Antonio Jaramillo Arango
15 Abril 2024

Antonio Jaramillo Arango

La crisis académica de las universidades privadas. El caso de la Universidad del Norte

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Hace unos días se hizo pública una carta de las autoridades del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) de Argentina en la que se rehusaban a limitar la renovación de contratos de su personal académico y administrativo en una cuota arbitraria impuesta por el gobierno de Javier Milei. En su misiva se afirma: “La recepción en forma verbal de una orden de reducir la planta de personal basada en un porcentaje arbitrario de esta es la antítesis de una decisión basada en evaluaciones de desempeño o en criterios de razonabilidad y pertinencia de las tareas que se realizan”. Llama gratamente la atención la dignidad y las miras académicas y científicas de una institución que, aunque en crisis financiera, no está dispuesta a sacrificar su reconocida calidad investigativa. No es casualidad que el Conicet sea una de las instituciones científicas más prestigiosas y la mejor clasificada (rankeada) en América Latina.

Sin embargo, por comparación, también deja en evidencia el poco interés que tienen por estos asuntos las instituciones privadas de nuestro país. Ante las denuncias y publicaciones de colegas de la Universidad del Rosario, he decidido resumir brevemente la experiencia en el proceso de mi desvinculación de la Fundación Universidad del Norte de Barranquilla, lugar en el que trabajé durante un año. Esto sucedió hace cuatro meses y, ahora, luego del desconcierto inicial, puedo ponderarlo con más perspectiva. 

Llegué a este lugar en enero de 2023 después de ganar un concurso público y abierto de méritos académicos en el Departamento de Historia y Ciencias Sociales. Luego de un año, había cumplido ampliamente con las metas docentes y de investigación que se habían proyectado para mi puesto. La evaluación docente en una de mis materias fue de 4.9/5, muy por encima del promedio de los colegas de mi división y de la universidad, había publicado un artículo en una revista indexada, había coordinado un coloquio internacional y me había presentado a una financiación de investigación externa. Además, otros dos artículos se encontraban ya aceptados para publicar, estaba liderando la firma de dos convenios con instituciones internacionales y me había comprometido a dirigir tesis de maestría. Nada me hacía pensar a mí o a los miembros de mi departamento que mi contrato no sería renovado. 

Sin embargo, el 15 de diciembre de 2023, me comunicaron que no contaban conmigo para el siguiente semestre. Al pedir explicaciones, tan solo me dieron razones financieras, pues mi desempeño había cumplido ampliamente con las expectativas trazadas a mi llegada.

Ese mismo 15 de diciembre se desvinculó a un número grande de profesores y profesoras de la Fundación Universidad del Norte siguiendo varios caminos, desde el despido inmediato sin justa causa, hasta la no renovación de los contratos (como fue mi caso). Las autoridades de la fundación-universidad han sido opacas con los números de esta desvinculación, no se sabe exactamente cuántos fueron, tan solo se han limitado a dar un parte de normalidad y a negar, en varias ocasiones, que se trató de un “despido masivo”. A los profesores desvinculados se nos quitó el acceso al correo y esto dificultó la comunicación con quienes fueron nuestros y nuestras colegas y estudiantes, como ya denunció una investigadora despedida. Al parecer la cuota mínima por cada unidad académica fue de una persona (como en mi exdepartamento), pero hubo otras mucho más afectadas. 

En el año en el que yo estuve vinculado a la Fundación Universidad del Norte fui testigo de cómo se adelantaban obras para adecuar una piscina, se compraban costosas obras de arte, se pagaba un oneroso concierto de un famoso cantante (con doctorado honoris causa y la Filarmónica de Bogotá abordo) y se agasajaba a invitados europeos todas las noches durante una semana entera en los restaurantes más caros de la ciudad. No dudo que esto redunde en un bienestar universitario general, pero ¿se justificaban estos gastos aún en detrimento de los proyectos académicos?

Como bien saben las autoridades del Conicet, desvincular a un investigador y a un docente desestructura un proyecto académico a largo plazo, afecta el desarrollo de las tesis de los estudiantes y cohíbe la posibilidad de colaboraciones investigativas y científicas. No es una decisión que deba tomarse a la ligera y debe estar precedida de varios esfuerzos por evitar esa situación. Las consideraciones académicas por mantener la calidad no fueron tenidas en cuenta en la decisión tomada en la Universidad del Norte, que buscaba simplemente llenar una cuota impuesta por unos rendimientos financieros y en el que se prefirieron privilegiar gastos extracadémicos antes que mantener su planta docente e investigativa. Si existieron algunos criterios académicos para realizar las desvinculaciones, estos son desconocidos, pues en la Uninorte hay varios puestos académicos que son ocupados por personas con regímenes “especiales” que no cumplen con la carga docente, administrativa y de investigación a los que están sometidos los demás contratados. Estos puestos no fueron afectados en la “desvinculación” de diciembre.

Es preocupante que en las comunicaciones públicas, las autoridades de la universidad sostengan que no enfrentan una crisis financiera real, aunque se estén tomando medidas de pequeños ahorros como aumentar el número de estudiantes por clase o apagar el aire acondicionado a ciertas horas. Con los hechos del semestre pasado, ha quedado claro que la prioridad de esta universidad no es mantener su proyecto académico, basado en su planta docente e investigativa, sino centrarse en otro tipo de gastos.

En todas las publicidades que hace la Universidad del Norte en Barranquilla y en la región Caribe se enfatiza la calidad académica de sus programas; no es razonable poder mantener este lema con las decisiones tomadas recientemente. Deberían, en cambio, resaltar sus instalaciones deportivas, los conciertos y las celebraciones ofrecidas a los invitados, gastos que parecen tener la prioridad. En su momento, el proyecto académico de la Universidad del Norte atrajo a muchos y muchas investigadoras de la costa Atlántica, de otras partes del país y de varios lugares del mundo que vimos la posibilidad de construir desde el Caribe colombiano una academia con estándares de calidad. Las autoridades universitarias no están dispuestas a aceptar que están en una crisis financiera, lo que sí es innegable es que esta apuesta académica quedó herida de muerte. No solo sacaron a varios de los y las profesoras que cumplíamos con los estándares exigidos, sino que la falta de transparencia en los criterios también ha generado una pesada zozobra entre quienes, esta vez, no fueron despedidos. Si no importan el desempeño o las metas alcanzadas, cualquiera puede ser la próxima persona en ser “desvinculada”. 

Las universidades privadas están en una crisis financiera. Esto ha hecho que algunas, como la Fundación Universidad del Norte, hayan entrado también en una profunda crisis académica. En toda la papelería oficial aparece que la Fundación Universidad del Norte es una institución vigilada por el Ministerio de Educación. ¿Cuáles son las acciones de vigilancia de dicho ministerio para velar por la calidad académica que tanto nos ha costado alcanzar en nuestro país?  

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