Johana Fuentes
9 Junio 2023

Johana Fuentes

No es un golpe blando.

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“Qué tal que uno diga, mamando gallo, quién fue el que puso la plata aquí en la Costa”, esa sola frase –entre muchas otras escandalosas que dijo el exembajador Benedetti en unos audios revelados por la Revista Semana– debería ser suficiente para alarmarse e investigar a fondo si entraron dineros no reportados y de dudosa procedencia a la campaña del presidente Gustavo Petro, pero en política acostumbran a tapar el sol con un dedo, y en este país a tapar un escándalo con otro. 

La crisis que dejó por fuera del gobierno a la jefa de Gabinete, Laura Sarabia y al embajador de Colombia en Venezuela, Armando Benedetti, ha tenido varias aristas y giros preocupantes, sin embargo, lo expresado por Benedetti en las últimas entrevistas y en esos audios no se puede pasar por alto. No solo sembró un manto de duda sobre la financiación de la campaña en el Caribe, fue más allá y se atrevió a dar una cifra: “Yo hice cien reuniones […] 15.000 millones de pesos, es más, si no es por mí, no ganan”. Dinero que no aparece reportado en las cuentas oficiales que la campaña entregó a las autoridades electorales. Luego, en una entrevista con Semana, dejó claro que quienes aportaron ese dinero a la campaña “no eran emprendedores”. 

Tampoco se puede ignorar que en otro audio se le escucha –con un tono amenazante– decirle a Sarabia: “Yo no me voy a dejar mamar gallo, Laura, te lo juro por la vida de mis hijos que no pasará nunca. Nos hundimos todos. Nos acabamos todos. Nos vamos presos”. ¿Qué es lo que sabe Benedetti que podría llevar a la cárcel a los miembros de la campaña? ¿De dónde salieron esos 15.000 millones? Inmediatamente, el presidente Petro le salió al paso al tema y negó el  ingreso de dinero ilícito a la campaña. También dijo que Benedetti debe explicarles a la Fiscalía y al país sus declaraciones. 

La política no solo es dinámica, también es desagradecida y traicionera. Cuando Armando Benedetti llegó a la campaña de Petro, el progresismo hizo todas las maromas posibles para justificar la entrada de un político tradicional –y con investigaciones y cuestionamientos encima– a lo que sería “el gobierno el cambio”. Hoy, cuando por culpa de ese político se tambalean hasta las reformas en el Congreso, nadie quiere estar relacionado con él. Los que defendieron su ingreso al Pacto Histórico se lavan las manos y desacreditan lo que dice. Incluso, el canciller Álvaro Leyva se atrevió a decir que no se le podía creer porque es un drogadicto. Si a Benedetti no se le podía creer, ¿por qué lo nombraron embajador? ¡Cuánta incoherencia e hipocresía!

La reacción de Armando Benedetti fue advertir que había una campaña para desprestigiar su integridad personal y descalificar lo que pudiese decir en el futuro. Parecía ser así, pero en un giro inesperado –aunque en Colombia nada sorprende–, cambió radicalmente su discurso y atribuyó lo sucedido a la rabia y el alcohol. Un argumento difícil de creer después de todo lo dicho. El presidente no dudó en usar esa insultante disculpa para reforzar un concepto que ha mencionado anteriormente: ‘El golpe blando’. 

Tema que volvió a tocar en el discurso que dio en la plaza de Bolívar frente a quienes marcharon para apoyar las reformas del gobierno: "Pretenden hacer lo mismo que se hizo en el Perú: llevar al presidente a la cárcel y cambiar el gobierno. Eso es un golpe blando. Es un golpe de Estado. Es un golpe contra la voluntad popular. Pedro Castillo estaba solo. Aquí les decimos a quienes impulsan esa estrategia: Petro no está solo". 

Se equivoca el presidente al sugerir que una investigación necesaria, después de las gravísimas declaraciones de quien fue su mano derecha en la campaña, significa un ataque directo a su gobierno o la intención de sacarlo del poder. Esa no debería ser la manera de responder a la crisis de gobernabilidad y credibilidad que atraviesa su gobierno. Tampoco descalificando a Benedetti –sin la más mínima muestra de autocrítica– y culpando a la oposición o a la prensa. Lamentablemente, Petro ha escogido ese camino.

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