¿Cómo se vería un Van Gogh si se lo soltaran a un niño para que le dibuje encima lo que quiera?

A primera vista parecen fotografías de unos niños que pintan (ultrajan, si se quiere) obras archifamosas del arte universal.
Sin embargo, se trata de óleos sobre lienzo en los que el pintor barranquillero Javier Caraballo, maestro del hiperrealismo, yuxtapone tres atmósferas y las pone a dialogar de una manera agresiva y a la vez armónica.

Por un lado está la reproducción de la obra que ya forma parte del patrimonio de la humanidad. Luego, los dibujos simples y planos de los niños (algunos adultos los llamarían rayones, tachaduras) que ultrajan la obra maestra y la vez dialogan con ella. Y, por último, los niños (casi siempre de espaldas) que en ese momento dibujan sobre la obra (la intervienen) o miran lo que acaban de hacer. Ellos establecen el universo creativo y de pensamiento del artista, que transmite la manera como los niños interpretan el mundo.

El resultado son unas pinturas de gran formato muy inquietantes. Porque el observador no necesariamente siente que la intervención del dibujo infantil arruina la obra maestra. Unas flores amarillas sobre el Guernika de Picasso y ese mismo amarillo coloreando algunos pocos elementos de la obra (unos ojos, el bombillo) le dan a la obra un nuevo significado. ¿La ultrajan? ¿La enriquecen? ¿La sacan de su contexto original? Difícil responder ese tipo de preguntas.

Los niños que dibujan u observan estas obras intervenidas también alteran su significado, ya sea porque sus sombras se proyectan a veces en parte de la obra maestra, porque sus cuerpos tapan algún fragmento de la pintura o porque su sola presencia pasa a formar parte de esa pintura que estamos acostumbrados a ver libre de cualquier intervención exterior.

En estas pinturas sucede un poco lo que sentimos cuando vemos la fotografía que se tomó en algún museo de alguna obra maestra del arte rodeada de visitantes que la miran o le tomas fotos.

Por los distintos lienzos de Caraballo desfilan nombres que se consideran sagrados: Dalí, Rembrandt, Monet, Klimt, Van Gogh, Miró, Pollock, Obregón, Botero… y como señala Eduardo Serrano, curador de la exposición, “puede decirse entonces que se trata de 'apropiaciones', un recurso utilizado en la historia del arte desde tiempos pretéritos y que ha tomado renovada vigencia en la posmodernidad, período que se distingue, entre otras cosas, por la combinación de lo antiguo con lo nuevo. Las obras de gran formato de Javier Caraballo, que reproducen muchas de las pinturas más admiradas de la historia pueden, en un primer momento, parecer un sacrilegio. Pero si se tiene en cuenta que Caraballo no toca los originales, simplemente los duplica, y que lo hace con evidente respeto y admiración, más que un atentado representa un homenaje”.

A Caraballo le tomó 10 años realizar las obras que componen la exposición Polifonía visual, en la que, además de ´pintar niños como si se tratara de fotografías, tuvo que emular las técnicas y los estilos de pintores de los últimos al menos 500 años. Desde El Bosco y Velásquez hasta Andy Warhol y Basquiat.

Javier Caraballo es egresado de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad del Atlántico y se ha enfocado hacia la pintura y el dibujo principalmente. Él considera que crea conciencia social a través de sus obras como un acto de protesta infantil, un acto ingenuo de travesuras de niños rayando o interviniendo con estos trazos infantiles las grandes obras maestras.

Caraballo ha dictado talleres de investigación y creación con niños de escasos recursos. En los dibujos que ellos hicieron descubrió “mensajes implícitos de una problemática social que nos rodea a todos. Estos infantes por medio de estos trazos ingenuos dan un mensaje del contexto que los rodea. Para mí como artista es un compromiso social hacer ver esta forma de comunicar de la población infantil”, comenta Caraballo.
La exposición abre sus puertas el 13 de abril en la galería Duque Arango.
Javier Caraballo
Polifonía visual
Galería Duque Arango
Cra. 37 # 10 A 34, Medellín