencia Tovar. No lo consiguió el general Maza Márquez y menos Harold Bedoya. No han sido mandatarios los exministros de Defensa Rafael Pardo, ni Juan Carlos Pinzón, ni ninguno de los empresarios que han asumido las riendas de la fuerza pública. Aunque los casos de éxito se cuentan con los dedos de una mano, y el único exministro presidente ha sido Juan Manuel Santos, a Bogotá nunca la ha gobernado un policía ni nadie que haya tenido mando en la fuerza pública.

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