Velia Vidal
13 Abril 2024

Velia Vidal

La visita de Irene

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Este sábado 13 de abril me visitan en Quibdó mi amiga Irene y Enrique, su esposo; no traerán a Pedro, su hijo, porque tiene compromisos en la escuela. Vendrán los tres en un verano próximo, que ya tiene fecha en nuestros calendarios, e iremos a ver ballenas a Bahía Solano, mi otra casa, donde nací. Desde que nos conocimos, en enero de 2022, toda la familia se conectó con Motete, el proyecto cultural que lidero, porque compartimos el amor por los libros y la animación a la lectura, sintieron también mucha curiosidad e interés por el Chocó, mi tierra, uno de los lugares más biodiversos del mundo. “Me llamó mucho la atención que los atardeceres puedan ser tan anaranjados” me dijo Pedro una vez. Les presentaré a mi esposo, a mis perros, navegaremos por el Atrato, conocerán los niños y niñas de los clubes de lectura y a todo el equipo de Motete. Abriremos juntos las puertas de nuestra nueva sede, los invitaré a comer pastel chocoano y al menos, a probar el viche. 

Esta es la versión personal y real de esta visita. Solo que se trata de Irene Vallejo, quien es hoy, quizá, la escritora de habla hispana, viva, más importante en todo el mundo. 

Yo la conocí cuando David me mandó el Infinito en un junco como regalo de convalecencia, a ver si me quedaba quieta después de una cirugía tan importante. Fue ese ejemplar con el que me enganché en la lectura, al punto de sentir que estaba conversando con una amiga. No sabía que unos meses después tendría el placer de conocerla personalmente, y que desde ahí nos haríamos amigas de verdad. Entre escritoras, cuando nos hacemos amigas, nos interesamos en la obra de la otra, por eso empecé a leer sus columnas y rápidamente conocí el Manifiesto por la lectura, así supe que ella había decidido destinar las regalías de ese libro a proyectos de animación a la lectura en el mundo. El junio del 22 fuimos a desayunar en Madrid, y ese día Irene me dijo que había incluido a Motete en esa pequeña lista de proyectos y y yo me puse a llorar de la emoción. No tenía idea si las regalías del libro eran muchas o pocas, qué representaba para nosotros, solo sabía que tenía un valor infinito que esta mujer, que ya le había dado la vuelta al mundo conociendo gente e iniciativas, pensara que el nuestro, como lo dijo hace poco en sus redes es uno de los proyectos de animación a la lectura “más bellos del mundo”. Mi respuesta fue pedirle que viniera al Chocó. Quería que conociera de primera mano lo que ella había leído en una presentación que le mandó Pilar, nuestra otra amiga escritora, o lo que leería poco después en mi libro Aguas de estuario. Ese día nació este sueño compartido que este fin de semana estamos convirtiendo en realidad. 

En toda buena historia siempre hay dos o más capas, yo acabo de narrar la invisible, que es con la que más me conecto. Pero sé que aquí la historia visible habla de muchas cosas importantes en un planeta convulso, al que le hacen falta más actos de amor y de reconocimiento del otro. 
Como dijo el periodista Héctor Rincón en una red social, a Irene Vallejo le genera un infinito interés la humanidad toda. Mencionó además que la lista de escritores colombianos de renombre que ha venido a Quibdó es muy corta y así es. Cuando Gabriel García Márquez estuvo en nuestra tierra no era el escritor en el que se convirtió y, para ser sinceros, su mirada fue más la de un etnógrafo interesado en reafirmar su punto de vista sobre un lugar remoto, que la de un visitante curioso, deseoso por encontrarse con los habitantes de una tierra que le despertaba un interés personal.

Acostumbrados a que las miradas se posen en nuestro Chocó por actos violentos y a ser narrados desde un centro racista y asistencialista que con frecuencia nos desconoce, esta visita nos demuestra que solo basta el deseo y una justa mirada de los otros, para establecer vínculos horizontales y dignos, donde nadie impone su cultura sino que crecemos juntos al alimentar el alma con lo que los demás tiene para dar. 

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